La semana siguiente estuvo llena de trabajo impensablemente su jefe llegaba a horas razonable y colaboraba, casi como si el nuevo año lo hubiese mejorado un poco.
Había reuniones, llegaba gente a la oficina y los invadían los mails, Leonora estaba dedicada en cuerpo y alma a organizar todo y no permitir que se les fuera de control, sobre todo porque estaba segura que tanta actividad repentina estaba directamente relacionada con el enfrentamiento que Bastian había tenido con su hermano mayor. Y debía ser mucho más grave de lo que parecía, pues su jefe estaba trabajando sin quejarse ni escabullirse. Ella no iba a dejarlo fracasar, no iba a permitir que los demás se dieran un festín con él, siempre había dado lo mejor de sí y también planeaba ser una buena secretaria impidiendo que Bastian Cavendish se hundiera.
Así que con aquel ritmo llegó al viernes muy agotada, el entusiasmo de su jefe pareció declinar a medida que se acercaba el fin de semana, de hecho sólo había aparecido un rato en la mañana.
Aquel día ella trabajó hasta cumplir su horario, ni un segundo más y se fue a su casa. Necesitaba dormir un poco, se acostó y unas horas después se despertó sobresaltada. Se había dejado en la oficina unos informes que pensaba revisar durante el fin de semana para enviarlos el lunes a primera hora.
Se levantó de mala gana y alcanzó a tomar el último autobús para ir a la oficina, con suerte el portero que custodiaba a la noche la dejaría entrar a buscar el material.
Llegó corriendo al edificio y al explicarle lo que sucedía el hombre la dejó entrar.
-Vaya, hay gente trabajando de todos modos…-le dijo y ella lo miró extrañada. No sabía que alguien trabajara de noche en aquellas oficinas. Pero su sorpresa fue mayor cuando llegó a sus oficinas y encontró que las luces estaban prendidas. Tomó los papeles de su escritorio y luego el ruido le la atrajo, venía de la oficina de su jefe.
Se acercó con mucho sigilo y entreabrió la puerta, aquello era muy extraño, Bastian Cavendish estaba rodeado de papeles y escribiendo en el teclado sin quitar los ojos de la pantalla, estaba muy concentrado.
¿Qué hacía allí y a aquella hora?
Debió percibirla o tal vez la chica hizo algún ruido porque él se giró y clavó la mirada en ella, había algo distinto en sus ojos, parecía ser otra persona.
-¿Leoncito? ¿Qué haces aquí? – preguntó sorprendido.
-¿Qué hace usted aquí? – preguntó ella y él pestañeó confuso como si no supiera que decir.
-Mando mails…
-¿Desde aquí? ¿No tiene computadora en su casa?
-Sí, pero se rompió y la información que necesito estaba aquí…así que…
-¿Vino a esta hora a trabajar?- insistió incrédula, era lo más sospechoso que había visto.
- Dormí demasiado a la siesta así que estaba desvelado, mi cita me plantó porque su perro caniche había tenido una intoxicación o algo , así que ya que mi viernes iba camino a la catástrofe pensé que lo mejor era terminar lo que tenía pendiente antes que tú me dieras un discurso el lunes…-respondió inocentemente encogiéndose de hombros.¿ Y tú?
- Me olvidé unos papeles que necesitaba, vine a buscarlos.
-Es tarde, déjame que te acompañe.- dijo poniéndose de pie.
-No, no, está bien . Ya me voy, siga trabajando – respondió ella y se alejó de prisa.
Al salir, apenas saludó al portero que la había dejado entrar. Metió los papeles en su bolso y caminó rápido, estaba muy confundida. Había algo que no le terminaba de cerrar en aquella situación, la explicación de Bastian había sonado falsa e improvisada.
Iba tan ensimismada que no notó a los chicos que le cortaban el paso hasta que uno de ellos le habló.
-Hola bonita, dame el bolso – dijo y Leo levantó la mirada. Eran cuatro. Dos estaban frente a ella y los otros dos apoyados en la pared con displicencia. Andaban cerca de los veinte y se veían peligrosos y no muy sobrios.
Trató de evadirlos pero los otros dos se le acercaron y le cerraron el paso.
-El bolso – repitió con más brusquedad.
-Si quieren dinero deberían trabajar – les dijo altanera, no pensaba dejarse intimidar aunque en el fondo estuviera asustada. Tenía su gas de pimienta y su silbato de alarma en el bolso, si lograba distraerlos un segundo podría sacarlos para defenderse.
-Vaya , vaya, saliste fiera, ¿eh? – dijo uno de los otros y se le acercó, cuando le tocó un mechón de cabello , Leonora le lanzó un golpe con el bolso y retrocedió. Entonces dos de ellos se le lanzaron encima pero no llegaron a tocarla, alguien la apartó y se interpuso como un muro, Bastian Cavendish llegó al rescate.
-No…-susurró Leo temiendo que aquellos pequeños vándalos lo lastimaran pero para su sorpresa, él sabía pelear. Esquivó los ataques de ellos con agilidad y rapidez ,con golpes de puño y movimientos de artes marciales se deshizo de ellos. Después de recibir una golpiza, salieron huyendo.
-¿Estás bien? – preguntó examinándola con la mirada.
-Sí, si…¿y usted?
-Claro que estoy bien, ¿en qué diablos pensabas? ¿Por qué te fuiste cuando te dije que te acompañaría? Y encima te les enfrentas en lugar de huir o pedir ayuda…¡¿qué rayos pasa contigo?! – le gritó enfadado.