Leonora pensó mucho en todo lo que había escuchado, analizó y desmenuzó hechos, palabras y trató de entender.
Comprendía a Bastian y le creía sobre que no la había involucrado a propósito, pero eso no cambiaba lo principal.
De un día para el otro, el mundo se había dado vuelta y ya no podía ser igual. Porque básicamente él ya no era él, o mejor dicho era mucho más de lo que ella podía manejar.
La relación entre ellos había sido construida sobre mentiras y era muy difícil evaluarla a la luz de la nueva información porque lo cambiaba todo, antes había llegado a creer que no eran tan diferentes. Una cosa era el Bastian Cavendish a quien ella podía apoyar y ayudar, se estaba sintiendo totalmente mezquina, pero se sentía más cerca de él cuando pensaba que la necesitaba para salvarlo del desastre.
Pero este otro Bastian Cavendish era un hombre totalmente capaz y autónomo que podía valerse por sí mismo, y no estaba segura de tener un lugar junto a alguien así.
Podía ser el Leoncito de su desastroso jefe, se había acostumbrado a ello, pero no tenía idea de cómo proceder con este otro hombre.
Y lo peor resultaba ser que era el mismo, el mismo Bastian de siempre y a la vez no.
Y si era más sincera aún, no tenía la confianza necesaria, ni en él, ni en el mundo ni en sí misma.
El domingo se la pasó deambulando por su casa mientras su cerebro y su corazón batallaban continuamente,
Su familia había intentado sacar el tema en múltiples ocasiones, desde su madre hasta su hermanita habían tratado de saber qué pasaba entre Bastian y ella y Leo había tenido que recurrir a sus miradas asesinas y sus gruñidos para que desistieran.
Finalmente su jefe la había convertido en un león.
El lunes cuando el despertador sonó lo apagó, se tapó con una almohada y siguió durmiendo hasta que su madre apareció.
-Leonora, ¿no irás a trabajar? - preguntó
-No, no pienso ir - respondió y se cubrió bien con las mantas.
- ¿Lo dices en serio? ¿Faltarás a tu trabajo?
-No pienso regresar allí…- dijo ella y se sintió patética. Su madre se sentó al borde de la cama y la destapó para obligarla a que la mirara.
-¿Qué está pasando Leonora? ¿De verdad pasa algo entre ustedes dos?
-No es posible que pase nada, pero me enamoré de él. He tratado de ser responsable y sensata, he tratado de hacer las cosas bien, pero he cometido la mayor estupidez al enamorarme de Bastian Cavendish- dijo dolida y su madre le sonrió con cariño.
-¡Ay mi pequeña! – dijo y la abrazó. Aquel gesto inesperado de su madre la desarmó, era lo que necesitaba, Bastian tenía razón en algo ser Chica Superpoderosa era agotador.
Y Leonora hizo lo impensado, faltó al trabajo.
Cerca de mediodía, le llegó el primer mensaje de Bastian
“¿No vas a venir hoy, Leoncito? De acuerdo, tómate el día. Descansa”
Según notaba Leonora , él no se había tomado en serio su renuncia, aunque tampoco ella estaba segura ya que lo había dicho en un momento de furia. Pero el enredo en el que estaban metidos no se arreglaba con descanso, no era una gripe.
Los mensajes siguieron llegando.
“Leoncito, no encuentro nada en esta oficina. ¿Sabes dónde está la carpeta azul?”
Ella se vio obligada a contestar aquello, porque era trabajo y se sentía culpable por no hacer su trabajo, pero ahora sabía que él se las arreglaría muy bien sin ella.
Bastian respondió con un emoticon sonriente. Los mensajes cesaron por un período hasta que al finalizar la tarde recibió otro.
“Leoncito, te extraño. Vuelve”
Leonora sintió que se le estrujaba el corazón, pero era un corazón muy confundido y asustado.
Y antes de dormirse recibió el último del día.
“Duerme bien, Leoncito. Y sueña conmigo”
Ella bufó, lo que menos necesitaba era a Bastian Cavendish en sus sueños, ya bastante complicado era que él estuviera presente en su realidad.
El martes Leonora volvió a faltar del trabajo.Y esta vez no pudo librarse de los comentarios familiares.
-Deberías enfrentarlo y hablar con él – sugirió su madre.
-Es un buen tipo a mí me cae bien – dijo su hermano. Y ella no estuvo muy segura de que la palabra de Henry fuera una buena recomendación.
-¿Vas a seguir faltando a tu trabajo? – preguntó su hermanita y fue el eco de su propia consciencia.
-Sí, hoy sí – dijo y dio un mordisco a una tostada para no seguir hablando. Sabía que no podía seguir más tiempo así, debía tomar una decisión.
A media mañana volvieron a empezar a llegar los mensajes sin darle respiro.
“¿Tampoco vienes hoy, Leoncito?”
“Tú no eres cobarde, Leonora…” Fue el segundo y ella casi pudo escuchar el tono provocador de aquellas palabras, pero esta vez no iban a funcionar.