HARPER
La puerta.
Abro los ojos y miro hacia Raziel, quien se está despertando al mismo tiempo que yo. Ambos entramos en pánico cuando nos damos cuenta que algún miembro de su familia está del otro lado de la habitación esperando que yo los deje pasar.
Raziel sale de la cama rápido y me pide que le siga el juego. Abre la puerta sin parecer sospechosa y nos encontramos a su mamá del otro lado. —Ah, hola, solo estaba aquí porque ambos nos despertamos temprano.
Ella asiente. —Claro, eh, Harper —aclara su garganta—. Tu hermano está aquí.
Mi corazón se acelera y siento algo en mi estómago, como si quisiera vomitar. —Ah, gracias.
Raziel me mira y asiente. Yo estiro mi mano para que me acompañe y lo hace. Bajamos las escaleras, escucho la voz de Roger hablando con el padre de Raziel. Deben ser como las siete de la mañana, tengo que ir a cambiarme y tomar una ducha pero bueno, por ahora tengo que resolver esto.
Mejor dicho, afrontarlo.
—Hola —digo incómodo.
Roger me mira con el ceño fruncido, Raziel aprieta mi mano recordándome que estoy a salvo aquí. Respiro profundo y caminamos hasta el sofá del frente pero no nos sentamos.
—Razzy, dejémoslos solos —pide el señor Halven.
Raziel duda, me voltea a ver y aunque no quiero, le muestro una media sonrisa para que sepa que puede irse. Antes de soltar mi mano siento su pulgar acariciar el dorso de mi mano y luego se mueve en silencio con su padre, hasta la cocina, dejándome aquí con mi hermano.
Roger me mira en silencio, pareciera que no parpadea. Baja sus ojos por mi cuerpo, como si buscara cicatrices que jamás había visto antes pero no existen. Él rasca su cabeza y aprieta el ojo, como lo hace cuando se siente tenso.
—Perdón por… —empiezo yo.
Roger se levanta del sofá y levanta una mano para que deje de hablar. — ¿Desde cuándo te he cuidado, Harper?
Trago saliva. —Desde los once…
Roger avanza esquivando la mesa del medio y se mueve para colocarse frente a mí. Él jamás me ha golpeado pero tengo la sensación que lo hará ahora, me mira de una manera muy extraña y puede que me odie por “avergonzarlo” frente a una familia entera.
Roger levanta su mano y la coloca sobre mi hombro. — ¿No pensabas decírmelo? —Ahora sube su otra mano y yo me tenso bajo su tacto—. ¿No ibas a decírmelo jamás? ¡Te he cuidado todos estos años y no pudiste hablar sobre esto!
Muerdo mi labio, me siento muy pequeño ahora. —Roger… lo siento yo…
Me da una sacudida. — ¡Harper! —vuelve a moverme—. ¡¿Por qué no me lo dijiste?! Harper, ¿Por qué?
Tomo sus muñecas para que me suelte pero su agarre es fuerte. —No me hagas daño, yo no quería que eso pasara.
— ¿Daño? —Abre sus manos—. No voy a dañarte, yo no te haré eso.
Roger vuelve a tomarme de los hombros pero esta vez, para llevarme cerca de él y me abraza.
Por primera vez en todo este tiempo, Roger me abraza.
No. El jamás me había abrazado en mi cumpleaños y menos en navidad. Ni siquiera en el funeral de nuestros padres. Él nunca me abrazó y yo nunca lo intenté.
—No sabía que también te habían hecho daño —susurra y mi corazón se detiene.
Lo empujo con poca fuerza. — ¿Cómo que también? ¿Te hicieron eso?
Niega. —No como a ti, conmigo fue… —se inclina un poco y se sube el pantalón para mostrarme una marca alrededor de su pierna. Es una cicatriz gruesa e irregular—, me encadenaban.
Abro mi boca. Esto es una pesadilla. Ellos estaban muy mal.
—Pero… —siento un escalofrío—, Roger…
Exhala lento. —Tengo marcas por todo mi cuerpo pero sabes bien que nadie se interesa por nosotros —afirma—. No tenemos tíos o primos o nadie que se asegurara que estuviéramos bien, ni siquiera recuerdo la última vez que vi a alguno de nuestros familiares.
Asiento.
—Ellos me hicieron pensar que era el único, pero… ahora que lo pienso, no lo fui. A Jasmin, digo, em… bueno… James, le insultaban todo el tiempo y a Otto pues, él se la pasaba siempre lejos y cada uno se salió de ahí tan rápido como pudimos —afirma—. Yo iba a ese lugar con los vecinos y les preguntaba sobre ti, me decían que no escuchaban nada raro.
Un momento, ¿Roger se pasaba por ahí cuando yo era niño?
Sí lo llegué a ver pero nunca fue más de diez minutos y solo me daba un par de miradas. Raramente me hablaba aunque ahora que lo analizo todo, quizás él tenía miedo.
De ellos.
De la verdad.
De descubrir que yo era otra víctima.
—Perdón por no cuidarte mejor, perdón por no evitarlo… me hicieron creer que yo era el problema y que no lo hacían con nadie más, que si ocurría conmigo era por mi culpa —aprieta la mandíbula—. Debí sacarte de ahí pero yo tenía miedo de verlos de nuevo.
—Roger, ¿nunca me preguntaste a mí? —sé que los únicos culpables son mis padres pero no puedo evitar tener un poco de resentimiento. No quiero pero, si ya sabía cómo eran, ¿Por qué no hizo nada?
—Soy un asco, lo sé —afirma—. Tenía mucho miedo, cada vez que pensaba en ellos me sentía como un niño de nuevo y no quería que volvieran a humillarme —lame sus labios—. Te pregunté una vez, te pregunté si te habían pegado o si te habían hecho daño pero no me respondiste.
Fue en el funeral.
—Pensé que tu silencio era suficiente, en parte creo que no quería afrontar la verdad. Lo lamento tanto, perdóname.
Asiento. —Te perdono si seguimos hablando de esto en casa —pido—. Ya estoy harto del silencio.
—Yo también —suspira—. Lo haremos, te diré lo que quieras.
Me espera una conversación muy larga y muy dolorosa con mi hermano. También con James. Tal vez algún día, con Otto. Creo que ninguno de nosotros quiere regresar a esos días oscuros y recordar cada horrible cosa que nos sucedió pero es necesario.
Es probable que Roger haya sido como yo, pensó que al jamás hablar sobre eso la vida seguiría y lo olvidaría pero es evidente por el dolor en su mirada que aún lo lleva en su corazón y le pesa.
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Editado: 07.04.2023