EPÍLOGO
HARPER
—Buenas tardes, disculpe tengo una pregunta —me inclino sobre el mostrador—. ¿Puede darme un beso?
Raziel entorna sus ojos y presiona sus labios intentando ocultar su sonrisa, sin embargo, puedo notarla. —No tengo idea de quién es usted, creo que debería irse.
Dejo la bolsa plástica sobre la superficie, camino a un lado y me acerco a ella rodeando su cintura con mis brazos. —Soy el amor de su vida, señorita.
Arruga la nariz. —Basta, estoy ocupada ahora —me da una mirada—. Ve a una biblioteca o lo que quieras, déjame en paz.
Suspiro y recuesto mi frente sobre su hombro, aun después de todos estos años ella sigue oliendo de esa manera. Tan dulce. —Y yo que pensaba que después de casarnos comenzarías a ser un poco más amable conmigo.
Estira su mano y toca mi mejilla. —Nunca.
Escucho que alguien abre una puerta, la misma por la cual yo entraba a comer con su abuela y Jay hace varios años atrás. Levanto la mirada y sonrío, la tienda sigue con la misma estructura y aunque los colores han cambiado y las modas se han reinventado, este lugar conserva las mejores memorias de mi vida.
De esa puerta sale un chico delgado, alto y con el cabello negro que le llega casi a los hombros. Su camiseta arrugada y negra, su pantalón de mezclilla gastada oscura, sus zapatillas deportivas negras.
El chico se acerca, debe tener unos dieciséis o diecisiete años y evita ver a nuestros ojos. Yo me separo de Raziel y bajo mis brazos, ella sin embargo, toma mi meñique con el suyo.
— ¿Qué pasa, Wallace? —pregunta ella.
El chico se rasca la mejilla. —Um, nada, solo ya terminé de organizar lo que entró para la nueva temporada.
Raziel recuesta su espalda en mi pecho. —Genial, en ese caso puedes…
Entonces entra una chica con una sudadera gris y el logotipo de algún equipo, pantalones deportivos y el cabello recogido en una coleta alta. Se ve joven, pero su ceño fruncido y eso la hace ver mayor.
— ¿Waldo? —abre los ojos cuando nota al chico y suelta una carcajada—. Ay no, ¿no me digas que ahora trabajas aquí? ¿Incluso después de la escuela tengo que soportarte?
Wallace susurra para sí mismo: —No me llamo Waldo.
Raziel la mira y sonríe. — ¿Puedo ayudarte?
Ella abre la boca y señala hacia afuera. —Vi el rotulo, necesito un trabajo de verano y pues, venía a buscarlo.
—Ya es mío —responde Wallace.
Ah, ahora entiendo. Seguramente Raziel acaba de contratar a Wallace para que trabaje durante esta temporada, por eso no lo había conocido antes.
La chica camina hacia él con el ceño junto. —Pues haré que me contraten a mí, soy mejor que tú.
Raziel me mira y se acerca a mi mejilla. —Ella me cae bien.
Wallace se cruza de brazos. —No ocurrirá, eres un desastre y seguramente terminarás quemando este lugar como casi lo haces en la clase de química.
— ¡Fue un accidente! —coloca su mano sobre el hombro del chico que es como quince centímetros más alto—. Además, no es mi culpa que el fuego sea lo que me represente mejor.
Resopla. —Que rara eres.
—Oye —Raziel interviene—. ¿Cómo te llamas tú?
La chica retira la mano de Wallace y sonríe. —Matilda Smith, soy una persona proactiva y se me dan bien las ventas —afirma, enderezando su espalda—. El año pasado logré vender los pasteles que preparé y gané mucho dinero.
— ¿También quemaste tu casa? —murmura Wallace.
Ella lo fulmina con la mirada.
Raziel asiente una vez. —Um, ¿sabes qué? Ambos pueden trabajar aquí —mira a Wallace—. De todas formas necesito personas que me ayuden en esta temporada, normalmente vienen más personas.
Wallace se queja mientras ella celebra.
— ¿Por qué no le enseñas como organizamos las cosas en la tienda? —mira a Wallace.
Él suelta un suspiro y asiente, sin ganas. Ambos se dirigen a la parte de atrás mientras se siguen peleando de una manera muy divertida.
—Ahora tú —gira conmigo y toma mis brazos—. Ven conmigo.
Nos movemos a la parte de la sala de descanso, entramos y cierra la puerta para acercarse a mí. Coloca sus manos sobre mis hombros, levanta sus talones y besa mis labios.
Yo la tomo de la cintura y la acerco a mí, perdiéndome en este momento por varios segundos. Me muevo y su espalda se topa contra la puerta, tomo su rostro entre mis manos y no me detengo. Besarla es la mejor parte de mi día, además de las conversaciones que tenemos antes de dormir.
—Te amo —me separo tan solo unos centímetros.
Coloca su rostro entre mi cuello. —Yo te amo más.
Acaricio su cabello, tan suave como siempre. —Oye, ¿esos dos chicos no te recordaban un poco a otros dos chicos?
Se mueve hacia atrás con una sonrisa. — ¿Por qué crees que acepté a Matilda? No dudo que estén a punto de comenzar la mejor historia de sus vidas.
Coloco mi frente contra la suya. —Estás jugando a cupido otra vez, ya lo hiciste con James y Roger.
Gracias a Raziel mis hermanos encontraron parejas. Con James sucedió una vez que fuimos a comer y a él le gustó una chica que estaba atendiendo el lugar, Raziel le dejó una nota a nombre de mi hermano y su número de teléfono. Llevan casi un año.
Con Roger fue divertido. Sucede que su madre es alguien que va a la iglesia regularmente y ahí había una mujer de más o menos la edad de mi hermano, entonces lo invitó a la iglesia. No sé qué cree Roger pero sí sé que cree en el amor a primera vista luego de conocer a Margot. Llevan saliendo siete meses.
Ahora lo veo sonrojarse, algo que jamás ocurría cuando aun vivía con él.
Y si te preguntas por el resto de personas que alguna vez aparecieron en esta parte de nuestra historia, ya no forman parte de nuestras vidas. Bueno, claramente la familia de Raziel como Jay, sus abuelos y sus padres sí están presentes pero me refiero a los demás.
Después de la escuela dejamos de hablar con quienes fueron alguna vez nuestros amigos, luego fui a la universidad y encontré a muchas personas nuevas. Tengo un nuevo grupo de amigos, uno que no me manipula y que quieren a Raziel casi tanto como yo a ella.
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Editado: 07.04.2023