Pérdida con el Ceo

Capitulo 11 Señorita desconocida

La noche ha caído; Kayla y Hugo se la han pasado muy bien, jugando al voleibol, surfeando y haciendo cada una de las actividades que el crucero les ofrece. Ahora se están preparando para ir al casino y es que sería su primera vez en un lugar así.
Ambos, tomados de la mano, se dirigen hacia ese lugar; al entrar, se encuentran con miles de personas jugando en unas mesas, mientras que otras están sentadas frente a unas máquinas donde presionan un botón y la pantalla comienza a moverse. El ambiente es muy intenso. Se puede oler una fragancia sutil. Que es opacada por el intenso olor a humo de cigarrillos que incluso se puede ver una ligera neblina.
—Oh, el olor es bastante fuerte —agregó Kayla, llevando su mano hasta su nariz.
—Sí lo sé, pero así son estos lugares —mencionó Hugo sin ver a Kayla.
La morena se da cuenta de que su novio está muy emocionado; estaba a punto de decirle que se fueran, pero no quiere arruinar este momento para él, así que intentará soportar ese horrible olor.
—Vamos a ver más de cerca. —Kayla lo motiva a acercarse a una de las mesas donde están jugando cartas.
Caminan hasta llegar a ese lugar donde empiezan a ver cómo mueven las cartas mientras que los hombres y mujeres que rodean la mesa apuestan unas fichas de diferentes colores.
Pasan unos minutos ahí observando. Para Kayla esto comienza a ser bastante tedioso. Pero Hugo se ha animado a jugar. Ella puede ver en su rostro cómo lo está disfrutando y es que ha ganado unas cuantas jugadas.
Kayla intenta aguantar por Hugo, pero estar rodeada de tanto humo ha ocasionado que comience a sentirme un poco mareada y con dolor de cabeza.
Así que se acerca hasta que queda a pocos centímetros del oído de su novio.
—Hugo, iré a tomar un poco de aire fresco; el humo me ha provocado dolor de cabeza —murmuró Kayla lo más bajo posible.
—Iré contigo —responde Hugo, intentando ponerse de pie.
—No, cariño, tú continúa jugando, te está yendo bien; yo estaré bien, iré a la terraza, cuando me sienta mejor te busco o, si terminas antes, puedes buscarme —añade Kayla dedicándole una sonrisa para que su novio vea que está todo en orden.
Hugo asiente y Kayla se aleja de él hasta salir por la puerta por la que hace unos instantes había entrado.
Sosteniendo la falda de su vestido, camina por los pasillos con calma; siendo su única compañía el eco que hacen sus tacones durante su caminar. Al llegar a la terraza, se encuentra que está completamente sola, pues es de noche y la brisa está bastante fresca. A Kayla no le interesa eso y se acerca a una de las bancas, tomando asiento y acomodando la falda de su vestido color rosa palo mientras siente como la brisa mueve su cabello que onduló hace unas horas atrás.
Respira hondo, cerrando sus ojos, dejándose llevar por el tranquilizante momento que está teniendo.
—Qué belleza —se escucha una voz masculina que interrumpe el momento de Kayla.
—Disculpe —responde Kayla abriendo los ojos, girando y encontrándose con Hades, que luce un traje completamente negro. Kayla regresa su vista poniendo sus ojos en blanco en señal de disgusto por lo que está pasando.
Hades, por su parte, está más que encantado de por fin estar a solas con esta dama y es que la estuvo vigilando desde que entraron al casino. Él se mantuvo a una distancia, esperando a que ella se quedara a solas. Hasta que vio cómo ella salía.
La siguió hasta la terraza. Miró cómo se sentó en esa silla de madera de una manera tan elegante y sensual. Dejándolo más que extasiado. Y con ese vestido bellísimo que se pega a su cuerpo de una manera sublime. Con este escote que le deja una linda vista a esos pechos blancos y redondos. Esa abertura en su pierna derecha que le deja una vista espectacular de su piel y que le deja la boca seca.
—Ey, mi cara está arriba. —Kayla le llama la atención ver cómo su mirada baja hasta sus piernas de una manera que le resulta bastante asquerosa. Y en un movimiento cubre su pierna con la falda.
Hades mueve su visión, deteniéndose en ese lindo rostro y sonríe picarón. Para Kayla, cada expresión que él pone se vuelve más y más molesta.
—Eres un pervertido —menciona Kayla con disgusto, cruzándose de brazos.
—No sabía que contemplar la belleza de una dama era de pervertidos —menciona Hades de manera juguetona.
—De la manera en la que usted la hace, si lo es —se defiende Kayla sin voltear a verlo.
—Lo siento si mi mirada le causó molestia, pero no puedo evitarlo, ya que desde que te vi en la piscina me has dejado cautivado. Señorita desconocida —declaró Hades con una voz de todo un Don Juan.
Kayla pone los ojos en blanco al oír semejante idiotez. Deja salir un suspiro de frustración y se pone de pie, volteando a verlo.
—Típico de mujeriegos. Pero ¿qué diría tu prometida si se entera de que estás coqueteando conmigo? —dijo Kayla con tranquilidad. Sacando ese as de debajo de la manga. La sonrisa que Hades tenía en el rostro se esfuma al escuchar la palabra prometida. —Por lo que vi, su prometida es muy posesiva. Sí se puso como loca solo porque me miraba. Imagínese cómo se pondrá cuando le diga todo lo que me acaba de mencionar.
Hades se quedó mudo. Por lo que ve. Esta mujer es más lista de lo que pensaba. Comprueba que las miradas de disgusto que le ponía en la piscina son porque lo odia. Sin embargo, así son las mujeres: son difíciles, pero al final se vuelven tan dóciles como un perro.
Y no dejará que ella le gane.
—Puede ir a decirle, pero no le va a creer ninguna palabra —menciona Hades, acercándose a esa mujer poco a poco hasta que ambos quedan a unos cuantos centímetros.
—¿Y cómo está tan seguro de eso? —preguntó Kayla con seriedad, sin apartar la mirada.
—Ella me ama demasiado y me va a creer ciegamente en mí. Mientras que a usted la verán, digamos, de una manera no muy buena… —manifestó Hades sonriendo al ver cómo ella se queda muda.
—Era de esperarse; si ambos son pareja desde la adolescencia, es bastante obvio que ella, la capitana de porristas, esté ciega por usted. Ahora compruebo que las rubias no tienen cerebro ni mucho menos dignidad. Eso me provoca asco porque yo nunca me fijaría en un hombre como Hades Lara, el mujeriego indomable —contestó Kayla, llena de rabia.
Hades se queda sorprendido de cómo es que ella lo conoce. Aunque cree saber de dónde. Pero quiere saberlo de ella.
—¿Usted me conoce? —indagó Hades.
Kayla piensa en su respuesta; sabe cuál sería la más indicada: decirle que sabe todo por los medios. Pero eso solo hará que él piense que está interesada en su vida. Así que se irá por la opción más arriesgada, esperando que no la moleste más.
—Claro que sí —contestó Kayla.
Para Hades eso no le responde nada porque él quiere saber de dónde; porque no la recuerda. Pero usará una de sus mejores tácticas para sacarle la verdad.
En un movimiento hábil agarra el brazo de Kayla llevándola hasta la pared más cercana, pegando su espalda contra la pared y dejándola con un espacio bastante reducido.
—No sé si asustarme o sentirme halagado de saber que usted, la bellísima señorita desconocida, sabe sobre mí —sonríe Hades de manera coqueta.
—¡Deje de decirme señorita desconocida! ¡Yo tengo un nombre! —vociferó Kayla, molesta.
—Me encantaría saberlo; qué tal me refresca la memoria y la puedo recordar. Porque, como le dije, nunca olvidaría a una mujer tan bella como usted.
—No sabe lo que dice. Si lo conozco no es porque me interese, sino todo lo contrario; el destino me puso donde no quería estar. Y si escucha mi nombre, créame que no le agradará —mencionó Kayla. Hades solo se confunde más porque él no la recuerda y siente que solo está usando eso para persuadirlo.
—Mmm. Siento que me está mintiendo porque, créame. Si la conociera, no la hubiera dejado ir. Ni mucho menos olvidar esa cabellera, esos ojos y esta figura que. Uf, está de infarto. —Hades continúa coqueteando.
—Deje de decir esas cursilerías. Como le dije, me conoce, pero no me recuerda y será mejor que me vaya; no quiero estar hablando con hombres, como usted comprenderá —le repite Kayla, molesta. Intentando irse.
Hades la sujeta de nuevo, pegándola a la pared. Él se pega a su cuerpo metiendo su pierna en medio de la de ella. Con su mano sujeta las de ella por encima de su cabeza. Mientras la ve directo a los ojos.
—¿Qué demonios hace? Déjeme ir —forcejea Kayla, molesta.
—No se irá de aquí hasta que me diga su nombre —dijo Hades, pero Kayla se queda muda, mirándolo con atención.
Para Hades, cada segundo que ve ese lindo rostro queda más embelesado. Su vista se posa en esos labios carnosos que están sutilmente pintados. Ve cómo se muerde el labio inferior, siendo este el detonante para que se motive a besarla.
Kayla observa con ojos completamente abiertos cómo él se acerca cada vez más a sus labios. Mientras que él pasa su mano por su pierna descubierta. Sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Comienza a entrar en pánico porque no logra liberarse de su agarre.
Usará su última arma para evitar que él la bese.
—Mi nombre es Kayla León…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.