El lunes, pensé realmente saltearme el colegio. Decirle a Amalia que estaba enferma, con gripe, vómitos o algo terrible que me impidiera ir a clases.
No tenía ganas de enfrentarme con los idiotas de mis compañeros después de la fiesta del fin de semana. Le habían dejado a Thiago la casa en ruinas, me habían tratado de prostituta, narcotraficante, y además estaba todo el asunto de Juani y sus amiguitas…
Lo único que no estaba tan mal era verlo a él, tenía que admitir.
No me molestaría verlo después de lo que había ocurrido con sus padres. Quería saber cómo había terminado eso, y si es que iba a hacerles caso con eso de no acercarse a mí porque era una mala influencia.
Suspiré resignada, y cargando con mi mochila al hombro, entré por la puerta principal, mientras un montón de alumnos correteaban porque estábamos llegando con el tiempo justo.
Estaba por girar al pasillo de la derecha para ir al aula, cuando alguien me frenó por detrás y girándome entre sus brazos.
Mi vecino me miró preocupado, y sujetándome el rostro, me besó una vez, despacio pero uf… De ese modo que tenía de hacerlo, y ponerme el corazón como loco.
—No tengo tu teléfono. – dijo entre besos. —Estuve toda la noche asomándome por la ventana para ver si te veía en tu cuarto. – puso entre nosotros una bolsa de cartón de una marca conocida de ropa. —Te traje tu vestido. Te fuiste tan rápido que te lo dejaste.
Cierto, el vestido. Ya me había olvidado.
—Me acosté temprano. – le expliqué y él siguió con los besos. Era cierto, nunca habíamos intercambiado números… —Nos van a ver todos. – le avisé, viendo que a nuestro alrededor, varios se quedaban con los ojos como platos.
—No me estoy escondiendo de nadie. – dijo él, encogiéndose de hombros.
—¿Ni de Juani? – quise saber.
—Ni de Juani. – repitió él, rozando mi cintura con una caricia, para después seguir por los brazos, y terminar tomándome de la mano.
Caminamos juntos unos metros y miré nuestras manos.
—Esto es rarísimo. – confesé algo inquieta y él se rio.
—Te como a besos, pero lo que te incomoda es que te agarre la mano. – susurró, acercándose a mí, y pegándome contra la pared.
Me gustó tanto el desafío que veía en sus ojos, que no pude resistirme. Nos giré y arrinconándolo contra la misma pared que doblaba al pasillo, bajé una de mis manos y aprovechando que nadie podía vernos, la apoyé en su pantalón y apreté.
—Ni esto me incomoda. – susurré también sobre sus labios, mientras él se tensaba entero.
—Y que te agarre la mano, sí. – adivinó y yo asentí, haciendo que los dos nos riéramos.
—Estás loca. – dijo y me quitó la mano de donde la tenía, y esta vez apoyó la suya en mi cintura mientras caminábamos.
—No soy tu novia, Thiago. – le recordé y él puso los ojos en blanco.
—¿Cuál es la diferencia? Es un título, nada más. – contestó, ofuscado y yo sonreí alzando una ceja.
—Un título que no me interesa tener. – le aclaré. —Para mí, somos amigos.
—No somos amigos. – dijo él, frunciendo el ceño. —Otra vez estás haciendo eso que siempre haces. Ser cruel y hacerte la dura, como si todo te diera lo mismo.
—Perdón si te creíste la película que vos solito te hiciste en la cabeza. – contesté, encarándolo y él se soltó de mi cintura. —Unos besos no van a cambiar cómo soy ni lo que quiero.
Thiago me miró dolido y después bajó la cabeza un poco, apenado, haciéndome sentir como si acabaran de patearme el estómago. ¿Qué mierda era esa y desde cuándo sentía yo ese tipo de cosas?
—Yo no quiero cambiar como sos. – dijo en voz baja y se me aflojaron las rodillas. Literalmente, sentí que hubiera podido debilitarme allí y caerme.
—Ni a mí me da todo lo mismo. – admití también en susurros, y él reprimió una sonrisa.
Qué putamente mono era cuando quería… – pensé y negué con la cabeza.
Retomamos la marcha al aula, y en el camino, él volvió a tomarme por la cintura. Era un buen compromiso, y supongo que no estaba nada mal. Lo de ir de la mano me había abrumado y casi dado ansiedad, pero esto no me molestaba, todo lo contrario. Era hasta sexy.
—Thiago, Juani está por llegar. – le avisó una de sus dos amiguitas, mirándonos con seriedad. —Va a ser mejor que no te vea así con ella.
Me reí con ironía porque no podía creer lo que estaba escuchando. Esta chica le tenía un miedo a su amiga, que se olía a kilómetros.
—¿Y? – preguntó confundido, tras saludarla, porque aunque nuestra compañera era una ridícula, él mantenía sus modos educados.
—Rompieron hace un día. – dijo como si fuera obvio. —Creo que deberías ser más considerado. – agregó con una mano en la cadera. Y tengo que agradecer a mi vecino, porque me estaba sujetando, que si no…
—Mirá Maca. – empezó diciendo él muy tranquilo. —Yo creo que deberías meterte en tus cosas, no en las mías. – se encogió de hombros y yo me quedé con la boca abierta. —En todo caso si a ella le jode, que venga y me lo diga. – siguió. —Y para que quede claro, no rompimos, porque no éramos novios. Yo siempre fui sincero con Juani, y lo sabe.
La chica y ya que estábamos, todos los presentes que se habían frenado en el pasillo para escuchar esta conversación, se quedaron ahí pasmados sin saber qué decir, incrédulos. Le había tapado la boca y estaban todos tan impresionados, que no volaba una mosca.