Perdón por las mariposas

Capítulo 21

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Bianca

La mañana siguiente, me había despertado un poco confundida.

Era sábado, así que no había tenido que soportar la horrible alarma, pero algo más me había hecho despertar.

Los fines de semana solía dormir hasta tarde, pero ese día en particular, no había tenido ganas.

A mi lado en mi cama, Thiago dormía tranquilamente, abrazado a mi cintura. Su rostro parecía tan inocente, que daban ganas de morderle la boca de un beso. Tenía labios muy bonitos, siempre me habían llamado la atención, pero ahora que podía darme el gusto de verlos desde cerca sin ser vista, tenía que decir que eran jodidamente sexys.

Tenía un rostro casi perfecto, cosa que antes me hubiera hasta molestado en un chico, porque por lo general me gustaban de aspecto más rudo… que acompañaban a personalidades oscuras y cicatrices de un pasado complicado. Ese era el tipo de chicos que me habían gustado, y que habían terminado siendo todos unos pelotudos, como bien había dicho la noche anterior en nuestra charla.

¿Cómo es que me había entonces fijado en él que era todo lo opuesto?

Mi vecino tenía la pinta de un niño bueno, un angelito ahora que estaba durmiendo, y además se comportaba como un caballero. No había querido que lo hiciéramos, y no terminaba de creérmelo. Cualquiera estando en su lugar hubiera aprovechado la oportunidad, pero él nunca hacía lo que yo creía que iba a hacer.

Me sorprendía.

Me sorprendió aquel día enfrentando a sus padres, anoche aquí en mi cama, y hasta cuando se escapó del colegio. ¿Por qué había pensado que era un básico y aburrido niño estirado?

Me moví apenas y sentí que me apresaba más fuerte aún dormido, y suspiraba, volviendo después a respirar profundamente.

Me vinieron unas ganas locas de abrazarlo, y eso hice.

Me sujeté con fuerza de su torso, enroscándome con las piernas y lo besé en el cuello perezosamente. Escondiendo la cara en su pecho después, mientras arrugaba el gesto, negándome a ver las cosas que me pasaban por el cuerpo. La panza, juro que lo sentía en la panza. Montones de putas mariposas al ver a mi vecino dormir.

Estaba jodida.

 

De a poco, Thiago comenzó a moverse también, respondiendo a mis caricias. Me besó la frente, luego en la nariz, y siguiendo su camino, terminó en la boca.

Un besito tranquilo, de buenos días. Que se fue convirtiendo de a poco en algo más, a medida que nuestras manos buscaban la piel del otro debajo de las mantas.

Hasta sus ojos hinchados se me hacían atractivos, así que ni me importó que estuviéramos los dos recién levantados, sin lavarnos la cara o los dientes, para comerle esa boca que tenía, con ganas.

Él jadeó subiéndome sobre su pecho y apretó mi trasero para pegarme a él, con ambas manos.

—Para querer ir despacio, tu amigo está muy entusiasmado esta mañana. – bromeé mirando hacia abajo, a donde el bóxer con el que había dormido, se levantaba cada vez más.

—Es una reacción natural del cuerpo. – se justificó, pero siguió mordiendo mis labios, besándome, y amasándome los muslos a manos llenas.

Nuestras respiraciones se volvieron trabajosas y nuestros besos más torpes. Tomé su cabello en mis puños y suspiré cuando él en respuesta apretó en su mano uno de mis pechos. Sus dedos pellizcando mi pezón por debajo del sujetador y los míos bajando ahora por sus perfectos abdominales.

Ninguno parecía poder parar.

Ansiosa, jugué con el elástico de su ropa interior y el jadeó, acostándome a su lado de un solo movimiento.

Nuestras narices se encontraron a medio camino del beso y por la desesperación estuvimos a punto de golpearnos, pero creo que eso tampoco nos importó. Estaba excitado, podía notarlo y no solo por las razones más obvias, pero también porque no dejaba de inhalar con fuerza y sus caricias insistentes querían abarcarlo todo. Estábamos de costado, y no sé cómo, pero ya había rodeado sus caderas con mis piernas, acercándolo. Éramos un lío.

De un manotazo, había desenganchado el broche de mi sujetador, y ni me pregunten dónde había ido a parar, porque no tenía ni idea. Habría salido volando por ahí, para reunirse con el resto de nuestra ropa, y a quién le importaba. No lo echaba de menos.

Menos ahora cuando la boca de Thiago bajaba presurosa por mi cuello y dejaban besos calientes y húmedos en mi escote. Creo que fue eso.

Creo que fue el verlo allí, con su rostro pegado a mí. Sus ojos mirando hacia arriba, apenas cubiertos por su cabello todo desordenado y sus labios… Gemí de gusto al ver sus labios tomando uno de mis pezones. Abarcándolo con cuidado, besándolo y haciéndome sentir una corriente eléctrica en todo el cuerpo que me obligó a arquear la espalda.

Fue instintivo. Mi mano terminó de bajar por dentro de su ropa interior y su mano hizo lo mismo con la mía.

Lo sujeté con firmeza y me recreé moviéndolo hacia arriba y abajo, viendo cómo se estremecía y hasta se mojaba entre mis dedos. Y es que yo estaba igual, porque sus dedos resbalaban apenas en un roce que me estaba haciendo enloquecer. Si miraba hacia abajo, la imagen de los dos tocando al otro por debajo de la ropa, me parecía una de las cosas más eróticas que había visto.

Saber que no llegaríamos mucho más lejos, porque eso habíamos decidido la noche anterior, pero que aun así, estaba la posibilidad de que sí ocurriera… Eso lo hacía todavía más caliente. Como una provocación.




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