—Entonces, es un hecho, te vas a quedar a vivir en el pueblo.
—Quiero desconectar del mundo, además sé que no hay ningún médico por la zona y a lo mejor yo podría serlo y ayudar a toda la gente de allí.
—¿Y qué pasa con tus sobrinos, conmigo? ¿Es que no te importamos?
—Claro que me importáis, mis sobrinos y tú os podéis quedar aquí. La casa es tuya, ya está todo a tu nombre, no tendrás ningún problema.
—Yo no quiero tu casa ni nada que sea de tu propiedad, nosotros te queremos a ti, queremos estar contigo.
—Y lo estaréis, podéis venir a verme cuando queráis y yo vendré de vez en cuando, pero de verdad lo necesito. Necesito empezar de cero.
—De acuerdo, lo acepto, pero nos vas a hacer mucha falta, a los niños sobre todo.
—Y a mí vosotros, prometo llamar siempre que pueda, para ver cómo están por aquí las cosas—el joven abrazó a su hermana—No llores más mujer, cualquiera diría que no nos vamos a volver a ver.
—Se me ocurre algo, y no me puedes decir que no hermanito. Vamos a darte una despedida como tú te mereces, nos vamos a reunir todos aquí en casa, como Dios manda, te vamos a dar una fiesta estupenda.
—Una fiesta…suena bien, tú siempre sabes lo que me gusta, gracias hermanita.
Al día siguiente todos estaban allí. Habían preparado una barbacoa en el jardín, había comida para un regimiento pero no parecía importar demasiado. La barbacoa transcurrió de forma habitual, los niños jugando, todos hablando de viejos recuerdos y alguna que otra lágrima derramada por su inminente partida.
—Voy a echar de menos tener a esta bonita dama entre mis brazos, de verdad que es un verdadero ángel—le dio un beso en la regordeta mejilla de la niña.
—Esperamos verte en el bautizo sino voy en tu busca—amenazó la madre de la pequeña—No sería la primera vez—le dijo propinándole a su marido un codazo.
—Por nada del mundo me lo perdería, ser su padrino es todo un honor para mí.
La barbacoa terminó y con ella la visita partiría a su casa, empezó el momento de las despedidas.
—Te voy a echar mucho de menos, eres mi mejor amigo, te quiero mucho no lo olvides, ya iremos a hacerte una visita.
—Yo también os voy a echar de menos, espero con ganas vuestra visita.
—Hermano, cuídate, si necesitas cualquier cosa relacionada con la medicina para el pueblo avísame, y si necesitas algo para ti hazlo también, iremos a visitarte en cuanto podamos.
—Gracias, así lo haré, cuida de tu hermosa familia y por favor os lo pido—cogió la mano de sus amigos y las juntó—No volváis a distanciaros por tonterías, sois un par de tortolitos orgullosos, pero os amáis con locura. No tengo ganas de volver a solucionar vuestras cosas.
—Eso no volverá a ocurrir—dijo la chica levantando solemnemente su mano derecha.
—Y tú pequeñaja—dijo cogiendo a su pequeña ahijada—Cuida mucho a tus papis y crece mucho para que cuando volvamos a vernos te pueda decir los grande y lo hermosa que estás. Te quiero princesa—le besó la frente.
Por fin se fueron. Estaba bastante afectado porque, una de las razones por la cual se iba era por la reciente esposa de su mejor amigo. Aún seguía enamorado de ella, pero ya era definitivo que lo suyo no sería nunca.
A la mañana siguiente partió hacia el pueblo, atrás se quedaron las lágrimas que tanto su hermana como sus sobrinos habían derramado. Se le partía el corazón verlos así, pero sabía que pronto volverían a reunirse.
Después de varias horas de conducción, por fin llegó al pueblo, a su casa. Bajó la ventanilla para percibir el olor de la hierba, de la tierra, un olor que se coló por cada poro de su piel, pareciera que nunca se hubiera ido.
Salió del coche y metió las maletas dentro de casa. Después se sentó en el sillón que perteneciera a su padre y la nostalgia se apoderó de él.
Recordó su niñez, las horas que había compartido junto con su hermana y Darío, su mejor amigo de la infancia allí. La manera en la que su madre les preparaba la merienda junto a la piscina, la forma en la que su padre jugaba con él a fútbol en el patio. Tantos y tantos recuerdos que desaparecieron, al igual que sus padres.
—Bueno ya basta, volvamos a la realidad, hay que adecentar esta bendita casa.
La última vez que estuvo allí no le dio tiempo a hacer prácticamente nada, así que ya era hora de abrir las ventanas y limpiar un poco aquello.
Era una casa bastante más grande que la que tenía en la ciudad. Antes de entrar, había un vallado que delimitaba una parcela de otra, pues, detrás de ésta y su correspondiente jardín, había algunas hectáreas de terreno, que en otro tiempo se usaba para obtener alimentos de la tierra. Él recordaba perfectamente como se hacía todo aquello, aunque fuera muy pequeño.
Quedaban restos de lo que antaño fue un gallinero. La casa por fuera se conservaba bastante bien, dado el tiempo que llevaba casi abandonada. Era de dos pisos al igual que su otra casa, al entrar por la puerta principal, había un amplio recibidor de color vino tinto, con muebles de madera oscura. A la izquierda, una escalera la cual llevaba al piso superior donde se hallaban las habitaciones. A la derecha del recibidor se encontraba el salón, con una gran chimenea que iba de pared a pared, había varios ventanales en torno al salón, unos daban a la fachada principal y los otros, al jardín de atrás, donde se encontraba la piscina y un pequeño chillout blanco bastante deteriorado. A continuación del salón se encontraba la cocina, era de leña, pero se podía cocinar bastante bien, tendría que comprar algunos electrodomésticos, pero por lo demás no necesitaba gran cosa. La cocina daba a un pequeño patio, donde su padre y él pasaron mucho tiempo juntos, estaba totalmente desierto. Años atrás ahí se situaba la pila donde su madre lavaba la ropa entonces y también recordaba un fino alambre donde la colgaba después, pero ya no quedaba nada de eso. En el patio había una pequeña puerta que conducía al jardín, se podía entrar tanto por allí como por la parte del comedor que estaba junto a las escaleras. El comedor aún conservaba la gran mesa de hierro forjado con sus seis sillas, y por último en el hueco de la escalera estaba el baño.