Perdóname...

Capítulo 47

Luana, estaba sentada en el asiento del copiloto del auto de Nicolás, mientras acariciaba su vientre de manera distraída, había tenido un sueño extraño, que la dejo pensando toda la mañana. De rato en rato miraba a su amigo mientras conducía, no sabía si contarle su sueño, tal vez la tomaría como una paranoica, pero internamente pensaba que ese sueño se sentía tan real.

—Bueno, nena, ¿qué tienes en mente?

Ella lo miro de reojo, mientras se mordía la uña del dedo meñique de la mano derecha, indecisa sobre si contarle o no. Suspiro de manera profunda y ese suspiro se dejó oír fuerte y claro en el silencio del automóvil.

—¿Me vas a decir, que sucede en esa cabecita loca?

—No sé, Nico. Es que tuve un sueño extraño, y me he quedado reflexionando en eso desde que me desperté.

—Si me cuentas, tal vez pueda ayudarte a entenderlo. ¿Sabes que los que creen en el metaverso dicen que los sueños que tenemos son reales en otra dimensión?

—Baboso, estoy hablando en serio —Respondió Luana haciéndose la molesta, pero no pudiendo contener una pequeña sonrisa, que ilumino su rostro, haciéndola ver más atractiva que de costumbre.

Nicolás la miro con ternura mientras con una mano le alborotaba el cabello.

—No molestes, —gruño ella mientras se arreglaba el peinado mirándose en el espejo.

—Vamos nena, cuéntame, te sentirás más tranquila.

—Soñé que tenía un hijo, bueno que Alex era mi hijo.

Nicolás giró de inmediato su rostro y la miro detenidamente, tratando de buscar algún atisbo de recuerdo en los ojos de ella.

—Y eso, ¿cómo te hace sentir? —pregunto.

—Oye idiota, está bien que salgas con Julieta, pero no puedes contestarme de esa manera, como si estuviera en su consulta, tú no eres un psicoterapeuta. A las justas eres un simple arquitecto.

—Ja, ja, ja, acabas de romper mi corazón, tarada.

—Tómame en serio, pues, te estoy contando mi sueño, y tú me sales con cada idiotez, para eso mejor no te cuento nada. —Luana se enfurruñó en el asiento mientras fingía molestia y miraba al exterior.

Los carros pasaban uno tras otro, y ellos se acercaban cada vez más al lugar donde trabajaban, habían pasado varios días desde la última vez que viniera a la empresa, no recordaba ni cómo ni cuándo se enfermó nuevamente, y en ese preciso instante sentía que su corazón latía de manera agitada, era como si debiera mantenerse alejada de ese lugar, pero también sentía la necesidad de llegar.

El edificio de la empresa ya se podía visualizar desde el zanjón, lo miro con anhelo, había deseado volver a trabajar y sentirse útil, olvidarse de su trastorno y seguir haciendo su vida como lo había estado haciendo hasta el momento.

Finalmente, Nicolás y ella llegaron, entraron al estacionamiento y se dirigieron al ascensor que los trasladaría a la zona de oficinas, miro sus pies y vio que tenía sus zapatillas puestas y unos jeans rasgados.

—Oye idiota, porque no me dijiste que me cambiara, mira como he venido a trabajar — le dijo a Nicolás mientras lo empuja contra la pared del ascensor.

—Contrólate mocosa, mira que tú estás de descanso médico y solo me estás acompañando por mi gran indulgencia de permitir que compartas mi compañía. Sé agradecida.

—Está bien, tienes razón. Nada más estaba aburrida en casa y no me quería quedar ahí, sentía que me estaba ahogando. Pero sabes, me preocupa Alex, no sé qué pasará más adelante con él.

—Lo sé, pero ¿no recuerdas que Diana está viendo el tema?

—¿Diana?

—La abogada amiga de Valentino, ella fue contigo ayer a la notaria para ver el tema de la guarda y custodia de Alex. Dime que recuerdas eso por favor.

—Sí, lo recuerdo, pero no le caigo bien y temo que por eso no haga lo posible para ayudarme a quedarme con la custodia del niño.

—Relájate, muñeca. Tengo entendido que es una excelente abogada, confía, ella no va a hacer nada malo en contra de mi sobrino.

El ascensor se detuvo en el piso veinte del edificio Los Nogales, cuando bajaron su vista se desvió por un momento al ascensor que llevaba directo al piso veintiséis, ese ascensor le recordaba algo, pero no sabía el que.

—Nico, este no es el piso de nuestras oficinas ¿Por qué estamos aquí?

—Bueno, nena, me trasladaron a este piso, me olvidé de contarte, que…

—Dime, ¿qué paso?

—Bueno, me ascendieron, ahora estoy a cargo del área técnica de la empresa y se encuentra en este piso.

—Qué bueno, Nico, estoy muy feliz por ti. Te lo mereces.

—En realidad es un ascenso provisional, solo por el tiempo que el jefe de los jefes este de vacaciones.

—¿Jefe de jefes?

—Si el dueño de la empresa. Tuve una pequeña reunión con él, el día de ayer y me comunico eso.

—¿Está bien que esté aquí contigo? Nunca he venido a este piso, y todos me miran extraño.

—Porque no lo harían, ¿has visto cómo has venido vestida?




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