Perdóname...

Capítulo 60

—Hola —Contestaron del otro lado de una manera alegre.

—Mamá. Junta todo lo que sea importante, estoy yendo a recogerte, no puedes quedarte más en esa casa.

—¿Nico? ¿Eres tú? Que está pasando.

—Si mamá, soy yo. No preguntes nada en este momento, solo has lo que dije y junta todo aquello que pueda hablar de nuestra existencia.

—Si no me dices que está pasando no voy a moverme de aquí, esta es mi casa.

—Mami, confía en mí, por favor. Tienes que irte de ahí. Estoy a veinte minutos de tu casa.

Nico colgó la llamada.

—Saca el chip del celular y rómpelo — dijo mientras giraba en una curva y trataba de mantener el control.

Julieta, lo miraba asustado mientras hacía lo que Nicolás le había pedido, hizo pedazos el chip y lo tiro a la calle.

Nicolás miraba por el espejo retrovisor y vio que un auto negro los seguía, no sabía si era su paranoia o era verdad lo que estaba sucediendo, cerró los ojos por un corto tiempo y los volvió a abrir, el auto estaba más cerca, al llegar a una esquina Nicolás dio la vuelta en U y se desvió de su destino original, el auto lo seguía más de cerca. Miro la pantalla del GPS y una idea se vino a su mente.

—July, te acuerdas de Matt.

—Si, ¿Por qué?

—Llámalo y me lo pasas, al toque.

Julieta, saco su celular y marco al amigo mutuo que tenían.

—Hey, Matty, soy Julieta, Nico, necesita hablar contigo urgente.

—Hola negro —Hablo Nicolás rápidamente, mientras July ponía el celular en altavoz.

—¿Qué paso gringo, estás metido en algún problema?

—Sí, y no, necesito tú ayuda urgente. ¿Por dónde estás?

—Estoy camino a la comisaria.

—¿En un patrullero?

—Sí.

—Escúchame estoy cerca a la bolichera, un auto me viene siguiendo, ¿qué tan cerca estas?

—Cinco minutos, puedo alcanzarte finalizando el supermercado.

—Quiero que me detengas al llegar a la esquina, que parezca que me vas a detener.

—Ok, te doy el alcance y luego me dices que demonios está pasando.

Nicolás colgó y siguió en dirección al supermercado, el auto negro cada vez estaba más cerca.

—July sostente que aumentaré la velocidad.

Casi al llegar a la esquina Nico piso el acelerador y una patrulla de las águilas negras salió tras de él con la sirena encendida, una calle más adelante Nicolás se detuvo y unos hombres uniformados se bajaron de inmediato y sacaron a Nicolás del auto y lo apoyaron contra el capo de su auto.

El auto negro paso despacio por el costado de ellos y un hombre los miro desde el asiento trasero. Finalmente, el auto desapareció en el horizonte.

—Bueno gringo, dime que carajos está pasando, ¿no hubiera sido mejor que detuviéramos ese auto que los venía siguiendo?

—Te meterías en un lío muy gordo, negro y no te conviene. Los jefes del tipo que me está siguiendo son peces gordos.

—¿Son aquellos de los que hablaste con mi padre?

—Sí. Entonces comprenderás por qué es tan difícil hacerles algo.

—Te entiendo, ¿Qué harás ahora?

—Debo buscar a Carmen y esconderla, no pueden encontrarla de nuevo.

—Está bien, sube a tu auto que te acompañaremos a casa.

Ambos autos salieron rumbo al sur, en dirección a casa de Carmen.

Carmen miraba por la ventana, ya hacía varios días que se sentía inquieta, se sentía observada y ahora que Nicolás la había llamado sus sospechas se hicieron más fuertes, “gracias a dios” pensó, Luana se había marchado temprano.

El timbre sonó, su cuerpo se sobresaltó ¿Nicolás había olvidado la llave? — Lupita, por favor mira quién es. —Subió al segundo piso a recoger la pequeña maleta con las pertenencias más importantes.

Se sentó por unos instantes en el borde de su cama mientras veía una vieja fotografía que estaba tirada en el medio de la alfombra de su dormitorio. En esa fotografía ella estaba del brazo con un hombre de cabellos castaños claros y mirada furiosa, el rostro de ella era de tristeza a pesar de que ya tenía un embarazo muy avanzado.

Atrás de la pareja se veía el rostro borroso de una mujer, al mirarla sintió rabia y decepción, esa mujer también estaba embarazada.

Carmen sonrió levemente, esa época fue la peor época de su vida, perdió a sus hijos. Cerro los ojos mientras unas lágrimas caían suavemente por su rostro.

—Cómo pudiste hacer eso —Grito Carmen —Es mi hermana.

—Lo sé, y que quieres que haga, ella es mejor que tú en la cama.

—Eso no te exime de culpa, yo soy tu esposa y me traicionaste con mi hermana.

—Carmen, recuerda que él era mi novio antes de que se casara contigo.




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