—Mamá Lu, por fin viniste. ¿Se durmieron mis hermanitas?
—¿Hermanitas? — pregunto Luana
—Si — dijo feliz el niño — las considero mis hermanas, porque pienso que al vivir juntos todos nosotros somos una familia.
—¿Cómo así? — pregunto curiosa Luana
—Bueno, Valentino es el papá, tú serías la mamá y las niñas y yo seriamos los hijos, por cierto, al tener la misma edad y ser nuestro cumpleaños el mismo día, entonces eso indicaría que somos trillizos, ¿no crees?
Luana sonrió, por la reflexión de Alex, pero su cerebro le decía que algo en esa idea podría ser cierto, movió la cabeza tratando de sacudir esa idea tan ridícula, ella jamás había tenido hijos, Alex era su ahijado y las niñas sus sobrinas. Era imposible
—¿Entonces piensas que ustedes son trillizos?
—Mami, ¿te has dado cuenta de que nos parecemos?
—¿Cómo así?
—Bueno, verás, ellas tienen tus ojos, la misma forma y hasta cuando miran se ven iguales, aunque Gia tenga el mismo color de tus ojos y Gis los tenga del mismo color que los míos.
—Muchas personas tienen los ojos parecidos Alex, eso no los hace familia.
—¿Tú crees mami?
Luana sonrió al ver la cara de decepción de Alex, qué más quisiera ella, que los niños fueran sus hijos. Trato de imaginárselos pequeños, una imagen llego a su mente.
En su mente, las imágenes de tres pequeños estaban presentes, pero no entendía por qué, ella los revisaba minuciosamente, para confirmar que estuvieran completos, dos ojos, nariz, boca bien formada, dos orejas, cinco dedos en cada mano y cinco en cada pie, era ridículo, pero sentía la necesidad de confirmar que todos los niños estuvieran completos.
Había escuchado muchas veces en las conversaciones que tenía su mamá con Victoria, que era importante ver cada pequeño detalle de los niños porque a veces en los hospitales los cambiaban.
No entendía esa necesidad de revisar a esos niños ¿eran sus hijos? No lo sabía, pero estaban en sus brazos.
Siguió revisando sus cuerpecitos cuando llegó a la planta del pie y vio un lunar en forma de lenteja que se encontraba a la altura del dedo meñique, cada uno de ellos lo tenía en el mismo lugar, una pequeña lenteja en la planta del pie izquierdo.
Sonrió, si fueran sus hijos podría identificarlos muy fácilmente, pensó.
Miro a su alrededor y vio que estaba en la sala de un hospital, sentía un fuerte dolor en sus partes bajas, y algo que escurría por entre sus piernas.
Se sentía tan real, Luana sacudió su cabeza para deshacerse de esos pensamientos que le producían una profunda migraña, presiono sus sienes con ambas manos, tratando de calmar el dolor.
—Quieres un vaso de leche, ¿bebé?
—Si por favor, ¿Tú crees que Gia y Gis también quieran?
—Voy a preparar para los tres, ¿te parece?
—Siii
—Está bien acuéstate y te traigo la leche.
Luana bajo las escaleras con cuidado, su cabeza dolía mucho, era una sensación extraña, como de alguien que quisiera salir de su interior. No le gustaba esa sensación, con todos los eventos ocurridos en el día, no había tomado las medicinas que Avalos le había recetado.
Odiaba esas medicinas porque le hacían sentir aletargada. Pero si con eso evitaba los dolores constantes de cabeza, tendría que volver a tomarlas.
Puso agua a hervir, mientras tomaba un tarro de leche y le hacía dos agujeros uno frente al otro para poder servir la leche.
Se escuchó el sonido del hervidor en el silencio de la noche, finalmente el agua estaba lista y preparo tres vasos, para llevárselos a los niños, los puso en una fuente y subió las escaleras lentamente para evitar que la leche se cayera.
Dejo la fuente con los vasos, en una mesita auxiliar en el pasadizo, abrió la puerta de Gia, e ingreso a la habitación, la pequeña aún estaba dando vueltas en la cama.
—Bebé, te traje leche, ¿está bien?
—Gracias mami Lu, ¿Cómo sabías que quería un vaso?
—Me lo imaginé, a mí también me gusta la leche antes de dormir y pensé que a ti también te gustaría.
Gia recibió el vaso y se lo bebió de inmediato, seco sus labios con el dorso de su mano y se acostó. Luana le dio un beso en la frente, arreglo la colcha y salió de la habitación.
Miro las dos puertas que faltaban y no se decidía a cuál entrar primero, finalmente abrió la puerta de la izquierda, vio a Alex recostado mirando el techo de manera pensativa.
—Cariño, te traje tu leche, bébetela que aún está tibia.
—Gracias mami — respondió Alex mientras estiraba sus manos y tomaba el vaso con leche que le alcanzaba Luana.
Se tomó la leche y le entrego el vaso vacío.
—Duérmete mi pequeño, necesitas dormir para poder crecer. Mañana será un nuevo día.
—Te quiero mucho, mami. — Dijo Alex mientras le sonreía y sus mejillas mostraban unos hermosos hoyuelos.
#18386 en Novela romántica
#3434 en Joven Adulto
amor ayuda esperanza, depresion ansiedad dolor muerte, odio amor cáncer amistad
Editado: 16.02.2023