Todo aquello era vil mentira; donde sin prestigio alguno, los demonios que creían ser victimarios ángeles condenaron aquel día como "el reencuentro de las mil pesadillas".
La noche ya era bastante oscura y la función había llegado a su fin; sin embargo, ninguno de los presentes se movió de su asiento. Cada uno seguía observando con total desprecio a los dos únicos jóvenes que se hallaban en el escenario. El silencio reinaba por breves momentos, pues nadie era capaz de describir lo que veían; porque delante de ellos, estaba él, el ser más cruel, increíblemente tóxico, besando con profunda pasión a quien se decía llamar "la fiel reencarnación de la pureza misma."
No tenían que pasar por aquel momento, ellos eran libres, pero fueron marcados por la fría desaprobación de quienes los veían. Los gritos llenos de falacias empezaron a escucharse sin intención de parar, pero ellos, tampoco dejaron de mostrarse lo mucho que se amaban ni un solo segundo, o por lo menos no lo hacían, hasta que fue Uriel quien decidió separarse un instante de aquellos labios carmesí con tal de ver a la dueña de tan hermoso color.
—Lo sabía, tú nunca me dejarías sola.
—Jamás...
—Pero amor... El tiempo ha empezado a correr... El tiempo se acaba.
Los cielos opacados por inmensas nubes negras, anunciaron su llegada con un fuerte relámpago. Tal fue su magnitud repentina que todos los presentes se espantaron de manera abrupta, incluso Uriel, que en un abrir de cerrar de ojos se dio cuenta de su inerte realidad; donde solo se encontraba sentado en una de las sillas de una de las oficinas de la editorial.
Él ha vuelto al mismo mundo de siempre, pero al contrario de otras veces, hoy siente un extraño sentimiento como si todo lo vivido hubiera sido real. Es tan raro de expresar, pero su pecho duele como si quisiera que aquello jamás terminara y eso más que nada, lo confunde.
Estaba claro que todo en su vida no tenía respuestas que le indicarán lo que estaba pasando; por lo que solo podía dedicarse a mirar el caer de la lluvia a través de la ventana del lugar. Esto, instintivamente, logró motivarlo a pararse de su asiento e ir hacia ella con tal de detallarla mejor. No obstante, Uriel sabía que aún si el clima era hermoso, digno de escribir algo fantástico, no podía mirarla por tanto tiempo, o sino, los recuerdos volverían.
—U – Uriel... No me dejes...
Sí, horribles recuerdos.
Cinco sencillos golpes dados en la puerta, obtuvieron como resultado la atención del joven, más aún cuando observa al dueño de tales sonidos entrar. Es entonces cuando una sonrisa burlona escapa de sus labios tras chocar miradas con uno de sus mejores colegas, sobre todo porque Uriel sabe que su sola presencia, significa la ausencia total del aburrimiento.
—Que clima más fastidioso. Así no podré trabajar bien —habla de manera amarga mientras deja un capuchino en el escritorio de su amigo.
—Que sorpresa... El mejor editor de esta empresa no puede corregir el manuscrito porqué una simple lluvia le molesta. —Los ojos ámbar del joven miran de forma juguetona a su compañero con el fin de fastidiarle.
—Tú no entiendes, ¡Son un infierno! —Alza sus brazos—; Más aún cuando se trata de corregir escenas eróticas, ¡Ja!
—Oh vamos, ¿Cómo puedes tener tanto esmero en eso? —Toma la bebida que se encuentra en su escritorio sin quitarle la mirada a su compañero—. Eso a mi gusto resulta asqueroso.
— ¡Wow! ¡Para ahí, viejo! Eso es un cielo prohibido que pocos entienden, así que cállate.
Las palabras de Janan lograron que Uriel rodará sus ojos incrédulo, después de todo, nunca había entendido la gran obsesión de muchos por tal género cuando había otros de gran calibre.
—Deja de tonterías, Janan — El chico solo puede burlarse mientras pronuncia sus palabras en tonos divertidos, sin embargo, su mirada vuelve a posarse en la ventana de manera silenciosa.
No era una mentira lo que en un principio pensó, el cielo en aquel estado era digno de acompañar a cualquier escritor a componer la más grande de las historias; pero para él, esa dicha era algo que no podía permitirse en ninguna circunstancia y todo por el simple hecho de que su sola presencia, era el anuncio de que si no corría a detener su mente, está lo mataría con la misma pesadilla.
—Tú te lo pierdes...
Es inevitable que Uriel ría ante los comentarios bromistas y exagerados de Janan; aunque está poco a poco se va apagando a medida que observa cómo a través de la ventana, algo muy extraño pasa.
No estaba loco cuando lo vio, o por lo menos eso quería creer mientras observaba como entre toda la multitud que intentaba escapar de la lluvia, un hombre con tan solo un sombrero de copa y un abrigo de cuero lo miraba fijamente desde la otra acera. Su presencia era extraña, más lo fue cuando este levanto su mano y lo saludo de una forma sonriente; aunque esa sonrisa era todo, menos amigable. Era cierto que Uriel era reconocido por sus obras, pero ese hombre en particular, le hacía sentir que estaba en grave peligro, que debía huir, y aún si podría estar exagerando, en estos momentos sentía que este sentimiento era real, muy real.
Dos pasos en retroceso, llaman la atención de Janan. «Uri, amigo ¿Estas bien?», pregunta, pero el chico no le responde; causando una alarma que lo impulsa a ir a su lado de inmediato.
— ¿Uriel? —Toca su hombro, pero solo logra asustarlo —. ¡Tranquilo! ¿Qué te pasa?
—Ese... Ese hombre de ahí... No tengo un buen presentimiento, Janan...
— ¿Qué? —Janan se asoma por la ventana, pero un par de segundos tras observar, vuelve su mirada de manera incrédula hacia Uriel—. ¿Es una broma acaso? Ahí no hay nadie...