Un sonido estruendoso me despertó sobresaltándome.
Observé mi alrededor y ví que estaba sola, incluso Harold no estaba.
¿Y si se lo comieron?... Ay no.
Me levanté para salir de la cueva y buscar a los dos que desaparecieron.
Al salir me topé con una escena un tanto inusual.
Harold estaba encima del señor atacándolo y el otro sólo corría de un lado para otro, tratando de quitárselo.
Al parecer el anciano tenía una gran fuerza porque había un árbol en el suelo.
- ¡Quítamelo! ¡Quítamelo! -su grito era un tanto agudo.
Me reí a carcajadas.
- Harold basta -limpié mis lagrimas.
Mi amiguito lo soltó y se encaminó hacia mí sin perder la guardia que tenía contra el señor que era un aciano por su cabello platinado pero se mira como un señor de lejos.
Ustedes me entienden.
Él señor miró mal a Harold y este gruñó.
- Tú mascota es muy maleducado -resopló y se sacudió la tierra que tenía encima.
- Lo siento, pero mi amigo sólo me protegía -abracé a Harold- Además, ¿Qué es usted? -pregunté con curiosidad y cautela. No iba de acorde a la situación, pero lo quería hacer.
- Señorita, eso debería preguntar yo -dijo analizándome con la mirada- Que yo sepa, los humanos no se meten en tierras de "Moustros" -hizo comillas con sus dedos al mencionar la palabra.
- En eso tiene razón, pero no cualquier anciano cae del cielo y sigue vivo porqué sí -dije acariciando a Harold como una villana, algo que me gustó aunque no lo soy obviamente.
- Es obvio que sigo vivo porque no soy un humano y esta es tierra de moustros -se cruzó de brazos antes de hablar de nuevo - Hagamos esto, tú me cuentas por qué estas aquí y yo te cuento por qué caí desde el cielo -caminó hacia el tronco del árbol que tiró y se sentó- Toma aciento -palmeó el tronco.
Caminé con cautela y poniéndome en guardia, me senté por lo menos a dos metros del anciano y coloqué a Harold en mis piernas acariciandolo.
El aura que emanaba de él me dio más confianza, algo que es raro para mí, su presencia es cálida y me hace sentir que estoy en buenas manos.
- Bien, comienza señorita -pidió amablemente, siento que puedo confiar en él pero aún así es mejor tener la guardia alta por si acaso.
Me aclaré la garganta.
- Bueno, estoy aquí por asuntos un tanto fugases que se presentaron ayer y no tuve otra opción que venir a refugiarme aquí- no dí tantos detalles pero sé que los tengo que decir- Le contaré lo demás si usted me dice por qué cayó como una bolsa de papas del cielo.
- No confías ¿Eh? -dijo sonriendo- Me gusta que seas cuidadosa, pero yo soy de fiar -se acomodó en el tronco- Yo estoy aquí porque me atacaron mientras yo estaba volando con mi grupo de caballeros y guardianes, por culpa de una bola de fuego que lastimó mi ala y sino fuera por tí yo estaría siendo tragado por otras criaturas -terminó y arqueó la ceja- Termina de contar porque estas aquí -se cruzó de brazos.
Suspiré y me relajé, sé que puedo confiar en él- Como dije, un asusto se interpuso en mi vida, ese asusto es que ... -hice una pausa- Me querían sacrificar o en otras palabras, me querían asesinar - él anciano abrió los ojos sorprendido.
- ¿Pero, por qué? -se exaltó.
Buena pregunta querido.
- Porque pienso diferente a los de mi ciudad, ellos creen que soy una ignorante y estúpida sólo por creer que las criaturas míticas son buenas...bueno la mayoría. Y que podemos convivir juntos sin guerra, pero ellos me consideraban como una persona rara y loca -suspiré con histeria y Harold notándolo lamió mi mano con cariño.
- Pero que tienen en la cabeza esos humanos -se paró haciendo ademanes con las manos- Tienen caca en la cabeza ¿O qué? -se cruzó de brazos y bufó.
- Es por eso que quiero enfrentarlos. Enseñándoles que las criaturas y los humanos pueden convivir juntos -si fuera tan facil hacerlo, como cuando lo digo, todo estaría bien.
Él anciano era más grande que yo, su cabello era de color platino y sus ojos eran de color ambar muy atrayentes, sus rasgos del rostro eran finos, tenía una barba del mismo color que su cabello y unas cejas bien pobladas, para ser un anciano tiene sus dotes bien alimentados. Vestía de un chandal de color dorado y otro de color blanco abajo de este, algo inusual, parecía de un alto rango, su camisa era blanca, tenía unos pantalones de tela color gris y unos botines de color negro.
De verdad , si llegara a ser mayor, quiero ser así de guapa como él.
- Me alegro que no todas las personas sean así. -se giró hacia mí- ¿Qué te pasó en la mano? - señaló mi mano vendada.
- Ah, sólo me corté con una roca al escalar el muro.
- Algún día destruiré ese tonto muro que construlleron los humanos -expresó enojado, luego se quedó pensando algo- Se que no me lo has pedido pero te ayudaré con tu plan niña - sonrió y yo abrí mis ojos como platos.
- ¿Qué? - pregunté parándome - ¡¿Enserio?! - grité emocionada - ¡¿Pero por qué?! - estaba tan confundida y alegre a la vez.
¿Por qué me quiere ayudar?
- Shhh calla, me dejaras sordo -hizo una mueca de fastidio y diversión- Sí, te ayudaré ya que en generaciones también hemos querido mi raza y yo tratar de convivir con los humanos en paz, pero no habíamos logrado como.
- ¿Sólo eso?
- Mm no, de hecho la guerra que tuvimos hace diecisiete años dejó un gran vacío y no quiero que vuelva a suceder, para eso necesito ayudarte a formar una civilización de humanos y criaturas para que convivan juntos.
Su sonrisa era tan sincera que me daban ganas de pellizcar sus mejillas.
- Lo entiendo - hice una mueca- ahora que lo pienso ¿Qué criatura es anciano? - tenía curiosidad.
- Soy un Dragón Dorado - Dijo sonriente.
- Un Dragón Dorado ¿eh?
Según el libro de mis padres, dice que los Dragones Dorados son seres muy poderosos, sabios y de buen corazón que odian las injusticias.
Editado: 16.07.2021