Las vistas son hermosas desde cielo.
Y más si estas acompañada de criaturas míticas y estar sentada encima de un Dragón lo hace aún mejor.
- ¡Anciano mire! -señalé un pequeño lago- Que bonito se mira -dije asombrada por unas luces que brillaban dentro del lago.
- Son geniales las flores luminosas de ahí ¿no? -preguntó con una sonrisa.
- Son bellas, la forma en que iluminan al lago es maravilloso.
- Lástima que son mortíferas.
¿Qué?
Mi cara literalmente se quedó incrédula.
- ¿Estás bromeando?
- ¿Por qué lo haría? -respondió divertido.
Bufé.
El trayecto no fue tan largo gracias a las criaturas con alas.
- Casi llegamos niña -el anciano Yair me señaló unas montañas- Detras de eso, verás la maravillosa ciudad.
- Uuhh.
El cielo estaba lleno de estrellas, me recuerdo que mi madre me contó un mito sobre ellas.
- Anciano -lo llamé- ¿Quiére que le cuente sobre un mito de las estrellas?
- Adelante, es mejor hablar contigo que con este amargado -palmeó al Dragón y este bufó.
Reí y observé el cielo estrellado
- En la Antigua Grecia se contaba la historia de que el cazador Orión se enamoró de Pleione y de sus hijas, quienes trataron de escapar de él pero que sólo lo consiguieron cuando Zeus, años después, las transformó en palomas que volaron hacia el cielo para convertirse en un grupo de estrellas que hoy seguimos conociendo como las Pléyades.
La luna y las estrellas siempre han sido mi tema preferido. Mi madre siempre me enseñó un poco sobre ellas, cada noche pasábamos juntas en el sendero con mi papá, para disfrutar de la vista y contar historias.
- Las Pléyades en griego significa <<palomas>> -terminé de contar la mini historia- Mi madre me contó esta historia cuando era pequeña -dije sonriendo.
Harold me acarició la mano y lo abracé. Siempre ha estado conmigo, creo que ya me conoce y presiente cuando estoy triste.
- Que interesante niña -giré mi cabeza para verlo- Tu madre te educó bien -noté compasión en su mirada.
Odio que me miren con compasión, me siento débil.
- No me mire así -hice un puchero.
- Que tierna y fastidiosa eres -dijo riendo suavemente.
- Lo mismo digo -nos reímos.
- Ah mira -me señaló la maravillosa vista- Ya llegamos.
Señaló una gran cascada donde un arcoiris lunar se asomó y luego me dí cuenta que íbamos directo hacia ella.
Abrí los ojos como nunca.
Protegí a Harold con mis manos, cerré los ojos para esperar el impacto contra la cascada y al no sentirlo abrí los ojos.
Habíamos traspasado la cascada.
- ¿Pero qué? -dije confundida.
Busqué sí estábamos mojados por el agua, pero, no encontré nada.
- Genial ¿No? -preguntó el anciano y yo asentí.
Di por dado que la gran cascada era solo una ilusión.
Al observar al rededor me di cuenta de la maravillosa vista que tenía.
Una enorme y preciosa ciudad, un lugar que sinceramente de otro mundo.
Un castillo estaba en medio del bosque, rodeado de montañas y un río, a esta distancia casí no se notaban las casas que estaban ocultas por los árboles, era época de otoño así que las hojas de los árboles se miraban hermosas con las luz de la luna.
Los colores rojo y amarillo destacaban de todo, luces mágicas salían de unos arboles enormes que alumbraban las pequeñas calles.
Un muro grande cubría los alrededores de la enorme ciudad.
Era demasiado grande, pero, como estamos en las alturas podemos contemplar toda la región.
- Wow.
- ¿Verdad? -asentí- ¿Qué tal? ¿Qué tal? -me preguntó el anciano Yair como un niño.
- Es mágico y maravilloso.
- Lo se, no de por gusto mis antepasados y mis futuros familiares cuidamos y cuidaremos de esta ciudad -creo que lo dijo en un tono de "envídiame".
- Que arrogante -sonreí y rodé los ojos.
Las criaturas o los chicos, no sé como decirles, como sea, empezaron a descender en la parte trasera del castillo.
Al tocar con las dos patas delanteras, el Dragón se transformó haciéndonos caer al anciano y a mí.
Harold tuvo más suerte que nosotros. Él cayó en cuatro patas.
Como lo envidio.
- Ahg mi espalda -se quejó el anciano Yair.
- ¡AH! -grité- ¡No siento mi mano!.
- Estoy sentado en ella -dijo el anciano levantándose.
- Ahh -dije aliviada.
Me levanté del suelo.
- Ya ni respeto al Emperador tienen -bufó el anciano agarrandose la espalda.
- Ni que lo diga, los jóvenes de hoy ush -dije ofendida sacudiendome.
- En mis tiempos no era así.
Iba ha hablar, pero me interrumpió el chico de los ojos ambar.
- ¿Dejarán de hablar como si fueran viejas chismosas? -se quejó.
- Don amargado siendo amargado -bufé.
- Chismosas de buen corazón -dijo el anciano Yair haciendo un ademán con la mano.
- Eso -le sonreí con aprobación.
- ¡Ya basta! -gritó enojado.
- ¡No nos grites! -gritamos al mismo tiempo el anciano y yo.
- Ya, ya -se interpuso el Fénix- Vamos que ya es tarde -nos dió una sonrisa tranquilizadora.
- Es verdad -el anciano señaló al moreno- Howard, ordena una habitación para mi invitada especial en la residencia de mi nieto -me señaló con la mano- Estaremos en mi pequeño jardín.
- Como ordene, Su Majestad -hizo una reverencia.
- ¿Por qué en mi residencia? -dijo enojado el chico Dragón pero el anciano lo ignoró.
- Vamos te enseñaré algo -el anciano me jaló del brazo.
- Eh, ¿A dónde me llevas anciano?
- A dar una pequeña vuelta niña, ya mañana te daré una guía para que te enseñe lo demas.
- Espere -nos detuvimos- Harold ven -lo llame y este se me acercó, lo cargué en mis brazos para no dejarlo solo- Ahora sí.
Los demás nos siguieron, creo que son los caballeron y guardias personales del anciano.
Caminamos hacia un pequeño lugar escondido por unos arbustos de plantas trepadoras. El anciano Yair apartó uno de los arbustos con su mano dejando a la vista un pequeño lugar con rosas de todos los colores.
Editado: 16.07.2021