Ragnar
Entramos corriendo al hospital del castillo con Safra en brazos.
- ¡Doctor! ¡Necesito a un doctor! -grité al borde de la desesperación.
Un doctor Grifo joven se acercó a mí rápidamente.
- Pongan a las chicas en las camillas -señaló una parte separada donde se encontraba una habitación con dos camillas desocupadas.
Había olvidado a la otra chica que venía en brazos de Siena. Por la alteración que siento por Safra olvidé todo lo que pasaba a mi alrededor.
Colocamos a las dos en las camillas, rápidamente llegaron enfermeras y enfermeros con el doctor, nos sacaron a empujones del lugar ya que no nos queríamos salir.
Me acosté en la pared del pasillo, con las manos en el cabello, frustrado y nervioso.
- Todo saldrá bien -se dijo para si misma Siena.
Si ella no sobrevive no sé que sucederá.
- Todo lo hará -le contestó Elf acariciando el hombro de ella.
Todos estábamos con preocupados de que ella no se salve, menos Zita estaba neutra.
Coloqué mi cabeza en mi rrodilla.
No quería que muriera así de fácil, ella es una humana, fragil, pero fuerte, su actitud es terca al recibir ordenes, sé que se esfuerza en todo... más para entenderme.
No quiero que me deje.
- Ragnar -Howard depositó una mano en mi hombro- Va a salir de esta, te lo aseguro -asentí con pesar.
Luego pasaron horas, una eternidad para mí o para todos, incluso mi abuelo llegó afligido por la situación.
- ¿Aún no dicen nada? -preguntó tratando de no llorar y yo negué.
No me salían las palabras, si lo hacía mi voz se quebraría, no quiero que me vean así, el nudo de mi garganta me presionaba demasiado y sentía un terrible dolor en mi corazón. El defecto de la conexión entre nosotros dos, nuestro vínculo eterno.
Aún me falta por conocerla bien, sus preferencias y su vida. Lo único que pude ver en este lapso de tiempo en el que estuvimos juntos, sé que ella ama la naturaleza, ama lo agridulce, lo que es ácido, le gusta la música y odia que la contradigan al igual que a mí, odia que juzguen sin conocer... que la consideren como mala.
Sentí un gran golpe, como si mi corazón recibiera un puñetazo, uno de aquellos que por más que quieras nunca te alivias del dolor, aquellos que te infectan hasta lo más mínimo de puro sufrimiento. Fue ahí donde lo supe, donde lo sentí.
- S-Safra m-murio -logré decir antes de que mi vista se nublara por las lágrimas.
Su corazón, sus sentimientos se detuvieron, dejaron de existir, desaparecieron.
- ¿Q-Qué? -preguntó tembloroso mi abuelo.
- ¿C-Cómo lo sabes? ¿C-Como puedes estar seguro? ¡Ella podría estar viva aún! -gritó desesperada Siena.
- Siena calmate -consoló Dustin llorando- No te alteres.
- ¡Cómo quieres que no lo haga! ¡Es mi amiga! -pronunció antes de llorar en el hombro de Elf.
- H-Hijo ¿T-Tú y ella...? -asentí hacia mi abuelo.
Todos quedaron callados al escuchar la pregunta, sólo los sollozos de mi abuelo y Siena adornaban el pasillo.
- S-Safra y y-yo teníamos... el vínculo -murmuré con dificultad.
- Oh no -exclamó mi abuelo antes de abrazarme- No de nuevo.
Se está repitiendo. La muerte del alma gemela de uno de la familia Real, el asesinato de la única persona que forma parte del alma de un Dragón para siempre, la marca del amor y el sufrimiento echa por otro ser. El comienzo de una nueva era para ese Dragón, el dolor del sufrimiento en el corazón, se puede superar... sí, pero nunca desaparecerá la esencia de ese ser, el único ser que puede existir ante nuestros ojos.
Y se había ido... se fue para siempre.
Ni siquiera tuve la oportunidad de decirle sobre esta conexión, de hablar sobre lo que pasaba entre nosotros, de aceptarla apesar de ser diferente a mí. De aceptar lo que tanto negué.
- S-Se ha ido abuelo -mi mundo se desmoronó.
Todo lo que que viví, ese tiempo efímero que estuve con ella, me enseñó mucho.
Y todo desapareció.
El doctor salió, se acercó a nosotros con el rostro neutro, pero sus ojos reflejaban lástima y pena.
- Lo lamento, hicimos lo que pudimos en las dos -pronunció.
Los sollozos no se hicieron de esperar.
- ¿Las dos? -arrugó las cejas mi abuelo con confusión pero aún con tristesa en su voz.
- Sí, pueden pasar a verlas -nos abrió la puerta para pasar- Los dejaremos solos.
Los enfermeros que estaban allí adentro salieron junto con el doctor.
- Mi pequeña -murmure con tristeza al verla con los ojos cerrados.
Me acerqué a ella, me senté en la orilla de la cama y coloqué mi frente con la suya.
- Perdón por no protegerte, lo siento por dejarte sola, perdóname por no decir que te quería... que te amaba -mis lágrimas caían en el rostro de ella.
Al saber que ya no respira, mi vida se volvió gris, ella le daba color a mis días, pero ahora que ya no está...
Suspiré con pesar.
Me arrepentía de no haberle echo saber que ella era mi alegría de mi día a día, que era la chica que más extrañaba despues de que ya no estuviera conmigo en las misiones, que era la humana que pensaba en todas las noches.
Al principio creí que que era porque estaba sospechando de ella, pero luego me di cuenta de que la anhelaba, pero nunca lo acepté, siempre me negué a ese sentimiento hacia ella.
Ahora sé por qué dicen que el amor es lo peor y mejor a la vez en la vida de uno.
Me alejé de ella y limpié mis lágrimas.
Mi abuelo depositó su mano en mi hombro y me abrazó de lado. Él se acercó a ella para decir unas palabras al igual que todos.
El doctor entró de nuevo.
- ¿Podemos llevarnos los cuerpos? -preguntó y nosotros negamos, él suspiró- Bien.
Editado: 16.07.2021