Safra
Oscuridad.
Lo único que miraba, era la oscuridad que estaba instalada en una gran habitación, o al menos eso quería creer.
Mi cuerpo se sentía pesado. Estaba sofocada por no mirar nada. De estar atrapada dentro de lo desconocido.
Lo único que se escuchaba era mi respiración agitada, junto a otra acompañada de sollozos.
- ¿H-Hola? -mi voz salía temerosa, no voy a mentir sobre que estoy calmada.
- ¿Hola? -la voz de la persona era dulce, madura e inigualable- ¿Dónde estas? -preguntó la chica desde alguna parte de la oscuridad.
- No lo sé, no miro nada -respondí.
- Yo puedo ayudar en eso un poco.
Derrepente, una luz morada empezó ha emergir desde un lado del lugar. Al principio era debil, pero luego se convirtió como una lámpara que ilumina una gran parte de tu habitación, dejando al descubierto a una bella dama de rojo que tenía una bola de fuego entre sus manos.
Me acerqué lentamente bajo su atenta mirada, tratando de descubrir si era un ser con malas intenciones o no.
- ¿Estás bien? -fue lo primero que dije al llegar y ubicarme enfrente de ella, notando las lágrimas que pasaron por su rostro.
- Sí... ¿Y tú? -preguntó un poco dudosa.
Sonreí.
No es una persona mala, lo sé. Es cómo un aura cálida que siento al conocer a un ser que no es mala, que me avisa si confiar o no. Es lo mismo que sentí con el anciano Yair.
- Estoy bien, gracias -hice una pausa- Soy Safra ¿Y tú?
- Nieves.
- Interesante, un nombre muy hermoso y curioso -le contesté.
- ¿Sabes donde estamos? -preguntó ya más confiada.
- No lo sé...
Una gran luz me interrumpió dejándonos ciegas por un momento.
Dos enormes manchas de luz aparecieron desde la oscuridad mostrando escenas. Una me llamó la atención en especial.
Se trataba de una pareja que se veía feliz cuando miraban a la bebé que tenían en brazos, llevándola a un templo donde un ente la bautizó, la vieron crecer, caer y levantarce, pero de un parpadeo a otro, ellos desaparecieron, dejando a la niña con tan sólo siete años sola, con todo el peso de las burlas y el odio hacia ella por amar a las criaturas. Ella lloraba en sus tumbas, suplicaba verlos una vez más, tener un momento con ellos, pero nunca se cumplió. Algo lamentable que sucedió en ese lapso de tiempo.
Al cabo de los años ella salió adelante, aceptando todo lo sucedido, empezó a estudiar a las criaturas cómo sus padres lo hacían, trabajaba en un bar para comer y mantener su hogar, hizo buenos amigos, ayudó a varios seres, no sólo a los humanos, ganándose así a varios enemigos. En un día de esos, ella descubrió un diario, un diario donde prometió unir a dos naciones, crear aunque sea una ciudad de criaturas y humanos. Ella se prometió hacer el sueño tan querido de sus padres, como el de muchos que tanto anhelaban, dejando ver la valentía que derrochaba de su corazón.
Un día quizo cruzar la muralla que separaba a los mundos distintos, a los que supuestamente merecían estar separados un mundo de otro, pero la descubrieron, haciendo que esta vez los pueblerinos tomaran "carta" sobre el asunto, provocando que ella huyera de ese lugar en la media noche con su felino dentro de un bolso y un libro de sus padres, dando paso a una oportunidad, a una esperanza y a una nueva era con tan sólo cruzar la muralla.
Durante su estadía estando perdida en el bosque denso, ella conoció a un anciano, un anciano que resultó ser el emperador de una gran ciudad, con un pasado triste que le hizo prometerse a cumplir el sueño de su alma gemela. Él le ofreció ha ayudarle con formar una ciudad junto a ella y hacer que los seres que viven en el mundo, sepan que no todos los humanos y criaturas son malas, que no todas quieren guerra y poder, sólo quieren paz y tranquilidad, pasar más con sus familias y no involucrarlas en terreno peligro, ellos querían cumplir sus promesas.
Lo lograban poco a poco en el mundo de las criaturas, aunque no todos lo aceptaban, habían otros que sí, más que todo, las criaturas cercanas al emperador.
Pero ocurrió algo, algo que cambió las cosas en la actualidad. La chica sufrió un ataque hacia ella inesperado, una flecha la atravesó haciendo que callera y los gritos de pánico de sus amigos sonando como fondo, el nieto del emperador era el que más desesperado estaba dejando ver lo aterrado que estaba al pensar que la miraría por última vez.
Luego de eso, todo se volvió negro.
...
Solté un sollozo, no me di cuenta de que estaba llorando hasta que toqué mi mejilla.
Mi niñez... mi vida, se vieron reflejados los duros años que viví.
Solté todo lo que guardé durante esas escenas, dejando ver lo vulnerable que estaba. Tan sólo de pensar que sufren por mi, me da una tristesa que nunca se curará.
Otro llanto se unió a mí.
Nieves estaba llorando del mismo modo desconsolado que yo.
No se cuanto tiempo pasó para que nuestros llantos sesaran, dejando sólo los sollozos.
Despues de calmarnos un poco, ella y yo nos sentamos en el obscuro suelo.
- ¿Cómo es que nos está pasando esto? -reflexioné, sabía que mi vida no era facil, pero a este punto creo que debí hacer algo muy malo en mi vida pasada.
- No lo sé, creo que nos maldicieron o algo -reí con su comentario.
- ¿Qué fue lo que te pasó a tí? ¿También eres una criatura? -pregunté por su poder de antes.
- ¿Una criatura? -preguntó confundida- Yo soy una persona Flariana -¿Flariana? Nunca había escuchado sobre ese tipo de criaturas.
Ella debió haber visto mi rostro de confusión y me siguió explicando.
- Por ver tu vestimenta como de una época antigua, supongo que no eres de mi mundo -dijo con un poco de convencimiento.
- Supones bien.
Otra voz nos hizo ponernos alerta, Nieves y yo nos paramos rápidamente para ponernos en guardia.
Una figura de un hombre salió de la oscuridad iluminando el lugar.
Editado: 16.07.2021