Perfectamente imperfectos

15: Malentendido

 

Estoy abriendo los ojos lentamente, siento los párpados pesados, la garganta seca y está de más decir que siento que la cabeza se me va a explotar, no sé donde estoy, eso hace que me asuste, ahora con quien mierda amanecí. Lo único que recuerdo de anoche es que le dije a Morgan que me sacara de ahí, entonces me llego un mensaje que en el club había una fiesta, tuve que rogarle para qué me llevará, la convencí, me puse a tomar como loca como si no hubiera un mañana, no sé en qué momento me separé de Morgan, solo tengo recuerdos vagos de mi conversación con Ansel, después de eso no recuerdo nada. Me levanto de la cama y observo la habitación, todo es de color blanco, Al fondo tienes unos lindos cuadros, una gran ventana que se puede ver todas las casas, por lo menos pase la noche en un bonito lugar, pensé, siento un pequeño dolor en mi brazo derecho y me asusto cuando veo que tengo un parche como si me hubieran inyectado algo, la alarme de mi cabeza se enciende, ¿si me secuestraron? Me empiezo a asustar, así que voy hacia la puerta para ver si estoy encerrada justo cuando lo iba a hacer alguien se adelantó.


 

—Al fin despiertas, creí que te tenía que despertar—Ansel entra al cuarto con rostro preocupado.


 

—¿Hace cuanto que estoy aquí?


 

—Desde anoche—mierda mis padres me van a matar, al parecer Ansel me leyó la mente.


 

—No te preocupes, tome tu teléfono y les mande un mensaje que te ibas a quedar en casa de Morgan—la tranquilidad vuelve a mí. Se forma un silencio bastante incómodo, creo que es la primera vez que no sé qué decir.


 

—Supongo que gracias—le digo bastante bajito.


 

—Abajo está el desayuno por si tienes hambre—en cuanto mencionó desayuno el pequeño demonio que tengo dentro se hizo notar.


 

Salimos del cuarto y me guío hacia el comedor donde están unos ricos panqueques con jugo de naranja. Nos sentamos y empezamos a desayunar en silencio, el ambiente está bastante tenso, solo se escucha el ruido de los cubiertos cuando chocan con los platos.


 

—Sufriste una intoxicación—me dice Ansel después de un rato, no recuerdo que haber tomado tanto.

 

 

—Gracias por ayudarme.


 

—Dale Gracias a Dios que el que te encontró fui y yo, y no un depravado—por su tono me doy cuenta de que me está reclamando.


 

—Y ya te lo agradecí, ¿quieres que me arrodille o que te traiga flores?—no me gusto para nada su tono.


 

—Solo que puedes ser un poco más responsable, cómo se te ocurre beber de esa forma en tu estado, pudiste perder al bebe.


 

—Basta, no quiero escuchar reclamos y menos de ti que me llamaste zorra y que dudaste de tu paternidad.


 

—Ya te pedí disculpas.


 

—Tu disculpa me la paso por donde no me da el sol, así que deja preocuparte por mí o lo que sea, qué haces porque no te necesito.


 

—Sabes que eso no será posible, porque tienes algo ahí que es mío—me señala mi vientre para que sepa de qué habla.


 

—Deja de hablar de este bebé como si se fuera a quedar con nosotros—ya es hora de que se vaya haciendo la idea.


 

—Puedes dejar de decir estupideces Olivia, ya es hora de madurar, tenemos que hacernos cargo y no evadir el problema y listo—se levanta de silla mirándome bastante molesto.


 

 

—¿Madurar yo?, acaso crees que esto va a hacer lo más fácil del mundo, estás hablando como si nos encontraron haciendo una travesura y nos castigaran y listo, pero es más grave, mucho más grave, no quiero ser una madre adolescente frustrada porque no pudo cumplir sus sueños y no poder darle lo que necesita y darle el amor que se merece, ni siquiera me sé cuidar yo misma como pretendes que voy a cuidar a otra persona, Ansel no puedo hacerlo no me siento capaz, no quiero tenerlo y que crezca sin amor, y que sufra por eso toda su vida porque tendrá a dos padres que no supieron cómo hacerlo feliz—dije todo eso con la voz entrecortada, Ansel me mira en silencio sin saber que responder así que aprovecho eso y salgo del lugar para buscar un taxi e irme a casa.


 


 

Dos semanas después


 


 

Estamos en el instituto en receso, ya cada día estamos más cerca de la graduación, no puedo creer que ya nos vamos a ir de aquí y no vamos a volver, todas las bromas que guardan estas paredes, solo me puedo imaginar que felices deben de estar todos los profesores de que ya no me tienen que ver la cara y sobre todo el director y mi querido amigo Silas. Morgan y Caleb charlan animadamente mientras que yo no presto atención y juego con mi comida, estos días han sido bastante agotador entre estudiar para los exámenes finales y que cada día, como menos, no duermo y ni hablar de las malditas náuseas que hora son parte de mi día a día, tengo unas ojeras que se notan a lo lejos. Hace unos días Clara me llevo al hospital para hacerme un chequeo, dice que es bueno para saber cómo está el mini fenómeno, si piensan que me emocione cuando escuche sus latidos como toda madre dramática primeriza pues no, eso no cambia nada, en el momento que me estaban haciendo la ecografía mi mirada se mantuvo neutra sin una pizca de emoción, la doctora me dijo que tengo que cuidarme porque el bebé no tiene un buen peso, así que me recetó algunas vitaminas y no sé que cosas más.


 

—Olivia, hace tiempo que Caleb y yo queremos decirte algo, pero con lo que pasó no tuvimos oportunidad—levanto la mirada para ver Morgan nerviosa.


 

—Hablen ahora o callen para siempre—digo tratando de bromear con una sonrisa fingida.


 

—Caleb y yo estamos saliendo—lanzó tremenda carcajada, no puedo creer que estén bromeando con algo así.


 

—No voy a caer en su juego, sé que lo están haciendo para cobrarse algo que les hice—pero algo raro está pasando porque no veo ni rastro de broma en sus rostros, yo siempre los descubro cuando me quieren hacer una broma.



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En el texto hay: romace, polosopuestos, novela juvenil 18

Editado: 13.11.2024

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