𝐕𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧𝐞
El vidrio del ventanal refleja mi rostro endurecido. Mis labios siguen tensos, mi respiración entrecortada. Intento ignorar el eco de sus palabras, pero siguen ahí, como un veneno circulando por mis venas:
"Yo siempre consigo lo que quiero."
Aprieto los dientes.
Si Matheo piensa que puede entrar en mi oficina, en mi mundo, y desestabilizarme con un par de frases arrogantes, está muy equivocado.
Oasis Inn no es solo un negocio. Es mi legado, mi revancha, mi redención. Cada muro levantado, cada acción en alza, cada contrato firmado es un recordatorio de que ya no soy esa niña ingenua que creyó en su sonrisa.
—Yuri —llamo a mi asistente, quien entra de inmediato, con cautela, como si presintiera la tormenta.
—¿Sí, señorita Valentine?
—Quiero que refuerces todos los acuerdos con nuestros socios estratégicos. No quiero fisuras. Y asegúrate de que cualquier intento de contacto por parte de Stonegate sea bloqueado antes de llegar a mi escritorio.
Yuri asiente, aunque puedo notar el nerviosismo en sus ojos. Sabe lo que significa enfrentar a Mattheo Blackwood. Todos lo saben.
Yo también lo sé.
Y precisamente por eso, no pienso retroceder.
𝐌𝐚𝐭t𝐡𝐞𝐨
Camino por el pasillo del edificio como si me perteneciera. Mis pasos son firmes, pero en mi pecho arde algo más que furia: la obstinada sensación de que verla, después de tantos años, me desordenó más de lo que estoy dispuesto a admitir.
El aire que respiré en su oficina estaba cargado de electricidad. Valentine siempre fue fuego, pero ahora… ahora es acero. Ya no es la chica que corría tras mis bromas, ni la que se derretía con un beso robado. Es una mujer que aprendió a cerrar cada grieta.
Una sonrisa se dibuja en mis labios, no de ternura, sino de desafío.
Así es mejor.
Prefiero a una oponente digna antes que a una víctima dócil.
Subo a mi auto, cierro la puerta y dejo que el silencio me envuelva. El reflejo en el retrovisor me devuelve mis propios ojos verdes, más oscuros que nunca.
—¿Ella cree que puede borrarme? —murmuro, y la rabia se mezcla con un extraño destello de… ¿admiración?
No importa.
Ella me arrebató el trono del mercado.
Pero el juego apenas comienza.
Saco el teléfono y marco un número que no había usado en meses.
—Quiero todos los informes de Oasis Inn. Contratos, proveedores, puntos débiles. Todo. —mi voz es fría, calculadora.
—Señor Blackwood, eso podría tomar semanas…
—Entonces empieza ya. —cuelgo antes de escuchar excusas.
La guerra nunca se gana con paciencia. Se gana con estrategia.
Y Valentine acaba de declararme la guerra.
𝐕𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧𝐞
Esa noche no puedo dormir. Doy vueltas en la cama, con los recuerdos atormentándome como fantasmas. Sus palabras. Sus ojos. La forma en que se inclinó hacia mí como si todavía tuviera algún derecho sobre mi espacio, sobre mí.
Me obligo a sentarme. Tomo mi laptop y abro los últimos reportes financieros. El cansancio me arde en los ojos, pero no puedo darme el lujo de mostrar debilidad, ni siquiera frente al espejo.
Cada número, cada cifra, cada gráfico me recuerda lo que está en juego: no solo mi empresa, sino mi orgullo, mi identidad.
Pero entonces lo recuerdo.
Ese instante, ocho años atrás, cuando mi mundo se desbordó,me descolocó,el aleteo de mariposas en mi estómago se convirtió en náuseas, todo se terminó.
Y si sobreviví a ese dolor, sobreviviré a cualquier cosa que él intente ahora.
Cierro el portátil, respiro hondo y me miro en el espejo.
—Esta vez no, Mattheo —susurro.
—Esta vez no.
𝐌𝐚𝐭t𝐡𝐞𝐨
Horas después, en mi oficina, despliego sobre la mesa los primeros informes. El olor a whisky impregna el aire mientras paso las páginas una tras otra.
—Interesante… —murmuro al ver un contrato débil, una alianza demasiado reciente, una inversión arriesgada.
Sonrío.
Ahí está.
La primera fisura en el castillo de Valentine.
Apoyo el vaso de cristal sobre la mesa y me reclino en la silla, cerrando los ojos por un instante.
No puedo negar que verla me removió todo. Que escuchar su voz cortante me hizo recordar cada palabra de aquella última pelea, cada lágrima que no llegó a secar.
Pero ese capítulo se acabó.
Lo que siento ahora no es amor.
Es hambre.
Es revancha.
Y si Valentine cree que puede jugar conmigo en el tablero de los negocios… que se prepare.
Porque no hay nada que disfrute más que un enemigo digno.
𝐄𝐧 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨…
La ciudad duerme, pero ellos no.
Dos almas marcadas por el pasado, dos corazones endurecidos por la traición, dos titanes que alguna vez se amaron y ahora se declaran la guerra.
El amanecer traerá consigo contratos, movimientos estratégicos, alianzas nuevas… pero también miradas, recuerdos y heridas que nunca cicatrizaron.
Porque algunas guerras no se libran en campos abiertos, sino en oficinas iluminadas por la penumbra.
Y el precio de la victoria, esta vez, no será solo el mercado…
Será el corazón de quien logre resistir más tiempo sin ceder al fuego del otro.
Editado: 11.09.2025