Perfidia

VI

No había un sendero fijo, pero logró encontrar a la persona que buscaba. Ella caminaba a paso lento y tambaleante, recargándose en los árboles aledaños para evitar caer, al percatarse de su presencia intentó ir más rápido o eso fue lo que creyó, por que realmente, unos sujetos encapuchados salieron de la nada, saltando sobre ella con largas cadenas negras y grilletes, en un intento por atraparla, sin embargo, ella pudo salirse del camino cayendo a un lado con un estrepitoso sonido, el rubio corrió a su lado, golpeando sin compasión a los elfos que cayeron muertos, pateó las cadenas lejos, que reaccionaron a ello brillando un poco, acercó las manos para ayudarle a levantarse, pero ella se retrajo en sí misma, buscando alejarse, su mirada estaba perdida en un punto incierto.

—Alejate, alejate...

Murmuró, buscando refugio en sí misma.

—Tranquila, Liv, soy yo, Thor—llamó por su apodo, buscando tranquilizarla

—No iré, no volveré...

—Liv, Liv, soy Thor, tranquila, no te lastimaré.

— ¿Thor? —finalmente fijó su vista en él, recobrando parcialmente su compostura

—Sí, Liv, soy yo—calmó, era curioso estar tratando de consolar a alguien

—Vete, Thor, debo hacer esto...—se alejó dispuesta a ponerse de pie, recompuesta de su deplorable actuación frente al dios

—No me iré, quiero saber ¿por qué hiciste todo esto? ¿Qué te pasó?

— ¿Todo esto? Thor, yo no hice nada, estoy tratando de ayudarlos—bajó la mirada, buscando serenarse, intentando continuar—cuando no debería hacerlo, pero estoy cansada de seguir órdenes, haré lo que yo quiera, ahora vete y déjame terminar con esto.

Dicho esto, se puso de pie y con un ágil movimiento, golpeó a Thor en el pecho cuando intentó detener su escape, sumado a la energía del Aether que reaccionó a este hecho, el golpe lo dejó inconsciente contra un árbol que se partió en dos, se dio vuelta sin mirar atrás buscando una de las rutas que Loki solía usar para viajar a otros Reinos sin necesidad del Bifröst, pero mientras buscaba, ignorante de todo al tratar de no perder el control sobre sí misma, olvidó que cuando había cerca Elfos Oscuros, muy probablemente también lo estaría su rey, por lo que se topó de frente con el dueño de sus pesadillas en un determinado momento de su búsqueda, haciendo que casi se cayera al suelo de la impresión.

—Querida mía ¿creyendo poder escapar?

Mientras eso ocurría, el cielo asgardiano se vio invadido por varias hordas de naves negras y alargadas, propias de los Svaltarfár, flotilla tras flotilla atacando asgardianos inocentes, unos volaban por el pueblo, asesinando sin compasión desde las naves, lanzando rayos amarillos que calcinaban e incendiaban viviendas, siendo a su vez, perseguidas por las propias naves del reino, otras más ambiciosas, golpeaban contra el castillo asgardiano hasta quedar inmóviles en el interior tras causar grandes destrozos, donde grupos de Einherjer se apiñaban alrededor en busca de contener la amenaza. No hubo mucho tiempo para planear cuando la primera nave apareció, pero estaban a cargo de Loki, así que el tiempo no fue demasiado problema, sino la concentración tambaleante del príncipe. Claro que no confundamos esto, pese a todo, sus planes nunca fallaban por causa suya, sino por los guerreros que no seguían al pie de la letra sus órdenes, y luego de tanto tiempo, habían aprendido a no poner en duda su palabra.

Loki se hallaba al frente, atacando con gracia y maestría a todo aquel enemigo que se le pusiera enfrente, las tropas mantenían a raya a los oponentes impidiendo el paso, nadie debería haber entrado al interior, sin embargo. Las grandes puertas de roble tallado se abrieron de golpe, una risa enigmática y burlesca haciendo eco, erizando los vellos de la nuca de los guerreros asgardianos, un hechizo amplificador de sonido por supuesto, una frase dicha en un idioma irreconocible en una voz femenina familiar y los elfos oscuros se replegaron lejos, dejando paso a la persona que sorprendió a más de uno por razones diferentes:

Livet caminaba imponente con un vestido azul y plateado, el cabello blanco revoloteando alrededor, suspendido gracias a la magia oscura que manaba de su cuerpo y que le cubría de tal forma que asemejaba a un campo de energía, en su mano zurda sostenía una espada, sin embargo, lo que llamaba la atención era lo que sostenía en la otra mano, o mejor dicho, a quién sostenía en la diestra, a quien arrastraba consigo de manera deliberada. Frigga apenas podía sostenerse en pie para no terminar por dejar caer su peso, intentaba zafarse del agarre de acero en sus rubios y ahora, enmarañados cabellos, la sangre salía de su frente manchando su rostro, tenía el labio roto, varios hematomas visibles, su vestido estaba algo rasgado y apenas podía sostenerse a sí misma, notablemente cansada de luchar. La peliblanca se detuvo, gesto arrogante y complacido de ver como había logrado detener la lucha con facilidad, detrás de las féminas, Malekith y Algrim salían, el primero con las manos en su espalda, el segundo, alto e imponente como era, un resguardo para los dos con una lanza en sus manos.

— ¡Señores! —bramó con una sonrisa, la heterocromía opacada por un negro profundo— ¡guerreros y ciudadanos!

Los asgardianos notaron, con horror, como en efecto, los aldeanos avanzaban detrás de ellos, siendo custodiados por los svartalfár, una horda que se supone debía estar mermada, cosa que implicaba que aquellos guerreros dedicados a dicho trabajo, habían perecido.




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