Periodista paranormal

Capítlo 3: Portales cósmicos

Matías se aferró a su asiento. Era la tercera vez que se subía a un avión, pero aún no lograba acostumbrarse al despegue. Observó por la ventanilla y vio que los objetos parecían desplazarse a toda velocidad. Se sintió oprimido contra el respaldo y cerró los ojos por un instante. Al abrirlos se dio cuenta de que estaban volando.

Se relajó un poco una vez que ganaron altura y el aeropuerto se tornó lejano. El periodista envidiaba la capacidad de relajación que tenía Rodrigo. El fotógrafo se había quedado dormido apenas habían tomado asiento y ahora roncaba a su lado.

Aunque el vuelo a Misiones no era demasiado largo, lamentó no haber tenido el tiempo para reemplazar el celular que le habían robado hacía unos pocos días. Cuando le ganó el aburrimiento, sacó la libreta que siempre llevaba consigo y se puso a dibujar.

Nunca había sido un asiduo dibujante, pero su mano guiaba la lapicera como si supiera lo que hacía. Una vez que terminó, contempló el producto con orgullo. No era ninguna obra de arte, pero para alguien que llevaba años sin dibujar, resultaba satisfactorio.

El retrato en tinta de aquella misteriosa mujer que había desaparecido y posiblemente se había robado su celular sonreía con malicia desde el centro de la hoja. Matías cerró su libreta y la guardó en el bolsillo de su campera de jean. Era mejor que Rodrigo no lo viese. Aunque el fotógrafo había sido testigo de cómo lo habían dejado plantado, Matías no había mencionado la pérdida de su teléfono. Para conservar su orgullo, había dicho que lo había vendido para comprar uno mejor y le estarían entregando el nuevo equipo en unos días.

Una vez en el aeropuerto, Rodrigo rentó un auto. Matías aprovechó el viaje hacia el hotel para apreciar el hermoso paisaje. La vegetación era exuberante y entre los diferentes estratos de la selva se veían pájaros increíbles. Llegó a distinguir un tucán cuyos colores contrastaban con las distintas tonalidades de verde. Momentos como ese lo hacían amar su trabajo, ya que era como estar de vacaciones.

Se registraron en una pensión que estaba enfrente de un lujoso hotel. La habitación era pequeña y sencilla. En el baño había hormigas que tenían el tamaño de la uña de un pulgar. Debían haber entrado ahí por una ventanita que permanecía entornada frente a la ducha. Matías esperaba no toparse con ningún otro tipo de insecto gigante, especialmente en el lugar donde pasaría las siguientes noches.

No se demoraron demasiado dentro de la habitación. Poco tiempo después se dirigieron al hotel internacional en donde se suponía que iban a encontrarse con un reconocido investigador paranormal.

En Buenos Aires, cuando él se enteró de que la estrella del canal de historia iba a llegar al país, había movido cielo y tierra para poder pactar una nota. El joven periodista se sentía bastante identificado con aquel experto en ufología y esperaba algún día llegar a ser tan famoso como él.

No pudo evitar sentir cómo la decepción se apoderaba de su ser, cuando la recepcionista les comunicó que la reserva había sido cancelada por un contratiempo inesperado. Matías y Rodrigo compartieron la misma mirada sombría. Habían invertido muchísimo tiempo para convencer a su jefa de que era muy importante hacer un viaje a Misiones para conseguir el testimonio del investigador paranormal más famoso del momento. Si no conseguían hacer una nota que justificara la inversión económica que había hecho la revista, se jugarían sus empleos.

Afortunadamente no tuvieron que esforzarse demasiado para encontrar un evento relevante que estuviese a la altura de la frustrada entrevista. Apenas salieron del hotel, dos señores mayores se dirigieron hacia ellos y fue como si el universo moviera los hilos del destino a su favor.

A partir de ese momento, una serie de eventos se fueron desarrollando para que pudieran conseguir una nota tan buena o mejor que la que habían ido a buscar.

—Disculpen las molestias —dijo el más alto de los hombres quitándose la gorra y dejando al descubierto una calvicie incipiente—. ¿Son ustedes los enviados del canal de historia?

Guiado por un impulso y sin saber muy bien por qué lo hacía, Matías mintió.

—Sí —dijo y esquivó la mirada de sorpresa de Rodrigo.

—¡Excelente! Mi nombre es Luis y mi compañero se llama Diego, pero le dicen "el Mudo". Quedó tan impresionado la primera vez que abrimos las puertas cósmicas que no volvió a hablar el pobre. ¿Están seguros de que quieren hacerlo hoy? Si no lo hacemos esta noche, vamos a tener que esperar otras tres lunas llenas para hacerlo.

Luis les dedicó una mirada muy seria mientras el Mudo asentía en silencio.

—Sí. Por supuesto, estamos preparados para enfrentarnos a eso —esta vez fue Rodrigo el que habló.

Matías se relajó un poco. Quizá pudieran seguirle la corriente a aquellos hombres y apropiarse de la nota que tenía planeado el programa de ufología. Con un poco de suerte no serían descubiertos y podrían conservar sus empleos después de todo.

—Disculpe mi atrevimiento, señor, pero por lo que nos dijo su asistente por teléfono, imaginé que me encontraría con alguien de más edad.

Palideció. Se sentía descubierto, no solo estaba claro que no era un investigador de cuarenta y tantos años, sino que su acento delataba que era argentino. Intentó parecer despreocupado e improvisó:

—Me disculpo en nombre de la producción del canal. Se suponía que iban a avisar que surgieron algunos imprevistos y el equipo no pudo llegar. Sin embargo, sabiendo que los fenómenos astronómicos eran propicios para la apertura de los portales, optaron por asignarnos a nosotros, sus corresponsales de Argentina.

No pasaron más que unos pocos segundos en los que Matías contuvo la respiración esperando a que Luis dijese algo. Afortunadamente, creyeron su historia.

—Bien, bien. Es bueno que los jóvenes se interesen por temas serios como estos —dijo dándole una palmada en el hombro al periodista.




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