Pero...¿ Donde estamos?

CAPITULO 3

Pov: Raquel
Me desperté con el traqueteo del tren, no tengo muy claro en qué momento me dormí, miré por la ventana y solo vi campo y árboles, las chicas estaban hablando alegremente cuando se percataron de mi reciente presencia.
-Buenos días bella durmiente- Me saludó Ema
-Fíjate, la que dijo que no iba a dormir y ni se ha entrado de cuando hemos parado- Se rieron Marina y Anastasia
- ¿Cuánto llevo dormida?
-Hora y media quizás, hemos estado parados mucho rato, parece que había un problema en las vías o algo- apuntó Marina mirando el móvil
-Nos quedará menos de una hora, no queríamos despertarte, parecías un bebe de lo profundamente dormida que estabas.
-Eso será porque estaría soñando con los Zipi y Zape de la cafetería- Eso me pilló muy desprevenida, pensé que Marina no se había dado cuenta.
- ¿Cómo? ¿Has visto a mi futuro marido y no me los dices? - Por primera vez en todo el viaje vi a Ema con los ojos completamente abiertos- ¿En qué vagón están?
-Cálmate acosadora, quizás se han bajado antes y has perdido tu gran oportunidad- se burló Anastasia.
Me sentí algo aliviada al ver que empezaban a tomar el pelo a Ema y que no le dábamos más importancia. Decidí ir al baño antes de llegar a la estación, Marina se levantó para dejarme pasar no sin antes dedicarme una sonrisa pícara insinuando cosas que no eran.
En verdad tampoco me importaba que se burlaran un poco de mí, no lo hacían a malas y seamos sinceros, había hecho un poco el ridículo, pero bueno, había pocas posibilidades de verlos otra vez así que no tenía de que preocuparme. Adelanté unos pasos y me fijé que la señora seguía en el vagón, pero seguíamos las cinco solas, era increíble que siguiese durmiendo con el jaleo que estaban organizando mis amigas.
Al cambiar de vagón me di cuenta que había mucha menos gente que antes, por no decir que no había nadie, no era un tren muy grande ni eran fechas señaladas para viajar, pero de ahí a que no haya nadie en el tren... daba mal rollo. Continúe hasta el baño, solo vi a dos tripulantes, no quería darle más vueltas y me metí en el cubículo; contaba con un amplio espacio de un metro por un metro... Menos mal que solo me iba a lavar la cara, aquí era imposible moverse.

Abrí el grifo y salió el agua bastante fría, aun así, me moje la cara y parte del cuello, me mire en el mini espejo y sentí algo de alivio al ver que no estaba tan mal como esperaba, un par de legañas se vislumbraban en mis ojos marrones, pero nada que un papel húmedo no arregle. Mientras intentaba adecentarme un poco llamaron a la puerta, la verdad es que me asusté un poco, no me lo esperaba -Un segundo- Exclame más alto de lo normal aunque sin gritar, pero volvieron a llamar-Ya salgo- dije esta vez bastante más alto, cerré el grifo y abrí la puerta, mi sorpresa fue notoria al ver que no había nadie, ni rastro de que alguien se acabase de ir, mire a ambos lados y nada, todas las puertas son de cristal por lo que puedes ver si hay alguien de pie y ahí no había nadie, como persona racional que soy hice lo más sensato, cerré la puerta y fui casi corriendo a mi asiento. Me plantee contárselo a las chicas, pero seguro que lo había flipado o había sido algo de las ruedas que resonaban en esa zona.

No había llegado a mi asiento cuando el tren se paró de golpe haciéndome caer de bruces contra el suelo, note como se me bajaba la presión por un segundo y se me nublaba la vista, oí maletas caer y el grito de Anastasia llamándome, las luces empezaron a parpadear, Marina se levantó intentando calmarnos y llegando hasta mí, note una mano agarrándome del brazo, no eran mis amigas, estaba lejos, me gire despacio ya que notaba la cabeza dolorida, estaba claro que me había dado con algún asiento, la señora de nuestro vagón me ayudó a levantarme y me senté en el asiento más cercano.
-Raquel, ¿estás bien? ¿Te duele? - Me fijé que los ojos de mis amigas iban a mi frente, me toqué la zona más dolorida y noté algo líquido, no me puedo creer que me haya hecho una herida.
-Espera aquí cariño, iré a por unas gasas o algo-dijo la señora al levantarse e irse dirección al baño
-Nena que ostia te ha dado- dijo Ema sin apartar la vista de mi reciente herida
- ¿No te has hecho nada más? ¿Ves bien? ¿Te mareas o algo? - No entendía las preguntas de Anastasia, es decir, solo era un golpe no me habían decapitado, en ese momento me di cuenta que aún no había pronunciado palabra, sentí algo de sangre en la boca, pero no noté dolor así que no me alarmé más de la cuenta.
- Estoy bien, dentro de lo que cabe...-Me noté la voz rasposa y sí que estaba algo mareada-¿Qué ha pasado? -pregunté mientras miraba por la ventana
-No sé, el tren se ha parado de golpe, voy a ver si alguien dice algo- Salió corriendo Marina.
Empecé a sentirme mejor en cuanto volvió la señora con un paño frío y unas gasas, me curó la herida y me trajo un poco de agua, le dije que notaba sangre en la boca, me dijo que me había mordido un poco la lengua al caer. pero que no era grave, mientras esperamos a Marina nos contó que había sido enfermera pero que ahora estaba tomándose un tiempo para sí misma, descubrir lugares y vivir libremente, yo solo sé que agradecí que estuviese allí.
Pasaron unos quince minutos cuando Marina regresó con el conductor, tripulantes de cabina y los dos chicos de la cafetería, ambos me miraron bastante sorprendidos, debía de
tener peor pinta de la que creía
-Señorita lamento mucho esto, ha sido un accidente del que me hago responsable- el conductor estaba sudando de los nervios
-No se preocupe, ¿Qué ha pasado?
-Parece ser que hay un obstáculo en las vías un poco más adelante, nos han ordenado parar a esta altura para que puedan trabajar tranquilos hasta solucionarlo
-Estamos encerrados en el tren entonces- sentenció Ema con cara de pocos amigos
-Y sin cobertura- puntualizó Anastasia, todos los presentes sacamos los móviles para comprobar si teníamos cobertura, ni una sola raya y los datos tampoco es que fueran del todo bien, al final estábamos, literalmente, en medio de la nada.
-Ya hemos avisado a los servicios de emergencia-GENIAL-lamentablemente- como no...-ahora mismo no pueden venir a buscarnos, parece ser que la única forma es por las vías...igualmente nos has dicho que podemos esperar en el tren, el cual está bien suministrado- salvo por el baño pensé-o podemos ir al pueblo que está cerca.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo
- ¿Un pueblo? – dijo la señora con poca convicción
-Si, no está lejos, a unos dos kilómetros, es pequeño pero tiene un pequeño hotel, no creo que esté ocupado y, explicando la situación seguro que nos dejarán estar allí el tiempo que tarden en arreglar las vías - Yo entiendo que los tripulantes de cabina deben ser optimistas y no mostrar nerviosismo, pero esta chica me estaba poniendo nerviosa con tanta sonrisa y esperanza, el plan no era mala idea, pero... no nos mintamos, pueblo perdido y sin cobertura no suele sonar muy bien.- Además habrá teléfonos, así podremos llamar a nuestros destinos para avisar de lo ocurrido- Eso si me gustó.
Las cuatro nos mirábamos sin decir nada, no hacía falta, sabíamos que íbamos a ir, la idea de una cama y una ducha decente sonaba a gloria.
El conductor y los tripulantes decidieron quedarse en el tren por si había alguna noticia poder avisarnos, el resto cogimos nuestras maletas y echamos a andar dirección pueblo misterioso a dos kilómetros...
Estuvimos casi una hora caminando hasta que vimos el pueblo, he de admitir que fue culpa mía mayoritariamente, me estaba empezando a doler horrores la cabeza y tenía que parar para no marearme cada poco tiempo.
-Está claro que hoy no es tu día de suerte- Me gire al oír esa afirmación, era el chico rubio del tren- Primero el grito que te ha llevado en la cafetería, luego la herida y ahora claramente los mareos que intentas ocultar pero que no se te da muy bien- Mírale que listo.
-Si bueno, tampoco voy a decirlo muy alto, aún podrían ir peor las cosas.- No podía más,
tuve que pararme bajo un árbol.
- ¿Quieres que te lleve la maleta? - su ofrecimiento me hizo abrir los ojos inmediatamente
-No, puedo sola, pero gracias- sonreí para apoyar mi idea, pero no coló mucho
-Ya...- me miro desconfiado, obviamente no estaba bien y si quería que otro me llevara la maleta, o a mí en brazos, pero no se lo iba a admitir, ni le conozco.
Seguimos andando lo que para mí fueron horas, pero realmente solo fueron quince minutos más hasta que llegamos al famoso pueblo, aunque llamarlo pueblo era ser generoso... solo vi una veintena de casas juntas, un edificio grande y pomposo que supuse que sería el ayuntamiento, Un par de comercios y el tan ansiado hotel. No estábamos ni a ochocientos metros, pero ya la cabeza me iba a explotar, no era capaz de andar más y menos con la maleta, estaba a punto de avisar a las chicas las cuales iban bastante avanzadas cuando me di cuenta de que me quitaban suave pero firmemente la maleta de la mano, me gire rápido, lo cual no fue buena idea, perdí el equilibrio y ya me veía en el suelo cuando note una mano en la parte baja de mi espalda, me agarré a él para recuperar la estabilidad.
-Gracias, pero puedo llevar la maleta yo, de verdad- dije intentando sonar convincente
-Está claro que puedes- dijo el chico mirándome – pero será mejor que te dejes ayudar, no querrás caer antes de llegar a la meta. – Me dijo con media sonrisa, a regañadientes dejé que me ayudase, sé que cuando me deje de doler todo horrores recordaré esto y me dará una vergüenza horrible, pero ahora solo quería llegar a este edificio.
La primera en entrar fue Sofía, la señora del vagón, seguida de Ema y Marina, después el chico moreno y por último Anastasia, el chico rubio y yo.
Intento no juzgar las cosas por su aspecto, siempre te pueden sorprender, o solo ser decorativo, pero esto... literalmente me sentiría más segura en el hotel Cecil ahora mismo que aquí, las paredes eran de piedra gris antigua, con cabezas de animales en ella como premios, una chimenea que iluminaba la estancia, no vi muchas lámparas encendidas solo
en la escalera que subía hacia un pasillo oscuro había algo de electricidad, el mostrador
era de madera antigua y roñosa, vamos, lo que hoy muchos llamarían un hotelito de campo clásico, pero yo lo llamo el nuevo caso de los Warren.
No pude evitarlo, me acerqué a mis amigas, las cuales estaban con la misma cara de asombro, pánico y asco que yo y pregunté por lo bajo
-Pero... ¿Dónde estamos?




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