«Valhalla, Valhalla, un ángel sin cabeza, ¿Acaso serán lo mismo?» se preguntaba Shion. Estaba preocupado por la pérdida de su capitán y las misteriosas heridas que tenía su subcapitán, pero lo que ocupaba mayormente su cabeza era su amigo, quien aún estaba secuestrado.
Durante la reunión antes de la pelea contra Valhalla, fue que sus dudas fueron resueltas. Y teniendo en claro que Valhalla y los ángeles sin cabeza eran lo mismo, supo lo que su amigo quería decir con sus palabras finales. Cuando la reunión terminó, él se quedó en su lugar, llamando la atención de su comandante.
—¿Sucede algo? —preguntó Mikey, y Shion tomó aire, y controlando el ligero temblor de su cuerpo continuo.
—¡Lo siento mucho, comandante! —gritó mientras se inclinaba—. ¡No podré participar en la pelea de mañana! —esas palabras dejaron en shock a todos los altos mandos, pues era la primera vez que alguien era capaz de decir algo así. Mikey se quedó algo confundido, así que decidió bajar, junto con Draken, para poder hablar de una forma más íntima.
—¿Te crees incapaz de ganar en la pelea? —preguntó el rubio más alto.
—No, señor.
—Entonces, ¿Dudas de que ToMan consiga la victoria?
—No, señor. Estoy seguro de que ToMan ganará en la pelea —aclaró, y de pronto sintió una mano en su hombro, como una invitación a levantar la cabeza—. Mañana tengo que rescatar a mi mejor amigo. Valhalla lo secuestró, y solo yo puedo ayudarlo —aclaró serio.
—¿Estás seguro de eso? —preguntó Mikey. Y sin más remedio, Shion les mostró el video de Midori—. Está bien, entiendo tu situación.
—Gracias, comandante —dijo y entonces cayó en cuenta de lo que había hecho—. Comandante, esto del video y el secuestro, podría no salir el tema de entre nosotros. Midori me mataría si se entera de que le mostré esto.
—Está bien, será un secreto.
La pelea del Halloween Sangriento había llegado a un momento de tensión palpitante. Todos estaban en sus límites, siendo llevado solamente por su espíritu de lucha, y su voluntad, que anteriormente había sido avivada por Takemicchi. Pero eso no era lo peor, porque peor lo estaba sufriendo Midori, quien estaba atado a una viga, viendo como su amigo estaba peleando con más de cuarenta personas.
El castaño estaba agotado, había sido golpeado durante todos los días, sin excepción, durante su secuestro; pero la idea de que torturaran a su mejor amigo era la peor tortura de todas, y le estrujaba el espíritu ver a su amigo tan herido, y aunque él se sentía débil, con las pocas fuerzas que tenía gritó:
—¡Shion, desmaya a todos estos hijos de put...! —pero sus palabras se detuvieron por un fuerte golpe que lo había desmayado.
Esa imagen desató a la bestia que habitaba en el interior de Shion; si existió algo que el rubio era incapaz de aceptar, era que alguien abusara de su fuerza contra alguien mucho más débil. Por esa razón se descontroló con sus contrincantes, logrando así, dejar inconsciente a todos en su camino. La pelea de Shion se estaba efectuando muy cerca de la pelea de ToMan y Valhalla, tomó a uno de los pocos que estaban medio conscientes y le arrancó el nombre del culpable.
—Kisaki, Tetta Kisaki —fue lo que dijo y Shion le sonrió antes de golpearlo repetidamente para desmayarlo.
Después de haberse desahogado, no dudó en correr como pudo, aun con la pierna lastimada y el tobillo lesionado, se acercó a su amigo para desatarlo. Antes de ello, se aseguró de que su amigo aún respiraba, y al confirmar que lo hacía, sonrió aliviado y con las pocas fuerzas que aún le quedaban lo tomó y camino para ajustar cuentas con cierta persona.
Llegó justo cuando Takemicchi había logrado tranquilizar a su comandante; se sentía completamente agotado, su cabeza daba vueltas y palpitaba terriblemente, pero al divisar a Kisaki no pudo contenerse y lo pateó llamando la atención de todos.
—Eres un hijo de puta —aclaró mientras su cuerpo sucumbía al cansancio y caía de rodillas, dejando caer el cuerpo inconsciente de su amigo, justo a su lado—. No puedo… estar en una pandilla… con alguien… como t… —pero sus palabras se detuvieron debido a que ya no podía aguantarlo más, no podía soportar siquiera seguir hablando.
Llegando a su límite, cayó desmayado en medio del campo de batalla.