Se le nubló la vista.
Una sensación de empuje le regresó a su realidad recordando donde estaba, en la granja de sus abuelos. Un sentimiento extraño se adhirió con fuerza a su corazón doliendole las extremidades.
Sus abuelos eran grandes personas con un corazón puro y muy católicos donde años atrás se habían separado del mundo tecnológico para disfrutar sus últimos días en un frío bosque rodeados de sus animales.
La visita se produjo porque meses atrás se empezó la matanza de un número considerable de su rebaño; marcas de dientes por toda su caja torácica, rasguños y despellejamiento total de su rostro, animal tras otro. La preocupación de sus padres ante la presencia de ese animal o incluso de una persona hacían querer que se mudaran pero se negaban rotundamente, querían estar ahí…no se podían ir, necesitaban alimentarlo. Un frío recorrió su columna vertebral hasta fundirse en sus músculos romboides, extendiéndose hasta su cuello y dedos de los pies.
Su abuela se veía más demacrada, más cansada y furiosa. Sus miradas se encontraron, buscaba en lo más recóndito de su alma saber si su abuela aún estaba ahí, quería ver su ser pero solo podía ver un limbo; mitad luz y mitad oscuridad.
Los días pasaron y sus intentos fallidos eran puesto que ese mismo día se iban ya que habían decidido quedarse ahí aún con las graves consecuencias futuras. Bajó las escaleras y volteó a verlos arriba bajando de igual forma. Una punzada en el pecho le indicó que su alma se iba así que alzó su mirada para encontrar sus ojos por última vez antes de lo que se avecinaba. Un dolor por su corazón hizo que la abuela se desplomara justo ahi, en las escaleras. Espuma salía de su boca, dientes cayendo, sus ojos cambiaban a unos blanco puro. Maldad podía sentir.
Sabía que se había ido, que había tomado su cuerpo arrebatándoselo de su alma para sufrir en el interminable purgatorio, como bien dicen un lugar donde sufren los pecadores para su salvación eterna antes llena de sufrimiento.
Segundos pasaron para que de nuevo se incorporara como si nada hubiera pasado. Piel nueva y rejuvenecedora, sin canas ni arrugas. Era alguien nuevo, un alma nueva y desconocida.
Sus ojos se encontraron de nuevo, esta vez no le pudo sostener la mirada ya que le ardieron al rojo vivo, aún así esa imagen enfrente de sí jamás olvidaría; llena de demencia y repulsión, digna de un ser malévolo, foráneo de este mundo.
Se desmayó.
Los ojos mienten. Bien dicen que estos son las ventanas de las almas, sí, pero las personas pueden crear sus propias barreras, muchas puertas. para ocultar su demencia. Quien sabe si alguna vez muestran su verdadero yo, su verdadero ser.
Lo dudo.