Chris y Michael estaban sentados en alguna parte del patio de la escuela, en una banca cerca de algunos árboles. Comían y hablaban de sus tareas como era normal entre ellos. Michael estaba feliz, ese día Jesse no había ido a clases —o al menos no lo había visto en todo el día—, así que Chris y él podían estar juntos, sin nadie más.
Ya casi era hora de volver a casa, la cosa menos favorita de Michael últimamente. Además era viernes, lo que significaba que el rubio no vería a su amigo hasta el lunes. Eso era un asco.
Pero haber visto a Chris todo el día había valido la pena. Le encantaba cómo reían por tonterías y cómo siempre tenían temas de conversación, a veces ni siquiera sabían de dónde salían.
El menor recordó amargamente lo que había dicho Arthur sobre Chris y Annabelle, la hermana mayor de Michael. Ninguno de los dos había comentado nada sobre eso, él tampoco había preguntado. ¿Por qué sería?
Michael se sentía extremadamente feliz de ver la hermosa sonrisa de Chris, sus diminutos hoyuelos, el brillo en sus prefectos ojos verdes detrás de sus lentes... Todo era perfecto.
Chris, mientras tanto, se sentía igual. No podía estar más feliz de ver a Michael, tenía el sentimiento de que hacía mucho que no estaban así. Le encantaba su hermosa risa y su manera tímida y tierna de sonreír, sus ojos brillantes y la forma en la que su cabello caía por su frente, sin contar sus largas y finas pestañas. Era tan hermoso.
Chris luchó con las ganas de besarlo que tenía en ese momento.
Prefería, tristemente, ser su amigo a no ser nada. Aún se sentía un poco mal de que Michael no quisiera nada diferente con él, pero debía respetarlo. Era mejor seguir como amigos, no importaba si nunca olvidaba cómo se sentía cada vez que pegaban sus labios aunque fuera sólo por medio segundo, ni cómo su corazón se aceleraba cuando estaba cerca de Michael.
Decidió alejar esos pensamientos antes de sentirse deprimido.
—Así que —empezó Chris, atrajo rápidamente la atención del menor— ¿vendrás con Jesse y conmigo el fin de semana?
Michael quería voltear los ojos. ¿Por qué siempre con Jesse?
—¿Otra fiesta en su casa? ¿Tiene que hacer una cada fin de semana? —hizo una mueca.
El pecho de Michael comenzó a dolor. Ya no podía estar con Chris tanto como quería, ya no podía ni siquiera tocarlo sin recordar que tuvo que rechazarlo. Ahora el mayor incluía a Jesse en todo y por más que Michael quería gritarle que salieran solos, no podía.
Quería a su Chris de antes. Quería lo que tenía antes de que Arthur apareciera.
—Realmente siempre comienza invitando un grupo pequeño, que invita a otro grupo y la casa termina llenándose —se encogió de hombros—. Mientras más mejor, ¿no?
Michael forzó una risa cuando Chris sonrió. Ese definitivamente no era su ambiente, aunque ya lo había hecho antes por Chris.
—¿Dónde está su madre todo el tiempo? —pregunta Michael levantando una ceja.
—Ah, ¿quién sabe?
Michael volvió a hacer una mueca. Chris y él callaron unos segundos hasta que escucharon la campana de la escuela sonar. Las clases habían terminado.
—Ya es hora de irnos —dijo Chris, Michael sólo calló—. ¿Caminamos juntos a casa?
Chris ni siquiera tenía que preguntar eso, ellos iban juntos a casa cada vez que podían. Eso hizo que Michael se sintiera un poco mejor de ir a casa.
Volvió a quedarse en silencio, Chris lo tomó como un sí y salieron de la escuela. Cuando ambos pusieron sus pies fuera del lugar, Chris tomó sutilmente la mano del rubio, lo miró fijamente queriendo preguntar si eso estaba bien, Michael también lo miró, fuertemente sonrojado. No quería decir que no, no quería soltar su mano, así que tomó la de Chris igualmente.
Sin entrelazar sus dedos, sólo tomando sus manos delicadamente, caminaron a casa.
...
Arthur volvía a estar mirando por la ventana, esta vez la de la habitación de Michael, la calle y la entrada de la casa se veían perfectamente. Lo había empezado a hacer desde hacía unos días atrás.
Había visto a Chris pasar más de una vez por ahí, de nuevo, cada día lo hacía y Arthur empezaba a perder la paciencia. ¿Qué significaba eso? ¿Por qué tenía que pasar por ahí?
Nunca le había dicho nada a Michael sobre eso, aunque empezaba a desesperarse por saber qué tanto hacía por allá.
Como cada día, Arthur estaba aburrido. Ese día realmente no había hecho nada, lo único interesante había sido ver a la hermana de Michael entrar a la habitación y revisar las cosas de su hermano. Arthur nunca supo bien lo que buscaba, ¿qué podría querer ella ahí? Rió divertido cuando vio que robaba un poco del dinero de Michael, no suficiente para que se diera cuenta. El mayor aún se preguntaba si debía decirle.
Afortunadamente el diario había estado bien escondido, ella no lo encontró. Hubiera sido una lástima para ella si lo hiciera.
Siguió mirando por la ventana, aburrido, esperando a que Michael llegara —como si eso quitara mi aburrimiento, pensó, Michael nunca tenía nada de qué hablar—. Solamente esperaba que esta vez no tardara.
Al rato de seguir mirando por la ventana pudo visualizar a Michael, sintió mucha ira, también pudo ver a Chris... Chris, ese maldito niño, caminando junto a Michael, riendo y sonriendo hacia él. Más furia creció en Arthur cuando vio a Michael sonreírle también.
Ambos llegaron a la puerta de la casa y se despidieron con un ademán con sus manos. Michael entró y Chris siguió caminando en línea recta.
Arthur se sentó en la cama, sentía que podría enloquecer en cualquier momento. La puerta se abrió, Michael entró.
—Hey, Arthur —saludó buscando algo en su bolso.
—¡Lo vi! ¡Me mentiste! ¡Lo vi todo! —gritó histérico.
Michael se sobresalto en cuando escuchó a Arthur. Él se había incorporado violentamente del colchón y apretó con fuerza sus puños, sus ojos volvían a estar rojos y aterradores.