Pez Loro

Camino largo


 

Todavía recuerdo cuando vivía en el arrecife de coral en Punta Camarón, en un ambiente tranquilo porque nos protegían los camarones, cangrejos y los erizos de todas aquellas amenazas que podrían lastimarnos, como el pez León que sin duda devora a cualquier pez pequeño como yo, y aquellos que solo se dedican a cuidarnos también nos defienden de otros peces o animales que le pudieran hacerle daño a nuestro ecosistema. Era maravilloso vivir en ese lugar, todos los días dialogaba con un erizo pero no duraba mucho tiempo porque él tenía que hacer guardia en la parte más alta del arrecife.

Ya se me olvidó de qué color se ponían los arrecifes cuando se morían, solía comérmelos, aunque no me gustaba hacer eso,  pero ellos decían que era un favor grandísimo que les hacía y también cuando me les comía las algas que entre sus partes rocosas estaban, no permitiéndoles respirar, sin embargo no puedo decir que eran malas en sabor, eran deliciosas. Recuerdo que un día salí a dar un sondeo por el lugar y pude ver a través de las corrientes que se formaban en las céntricas aguas, un testudo de tortugas, fue uno de mis mejores momentos del arrecife, ver como se deslizaban las tortugas, fue emocionante. 

También puedo recordar el esperado momento de mi aniversario, decidí visitar el arrecife de Rocas Blancas, que se localizaba al otro lado de mi lugar de nacimiento, según dicen: “Es uno de pocos de donde se podía observar el cielo y sentir la lluvia”, es estar en mismito Cielo para un pez que no puede presenciar cosas como esas, a diferencia de los terrestres. Sin duda alguna, me puse en marcha hacía ya.

 Quería como regalo ver y sentir todas esas cosas que decían de ese lugar, además era como un sueño llegar y contemplar tal maravilla. Este es un camino largo, cuando me daba hambre me comía alguna algas y a veces trituraba algunos corales muertos, me sorprendí al ver tantos corales muertos, ¿Qué será lo que está pasando?  Me pregunté, porqué se están muriendo los coralinos siendo tan necesarios para nosotros, sin ellos no sé qué sería de muchos seres marinos.

 Seguí mi camino, por el cual dejaba un rastro de arena con mis desechos  que para mí, no valía de nada pero para otros es una fuente de vida o un medio de transporte como aquellos que tienen patas y caminan por ella, sí, defeco arena, algo que solo mi especie puede hacer.

 Solía distraerme durante el viaje, todavía recuerdo aquellas imágenes de mis padres cuando cuidaban de mí, pero un día se los comió un tiburón, desde ese entonces estoy solo. De repente veo como se hace de noche y ciento que el agua se está moviendo más de la cuenta, con una velocidad increíble, veía como se acercaba un cardumen de peces, por el tumulto no pude ver bien a que le huían, cuando ya se fueron todos y el agua se tranquiliza un poco, no pude creerlo era un pez León, miré a un lado y al otro sin saber que hacer, me dispuse a nadar alto para que tal vez no me vea y no me valla a comer o a topar con sus venenosas aletas que sería una muerte desagradable, lamentablemente el pez me vio y con su rapidez se acercaba a mí,  no estaba listo para lo que sería mi destino, cuando de un momento a otro, vino una tilapia que al parecer no se dio cuenta de que estaba ahí el León, entonces, él cambió su dirección hacia el otro pez y cuando me di cuenta de eso, nade tan rápido como pude y lo más lejos de él, sortee tantas burbujas de la boca como nunca, fue solo suerte, fue lo que me dije. 

Sin más distracciones seguí el viaje, mi deseo era llegar cueste lo que cueste. Gracias a Neptuno, se podía ver el arrecife, no fue en vano el riesgo de llegar tan lejos. Duré tanto para llegar que hasta de noche se puso y los rayos de la Luna  se reflejaban el arrecife, tornándoles colores hermosos que parecían una sección de luces o como diría un humano, una gran ciudad. Una vez que adentre, me acomode en un plantón y dormir hasta que los rayos del Sol me despierten, me sentía realizado por haber llegado. 

No recuerdo bien que fue lo que me despertó, solo recuerdo que cuando desperté podía ver como todos estaban revoleteados por la basura que en nuestro territorio invadían, no las pude percibir en la noche que llegue, por la oscuridad, a donde quiera que miraba podía ver potes, funda, latas y otros embaces terrestre, muchos peces murieron al igual que tortugas, de asfixie por causa de todos esos desechos, odio profundamente a los humanos por todo lo que nos hacen. 

Algo maravilloso hacían los vivientes de este arrecife y era que trataron de apilar la basura con su cola, claramente recuerdo, que llegó un delfín amigo del arrecife e informó que había visto a un buzo a 50 metros del hábitat, todos se dirigieron enfurecidos a donde se encontraba el humano, para no hacer la excepción me fui con ellos, además nunca había visto un humano solo conocía todo lo relacionado con ellos pero no sabía de su forma física. Cuando todos llegamos al lugar donde se encontraba el buzo, me detuve en seco, no creía lo hacía ese terrestre, estaba recogiendo la basura que nos invadían. 

A los demás no le importaron lo que él hacía, lo querían echar de su entorno, lo molestaron tanto que no le quedó más que irse. A mí sí me importó, desde ese entonces creo en los buenos humanos. En aquél lugar me quedé un tiempo, los ayudé a limpiar todo el desastre, ahora sí, estaba hermoso el arrecife. 

Solo recuerdo después de eso que salí a buscar nuevos arrecifes y no encontré ninguno como Rocas Blancas, hasta que me perdí en una corrientes que me llevo a un horrible y espantoso lugar llamado el abismo. Aquí estoy hablando con la oscuridad.



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En el texto hay: aventura

Editado: 24.02.2020

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