Primera parte
¡TU PETICIÓN!
UNO
¿Alguna vez te enamoraste? ¡Fue un martirio!
Debes saber que, hasta este punto de mi vida, todo parece ser un simple viaje que está arrasando no solo conmigo. ¿Un tornado? ¡La neta no! Esto de lo que te hablo también arrasa con las personas que me rodean y, temo que algún día todos mis seres queridos acaben sufriendo las consecuencias de mis acciones. ¿Qué acciones?
—¿Qué harás este fin de semana? —Me pregunto Emilio.
—¡No lo sé! —Dije mientras caminábamos hacia su auto—. Dormir, ver una serie en Netflix o simplemente subir nuevo contenido a mi catálogo de imágenes. Ando un poco desactualizada en redes. ¿Tú que harás?
Arqueó sus cejas. Emilio era consciente de mi constante aislamiento para no socializar con el mundo.
—¿Quieres ir a la fiesta de Jules? —Preguntó con curiosidad.
Abrí la puerta del copiloto, acomodé mi mochila cerca de mis pies y me puse el cinturón de seguridad.
—Mmmm. No, tú sabes que no me gustan mucho las fiestas.
Las risas de los jugadores de fútbol captaron mi atención, ellos se despidieron de Emilio, preferí no mostrarles atención.
Abordamos el vehículo con una conversación un poco trivial. ¿Ir a una fiesta? Emilio me demostró su enojo con esos ojos serios. ¿Qué le pasaba?
—A veces eres una patética chica antisocial. ¡Me das asco!
Mejor pusimos nuestras mochilas en los asientos traseros. Era obvio que lo que dijo, lo estaba diciendo de broma.
—¿Crees que me importa tu opinión? —Respondí, su cara se llenó de risa.
Encendió el auto.
—Sé que no te importa lo que yo piense sobre ti, pero, a mí si me importa tu problema de no querer socializar con nadie. ¡Debes dejar de hacerte la mártir! —Emilio era atento y cercano a mis problemas. Conocía a la perfección mi situación.
—¿Te importa? —Le pregunté—. Bueno sí, yo sé que te importo. ¿Te puedo tomar una foto? Es que te ves muy lindo tratando de convencerme para ir a la fiesta.
Active mi semblante en modo tierno.
—Toma la foto.
Sonreí. Saqué mi celular y le tomé varias fotos. ¡Su sonrisa era una obra de arte!
—¡Saliste bien! Te digo que tú eres pura belleza.
Sonrió.
—¿Entonces iras conmigo a la fiesta?
—¿Fiesta?
—¿Mi belleza logro convencerte?
Subí mis manos hasta sus mejillas y se las pellizqué suavemente.
—Casi me convences, pero no.
—¡Canija! Vamos a la fiesta. ¡Ándale!
—¡Ay! Si tú ya sabes que no me gusta socializar, no esperes que cambie de opinión. Y si te doy asco, entonces no me ruegues, no quiero que termines vomitando por mi culpa.
Le regalé una sonrisa amplia, solté sus mejillas y comenzó a conducir. Salimos del estacionamiento de la prepa.
—No te preocupes por nada. ¡Yo te cuidare! Todo saldrá bien en la fiesta. Hay que divertirnos de vez en cuando —dijo—. ¡Además! Yo estaré contigo en todo momento, no te va a pasar nada.
Deje escapar un suspiro.
Es muy curioso que Emilio sea amigo mío. Está en sexto semestre, juega en el equipo de futbol y es popular. ¡El guapísimo Emilio caído cielo! Digo que es curioso que sea amigo mío porque, mi círculo de amistades solo se limita a mi querido chofer; así que en realidad no tengo un círculo de amistades, solo tengo un punto. ¡Emilio es el punto de todas mis amistades! Él resulto ser mi comienzo a la confianza y mi sostén para todos los momentos malos.
Le conozco de hace tiempo. Yo tenía cinco años cuando se mudó a mi vecindario. De hecho, vive frente a nuestra casa y es quien me trae todos los días a la escuela. Para ser sincera, Emilio es quien pone fin a mi soledad.
—Me parece que estas subestimando la situación de la fiesta —dije con cierto aire negativo—. Sabes que en las fiestas pasan un montón de cosas de las que te puedes arrepentir.
Me miro sacado un poco de onda.
—¿Qué cosas harás en la fiesta de Jules, de las cuales te tengas que arrepentir después?
—¡No lo sé! Beber cerveza y vomitar en público, ¿tal vez de eso me arrepentiría? O, por andar tragando mucha botana que me duela el estómago y me dé una diarrea explosiva. ¡Ya sabes! La diarrea no es algo agradable. ¡Arde bien feo cuando sale!
Intercambiamos risas.
—Estas siendo demasiado dramática, ¿no crees? Eso de predisponerte a lo que aún no sucede es de gente boba.
Escuché el sonido de su risita tonta y preferí asentir. ¡Mi amigo tenía razón! Y bueno, el drama era parte de este corazón tonto que me cargo.
—Lo bueno es que yo soy la boba y tú no.
Se que es normal que un corazón joven este lleno de insensatez, locura e inestabilidad emocional. Podría decir que, en mi caso, la adolescencia es una etapa algo complicada. ¡Luego si siento que esto es un tornado que me arrastra a toda velocidad! Y sé que no es mi culpa el sentirme de esa forma, porque al final, es solo una consecuencia de la realidad de nuestras vidas: nuestros corazones nos hacen creer que todo lo podemos y que nada nos debe importar; salvo nuestros propios deseos juveniles.
¿Es un error de toda esta juventud que somos? Nos gusta que nos hablen bonito, que nos digan lo que queremos escuchar. ¿Y luego? Terminamos entregando nuestra inocencia a un vacío y frio baúl de recuerdos tristes. Acabamos bien desdichados. ¿Por qué yo sería una desdichada?
Esta es mi juventud. Todo comenzó en la escuela preparatoria y no me di cuenta de ello.
Fue en ese lugar donde el vaso se llenó de agua y la gota no tardo en derramarlo. Realmente a mí me daba igual el asistir a la escuela o el no asistir. Mis padres eran los de la idea de que era sumamente importante ir a la escuela, para que algún día yo pudiera superarme en esta vida. ¡Falso! No todo lo que tus padres planeen para ti resultara ser lo más sensato.
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Editado: 14.02.2024