Capítulo XXIV: Ella es mi Mujer.

Íker Denaro

Verona fue la última en subirse al carro, y así partimos hacia el restaurante de Esmeralda. Allí nos esperaba su pequeña familia. Lo único que lamentaba es que Franko no había podido asistir. Por otro lado, me preocupaba Massimo; últimamente lo veo alterado, algo desganado. Me había contado lo que sucedía con una de sus alumnas y amigas de mi esposa, pero después no me dijo nada más. Ha pasado un mes de eso, y ellos se verán hoy. Espero que no se malentiendan, o no haya complicaciones entre ellos dos.

Suspiré cuando nos detuvimos en un semáforo; el silencio en el carro era tranquilo, pero aun así, mis nervios no se calmaban.

– Por favor, nada del tema de la subasta, de nuestro matrimonio ni de la casa que compré para ella – pedí – tampoco de sus amigas o de cómo vive. – Escuché cómo Verona se reía.

– Tranquilo, hijo – mi padre palmeó mi hombro.

– Sí, tranquilo – repitió Massimo – no diremos nada indebido, lo prometo.

– Necesito que lo jures – me volví para ver a mi hermano – sobre todo tú, no quiero ni una broma ni nada. Recuerda que una de tus alumnas es amiga de Esmeralda. – Su sonrisa desapareció de inmediato.

– No me lo recuerdes, está muy molesta.

– ¿Qué pasó? – preguntó mi padre – ¿Cómo es eso? – Mi hermano enderezó la espalda y le respondió. 

– Una de las amigas de mi cuñada, Rubí, es alumna de último año de leyes en la universidad. De hecho, está en sus prácticas en el bufete en el que yo trabajo. Eso es nuevo, pero creo que ella no sabe que soy hermano de este. – Me dio un golpe en el hombro y cerré los ojos. – No es nada de otro mundo, aseguro.

– ¡Ja! Sí – dijo mi padre volcándose hacia la ventana – y yo nací ayer.

El camino duró unos minutos, y pronto estacionamos el carro en el restaurante. Solté un suspiro y bajé de inmediato, abriendo la puerta a mi tía, quien venía vestida como una dama y traía algunos regalos. Mi padre traía flores, y nosotros no, aunque Esmeralda me lo había pedido, no pude decirles a ellos nada.

Relajé un poco mi cuerpo y pronto entré al lugar. Todo estaba muy bien decorado y con luces bajas. Fuimos bienvenidos y ubicados en una mesa donde cada uno tenía su asiento. La conversación fue amena, y la comida exquisita. Gracias a Dios, ningún incidente se presentó, salvo un poco de tensión en las miradas que mi hermano le daba a Rubí y que ella esquivaba, provocando que el primero se molestara.

Ellos tenían algo, de allí saldría algo. No sé qué tan serio, pero algo.

Después de la comida, bebimos café. Me impresionó lo bien que se estaban llevando todos. Esa noche yo esperaría a Esmeralda. Dado que no todos teníamos carro, las chicas se turnaron para llevar a alguien de mi familia.

Los primeros en partir fueron mi padre, a quien Diamante llevó, ya que ella tenía un compromiso y se retiró antes. Zafiro se disculpó; debía ensayar, y Rubí fue con ella. Las dos salieron del lugar, y mi hermano lo hizo poco después. Por último, tía Verona felicitó a mi chica, y el gran gorila se ofreció a llevarla a casa. Ellos se veían muy cercanos, y fue raro ver a mi tía reír con alguien que no fuera de la familia. No le presté más atención.

– Todo estuvo fantástico – le dije mientras la esperaba sentada en la barra.

– Sí, estaba algo preocupada – me acerqué a tomar su mano y besé sus labios – pensé que algo saldría mal. Alguien opinaría. Rogaba que Rubí o tu hermano no se dijeran alguna indirecta. – Nos reímos.

– No me lo digas, mi padre cree que hay algo entre ellos dos – ella asintió.

– Vamos – dijo, y yo tomé su mano.

Así salimos del lugar y fuimos a casa, donde disfrutamos de nuestra compañía. Cada vez que hacíamos esto, me gustaba más tener nuestro espacio para disfrutar de nuestra compañía.

Los días pasaron, y cada vez nos sentíamos más como pareja. Ella era simplemente maravillosa. Incluso ya habíamos hecho costumbre dormir juntos, luego pasarme a dejarla en su trabajo, y yo irme al mío. Sinceramente, me sentía en el cielo, y ese día no había sido diferente.

Era jueves, y estaba en mi oficina. Mis documentos se habían acumulado últimamente, lo cual era entendible, ya que cada día me iba temprano de allí. De pronto, mi teléfono comenzó a sonar, y mi secretaria entró sin tocar a mi oficina. Se veía preocupada, así que ni alcancé a tomar mi móvil cuando ella puso un par de revistas sobre mi escritorio.

Tenían diferentes notas, fotografías y titulares donde mi relación con Esmeralda se hacía pública. La sorpresa fue genuina, y en menos de dos horas, reuní a mi familia y envié a un par de hombres de mi padre para reforzar la seguridad del restaurante. Mi novia me había avisado que el restaurante estaba rodeado de periodistas y camarógrafos.

"Iker Denaro, uno de los solteros y herederos más codiciados del último tiempo, es oficialmente un hombre comprometido. Se le ha visto con una chica en diferentes encuentros, y al parecer, la familia de este lo sabe, ya que hace unos días la pareja se reunió con sus seres queridos en un concurrido restaurante de la ciudad. Por otro lado, se dice que la chica en cuestión es una reconocida chef mexicana. La pareja no ha dado declaraciones."

"La chef que le robó el corazón al millonario" tenía una revista como titular, seguido de diferentes fotografías en donde nos mostraban juntos. En algunas, éramos mucho más amarillistas y me hacían ver como un infiel respecto a la supuesta relación que tenía con Milenka.

Todo se estaba saliendo de control. Mi hermano estaba tratando de controlarlo todo, y mi padre de echar abajo las revistas que habían dañado nuestra relación, sin pensar que las fotografías que nos habían tomado eran sin nuestro consentimiento. La tarde avanzó, y pronto me quise ir a casa; no estaba de buen humor.

– Ve, trata de ir con Esmeralda – dijo mi padre – a nosotros ya nos ha tocado ver esto, no es la primera vez que eres portada de una revista amarillista – asentí – pero ella sí. Te aconsejo que veas cómo está ella y que te tomes este fin de semana para atenderla. – Tomé mis llaves y mi saco.