Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XLIV: Sabias palabras.

Iker Denaro

La canción comenzó y el novio avanzó hasta el altar. Luego de eso, fue ella, feliz, observando fijamente a su hermano. Casi pude ver el brillo de la emoción en sus ojos. Es que nadie me podía decir que esto no era algo perfecto en la mente de mi preciosa Esmeralda. Luce preciosa. Me había encantado el detalle que tuvo conmigo. 

Pensé que jamás volveríamos a tener un momento para nosotros. Pero estas cosas son las que no me dejan perder la esperanza de que podemos seguir con nuestros planes como pareja. ¿Y por qué no? Lograr, en algún momento, tener nuestra propia familia. Porque ese era mi anhelo: vivir esa experiencia con ella.

A mi mente vino nuestra boda. Ella lucía preciosa, aunque no sabía que se estaba casando conmigo. Dijimos que sí, y ella bromeó con que todo esto fuera real. Una triste realidad, porque el día en que ella acepte volver conmigo, celebraré una boda. Una de las bodas más grandes que pueda haberse visto. Será un evento desde la iglesia hasta la luna de miel. Solté el aire y me puse al lado del novio. Ese era mi lugar. 

Sabía que no todos me querían allí. Don Rogelio me observaba fijamente, celoso de mi posición. Aunque me sentía algo incómodo con su presencia, podía dejar pasar todo eso por mi bella esposa.

La ceremonia avanzó sin pausa. Ellos dieron el sí, recitaron sus votos, y luego firmamos su acta de matrimonio. Mi esposa y yo fuimos testigos, y a la vez padrinos de su enlace. Los aplausos no se hicieron esperar y los novios se fueron perdiendo en ese pasillo adornado de blanco y dorado, con flores y lleno de pétalos de rosas. Luego tomé el brazo de Esmeralda, quien algo emocionada se apoyó en mí. Solté un suspiro y besé su frente, la acogí en mis brazos y ella se relajó.

Pasamos a una recepción hermosa. Los novios nos dieron las gracias, y mientras todo esto pasaba, no me podía despegar de Esmeralda. Ella se sujetaba de mi brazo a ratos y ese movimiento me tenía allí, como si fuera un pilar para ella. 

Sentí cómo mi móvil vibraba y podía apostar de que se trataba de Milenka. Pero como bien ya le había dicho, yo venía a hacer mis cosas a NY, y ella había decidido seguirme. Borré ese recuerdo de mi mente cuando una canción lenta comenzó a sonar y los novios salieron a la pista de baile.

Poco a poco algunas parejas se les comenzaron a unir, entre ellas mi hermano junto a Rubí. Esa pareja no me extrañaba; entre ellos se notaba el roce. Pero luego vi cómo Franko tomaba sutilmente a Zafiro. Ella aceptaba sin rechistar, y ambos bailaban susurrándose cosas al oído. Parecían dos adolescentes, y no era solo yo quien lo podía notar. 

– ¿Bailamos? – escuché de pronto y solo pude asentir, hipnotizado por esos verdes ojos hechiceros. – Por supuesto – me puse de pie y tomé su mano. – Contigo podría ir al fin del mundo, – susurré a su oído una vez que estuvimos en medio de la pista de baile.

– Me gusta ver a mi hermano tan feliz, – volteó a ver a su hermano mientras hacía reír a su amiga. – Creo que eso sí fue un flechazo, – asentí. 

– Todo estuvo muy hermoso, – solté un suspiro. – ¿Te incomoda si te hago algunas preguntas? – solté y ella negó con la cabeza. Traté de formular palabras, algunas frases no tan directas, pero salió lo que salió. – ¿Te volverías a casar conmigo? – levantó los hombros, solté el aire y quise retroceder con la pregunta, pero... 

– Sí, lo haría, – dijo, dejándome sin aliento y sin nada en la mente. – Te amo, lo reconozco, es más de lo que puedo decirte. No lo haría con otra persona que no fueras tú.

– Gracias, – la abracé mientras bailábamos, pero eso no evitó que alguien nos interrumpiera. 

– Disculpen – la voz masculina nos alejó. – ¿Me permite? – sonrió su amigo Darío, ella asintió y a mí no me quedó otra que hacerme a un lado. 

La vi perderse en la pista, luego irse junto a sus amigos. El grupo reía y disfrutaba a gusto. Pronto pusieron un vaso frente a mí, mi hermano también miraba fijo hacia la pista, allí estaba su pelirroja, con un vestido rojo. Le hacía justicia al cuerpo que se cargaba esa mujer, mi futura cuñada.

Por otro lado, Franko estaba en la mesa de Don Rogelio conversando con él. Reían como si fueran viejos amigos. Nos acercamos para poder hablar, pero el silencio se hizo. Sabía que el hombre estaba molesto conmigo, no sabía bien por qué, pero sí lo estaba y se estaba notando cada vez más. Bebí de mi vaso y agradecí a mi hermano; solo era té helado. 

– Don Rogelio, seré directo con usted, él asintió. – ¿Le molesta mi presencia? 

– No, muchacho, me molesta lo que le estás haciendo pasar a mi hija. – ¿Qué? Como dijo, me quedé en silencio. – Yo lo sé, lo sé todo, ella me lo contó. – El hombre hizo una pausa y se bebió como si nada un golpe de tequila. – Un hombre que compra su virginidad, se casa, sin ella saberlo, logra que le den una oportunidad, no manda esa oportunidad por un tubo por una aventura de una noche. – Me causa gracia como lo dijo, pero tenía razón.

– Toda la razón, don Rogelio, – apoyo a mi hermano.

– Tú debiste tratar esa oportunidad como si fuera oro, como si fuera lo más hermoso que pisa la tierra. Yo lo haría de esa forma – levanté la vista. – Si la vida me diera la oportunidad que te dio a ti Esmeralda, arrasaría el mundo para que nada le tocara siquiera un cabello. Qué más daría yo por tener a su madre conmigo y remendar todo lo que le hicieron en mi nombre, sin yo saberlo. Eso va para los tres, esas chicas son únicas – asentí. – No soy ajeno a las demás – se quedó viendo a mi hermano y mi primo. – Rubí es una mujer hecha y derecha, es la mayor de todas. La conozco lo suficiente como para decirte que si estás jugando, él que perderá serás tú – aconsejó a mi hermano.

– Lo sé, lo entiendo – respondió este en su defensa, aunque no lo veía muy convencido. 

– Te lo digo más que nada porque algo sé de lo que ha pasado. Esa chica es dura y antes de verse sufriendo, te hará sufrir a ti primero – todos asentimos. – Por otro lado, la hermosa, fina y delicada francesita – el tono de burla no pasó desapercibido. – Zafiro es, como su nombre, una delicada joya, digna de ser llamada una dama, pero tu peor pesadilla. Ella tiene la majestuosa habilidad de desaparecer, sin dejar rastro – mi primo asintió.



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En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

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