Axel
Paz, tranquilidad, silencio, eso es todo lo quiero justo ahora, pero no sé puede ya que otra visita inesperada decidió llegar a casa ¿Se pusieron de acuerdo para venir?.
Emma se encontraba parada justo delante de mi con una pequeña sonrisa en sus labios que la hacia ver muy linda, diría que ella es la chica más linda que había visto en toda mi vida y eso que había conocido a muchas, pero en ella había algo diferente algo que jamás había visto antes será ¿Su sonrisa? ¿Su cabello? Pues la verdad no se pero sentía que ella era muy diferente a las demás.
Su mirada recorrió el lugar por completo y luego volvió a mirarme, sus ojos eran tan negros como un pozo sin fondo, se sentó en uno de los sofás y luego me hablo.
—Se que no esperabas mi visita y te pido perdón por eso — me hizo un gesto con la boca para que me sentará y yo lo hice — se que apenas nos conocimos anoche y que debes estar pensando ¿Qué hace ella en mi casa?.
Cuánta razón tienes querida Emma, apenas nos conocimos, yo olvide tu nombre te vi en una foto de Instagram y ahora vienes y te presentas en mi casa como si me conocieras de toda la vida.
¿Era normal eso?.
Obvio no era normal, era muy extraño que estuviera en mi casa pero sobre todo ¿Quién demonios le había dado mi dirección?.
La observé por unos segundos, la detalle de pies a cabeza, observé cada movimiento que hacía la note inquieta, movía mucho su pierna y se estaba tronando los dedos de las manos una y otra vez, su respiración estaba un poco acelerada ¿Será lo que estoy pensando? No, no tendría sentido, la mire fijo y luego le respondí.
—Tienes razón... ahora mismo me estoy preguntando quién te dio mi dirección — le dije en un tono un poco serio —¿Quién te la dio?.
—Mi hermana, Axel, ella me la dio.
¿Su hermana?.
¿Quién es su hermana?.
¿Cómo es que sabe dónde vivo?.
Esas y muchas preguntas más pasaron por mi mente pero a ninguna le encontraba la respuesta, por eso le pregunté después de tomar una respiración.
—¿Y se puede saber quién es tu hermana?.
Ella me observo por unos segundos que para mí fueron eternos, su mirada estaba fija en la mía, una pequeña risa amenazaba con formarse en sus labios, su rostro se veía un poco ruborizado, sus labios un poco separados y las pecas en su rostro la hacían ver cómo un ángel caído del cielo, cómo la obra de arte perfecta de un gran pintor, como una estrella que jamás se iba a apagar, ella en definitiva era perfecta, era única y estaba delante de mí.
Sin embargo, todo eso que pensé se esfumó en cuanto la risa se le escapó y me respondió al mismo instante.
—Al parecer tu cerebro te falla, de verdad que tienes un problema para recordar los nombres de las personas que te rodean.
La mire con mi rostro serio y le hable fuerte y claro para que me dijera de una vez por todas quien era su hermana y por qué sabía mi dirección.
—No estoy para bromas, Emma ¿Quién es tu hermana y por qué sabe mi dirección?.
La risa se borró de su cara y de inmediato me miro, en su rostro pude ver qué tenía un poco de vergüenza y se le había puesto más rojo de lo que ya lo tenía, su mirada esquivo la mía y duro así por unos segundos, luego me volvió a mirar y allí respondió.
—Mi hermana es Peyton, Axel — me dijo con un tono de voz muy bajo— anoche cuando regrese a casa le hable de ti, mencioné tu nombre y entonces ella me dijo que te conocía, me dijo que son amigos desde hace mucho, yo le pedí tu dirección para venir a agradecerte de nuevo por lo de anoche — su mirada estaba fija en mi pero luego la poso en otro lugar y continúo — pero creo que fue mala idea.
Se levantó del sofá y se dirigió a la salida un poco decepcionada, se veía en su rostro.
Mierda ¿Que había hecho? ¿Por qué le hable así?. De inmediato me levanté y fui detrás de ella, la tomé por el brazo y la detuve justo antes de que abriera la puerta para irse, ella giró su rostro y me observó con el ceño fruncido, sus ojos estaban cristalizados, la observé y luego le hice un gesto para que me siguiera.
Salimos por la puerta de la cocina que daba al patio trasero, yo la llevaba de la mano, me dirigí con ella hasta un árbol que se encontraba en el fondo con un montón de flores y allí habían unos columpios que papá había puesto cuando estaba pequeño, nos quedamos allí por un segundo y luego ella me soltó y se sentó en uno de ellos para comenzar a columpiarse, se veía tan hermosa, tan frágil, tan inocente, ella era la primera persona que se columpió allí después de tantos años que nadie los uso, yo decidí sentarme en el otro, la observé por unos segundos más y luego hable.
—Perdón por cómo te hable no lo mereces — le dije muy sinceramente— soy un imbécil de mierda cuando algo me molesta, yo no sabía que Peyton es tu hermana.
Ella me observaba con curiosidad, con ansias de saber algo, pero también me miraba con un poco de pena, lo podía ver en sus acciones.
—Tranquilo no pasa nada — me dijo luego miro a la nada y siguió hablando — muchas veces yo también me comportó de esa forma, muchas veces actuó sin pensar, sin meditar y siempre termino cagándola.
Justo en ese momento me di cuenta que teníamos algo en común, algo que nos serviría de mucho si formábamos una amistad.
Pasamos el resto de la tarde hablando y contando muchas anécdotas de su vida, a pesar de que se quebrara muy fácil también pude notar que era una persona que emanaba felicidad pura, su sonrisa era tan hermosa que podría compararla con uno de los cuadros de Vincent van Gogh, era simplemente única, quería guardarla en mi memoria para siempre.
Al caer la noche cuando ya Emma se había ido llegó mamá, llevaba puesto un conjunto de gimnasio color beige, la observé por unos segundos y con cara de horror le hable.
—¿Pero que mierdas traes puesto?— ella me observo fingiendo que estaba ofendida pero en realidad no era así, siempre nos habíamos hablado de esa forma — pareces una bicho raro con eso.