Sophie
Mi sueño es interrumpido por unos instantes gracias a la luz del sol, me volteo con intención de dormir otro rato.
Pero mi rodilla impacta con fuerza contra algo, algo que está vivo y se queja.
Abro los ojos de golpe mirando bajo las sábanas asustada, Demian se hace bolita agarrando su nariz.
—Carajo, me pateaste —habla con su voz ronca y adormilada.
Chisto la lengua.
—¿Qué haces ahí? —inquiero desconcertada y a la defensiva.
—Shh... no grites.
—¿Qué? No te est...
—¡Shh! —sisea y cierro en una fina línea mis labios.
Con ganas de gritarle hago el esfuerzo de concentrarme en otra cosa mientras sale de bajo de las sábanas, de repente el ambiente se llena de un nauseabundo olor impregnando mis fosas nasales. La arcada se presente a lo que tomo asiento en la cama tapando mi boca junto a la nariz.
—Demian, apestas a crudo —me quejo, él me ignora haciendo una mueca y volviendo acostarse a lado mío.
—¿Puedes traerme una pastilla para mi resaca, por favor? —pide.
Encarno las cejas molesta, salgo de mi cama antes de vomitarle encima a este idiota hediendo.
—Mira, no tengo ni la menor idea qué haces en mi cuarto, pero vete a dormir al tuyo.
Señalo la puerta, aunque él no me mira porque mantiene su cabeza tapada con una almohada.
—Sophie, por favor.
—Demian, por favor —imito su tono, pero me pongo seria en un segundo—. Fuera de mi cuarto, apestoso.
—Tráeme dos pastillas.
Y sigue haciendo caso omiso a lo que digo.
Agh...
—No te voy a traer nada —me cruzo de brazos.
—Por favor —apenas escucho, continúa su cabeza bajo la almohada.
—No, llama a una de las chicas.
—Gracias, esposa.
Ruedo los ojos, ¿no qué le duele la cabeza? Ah, pero para dar la contra y pelear al parecer no.
Saco el aire por la nariz igual que un toro enojado. Maldigo entre dientes y me muevo al baño hacer mis necesidades matutinas.
¿A qué hora se metió en mi cama? ¿Por qué durmió conmigo?
No me gusta que me diga esposa, sé que lo soy, pero no tiene derecho a llamarse de ese modo.
—¿Necesitas algo más? —volteo a la puerta entreabierta, Anne está aquí.
—No me molesten el día de hoy, no quiero saber nada.
—De acuerdo, descansa.
"Di iciirdi, discinsi".
Yo si necesito algo más, que ese idiota se vaya de mi cuarto. No me sé la hora, pero tenía intenciones de dormir un poco más.
Salgo del baño una vez mis manos están lavadas y secas, igualmente mis dientes. Miro de una manera no tan bonita el lugar donde está acostado muy a gusto Demian. Ojalá tuviera la fuerza para sacarlo a arrastras.
Observo que se quita la almohada de la cara y se me prende el foco.
Voy a fastidiarlo hasta que se vaya.
—Si te vas a dormir en mi cama al menos báñate que hueles muy mal.
—Déjame dormir otro rato —balbucea.
Cruzo mis brazos.
—No, fuera de mi cama la apestarás —arrugo la nariz.
—Shh, me duele la cabeza.
—No me importa. No te quiero aquí.
—Por favor, Sophie. Te pido una o dos horas más. Shhhh...
Alarga el siseo y se voltea dándome la espalda.
Ah, no señor. Esto no termina aquí.
—¿A qué hora te metiste a mi cama? ¿Por qué hueles horrible? Estuviste bebiendo alcohol, ¿cierto? Agh, qué fastidioso eres, yo también voy a invadir tu cuarto cuando se me de la gana.
Me acerco y tiro de la cobija que lo tapa, Demian se levanta de golpe espantándome, con su cara somnolienta se baja de la cama y comienza a caminar hacia mí, retroceso de reversa lo más rápido que puedo hasta dar con la puerta.
Intento abrirla para salir mientras le tiro encima la cobija, pero se mueve muy veloz y cierra lo que pude entreabrir de la puerta acorralándome entre sus brazos.
Respiro hondo antes de que quede pegado a mí, ni de chiste vuelvo a respirar el mismo aire a su alrededor. Menos ahorita.
—¿Por qué mierda lo estás haciendo? ¡¿Eh?! —grita en mi cara aventando saliva y golpea la puerta con su mano.
¿Mi valentía? Se fue a volar, aunque estoy intimidada, no lo dejaré notar.
—Quiero que te largues de mi habitación —musito teniendo la vista gacha, su aliento ha de ser insoportable.
—Te pedí una hora más, es todo. Que me dejarás descansar un rato porque tengo una maldita resaca y tú me estás jodiendo.
Me siento chiquita, atrapada con él encerrándome y usando un tono de voz hostil tanto como rabioso. Trato de empujarlo o salir de esta cárcel, pero no lo permite, llego a mi límite de lucha y forcejeo a la hora de que azota mi cuerpo contra la puerta.
Lo miro incrédula, él no retira su expresión de enfurecimiento.
—Quítame las manos de encima, Demian —demando tranquila, no puedo igualar su comportamiento porque podría hacerme un daño mayor.
Aún seguía sin mirarlo, pero eso no le gusto. Sin hacer nada en si contra lo dejo ser en el momento que toma mi quijada elevando mi rostro para que lo mire directo, sus ojos están inyectados, venitas rojas van directo a su iris y su pupila dilatada me demuestra el demonio que he despertado por mi terquedad.
—¿Te comió la lengua el ratón, cariño? —no respondo, él inhala aire ruidosamente y suelta una risita—. Veo que sí, por fin te callaste. Eres muy escandalosa, ¿lo sabías?
Parece que quería decir algo más, pero sólo relame su labio inferior. En efecto, apesta muy feo.
No puedo evitar sentir asco, subo mi mano a su muñeca enroscándola y vuelvo a pedirle que me suelte.
—Suéltame y vete —hablo firme, dejando a un lado su suposición.
Demian quita su mano de mentón, se separa de mí y no bajo la cabeza ni me muevo bruscamente.
—El que se va ir de esta habitación eres tú, es mi casa y estoy donde yo quiera.
Editado: 27.06.2021