Plaga: Invierno Negro

Capítulo 8. – El juego del Mago Oscuro

La barrera mágica chisporroteó, y los barrotes se abrieron. Al otro lado, estaba Roy, el mago hereje.

– ¡Vamos! – Gritó, haciendo un gesto con la mano. El viejo se puso en movimiento, tambaleándose, entumecido. – ¡Tenemos que salir de aquí!

– ¡Roy! – Lo llamó éste. – ¡Maldita sea, muchacho, habría esperado ver a cualquier otro aquí excepto a ti! ¡No pensé que tuvieras el valor de volver después de lo que hiciste!

– Ya hablaremos de eso otro día, maestro. – Replicó el joven. – Ahora tenemos que irnos. – Murin, el viejo mago, se apresuró a salir de la celda, pasando a formar parte del grupo de liberados que esperaba en el pasillo.

Tras él, sólo quedaba una persona en la celda, un mago de los pantanos, de piel oscura y ojos verdes como el musgo. Zanthar. – Es inútil. – Dijo, sentado con la espalda contra la pared. – Escapemos o no, estamos condenados. – Los demás magos lo miraron, con expresión confusa. – Ese idiota ha profanado las artes que me robó y ahora está intentando destruirnos a todos, ¿no lo entienden? No hay esperanza.

– ¿Y no prefieres estar lejos de aquí, cuando eso pase? – Replicó Roy.

– ¿Lejos? – El habitante de la ciénaga se echó a reír. – Chico. No habrá “lejos” o “cerca” para él. Quizá no se dieron cuenta, pero al llevarse a Shayla y los otros cinco novatos…– Respiró pesadamente, su garganta se había cerrado ante aquella idea. – Magia de sangre. Practicada desde tiempos ancestrales en mí patria, y seguro también en la tuya. Es anterior al Árbol, anterior al mundo, anterior a todo. Y está usándola para envenenar al Árbol. – Sacudió la cabeza. – Guerras, plagas, hambruna y muerte. Eso es lo que traerá, y no hay nada que podamos hacer para evitarlo.

– Te equivocas. – Roy se acercó a él con pasos largos, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse. – Mis amigos ya están en ello. Ellos rescatarán a Shayla, a los demás, y salvarán el día.

– Je… ¿No me has oído, muchacho? – Replicó Zanthar. – Ahí abajo hay un mago que ha sobrepasado los límites, que ha llegado hasta donde ningún otro lo ha hecho… ¿Qué te hace pensar que tus amigos tendrán acaso una oportunidad?

En aquel momento, un golpe sacudió los cimientos de la Torre. Roy sonrió. – Los conozco… Y sé que no se dejarán ganar sin dar una buena batalla.

El mago de los pantanos soltó una agria risa, y alargó la mano, tomando la de Roy.

 

Pero lo cierto es que, a pesar de la confianza que el Mago Real tenía en sus compañeros de equipo, éstos no estaban precisamente en ventaja. Los tentáculos de oscuridad que salían del cuerpo de Terk, que se había recubierto con magia negra, se estrellaron en la pared de la habitación, y Leon, a un palmo del impacto, volvía a nacer cuando solo un guijarro le rozó le mejilla, soltando una exhalación que no sabía que contenía. Pero no tenía tiempo para pensárselo, así que elevó la espada, cortando los tentáculos.

Acto seguido giró el escudo, a tiempo para frenar el zarpazo negro. La garra, siendo una prolongación de Terk, agarró el escudo y lo lanzó por los aires, con Leon incluido.

A medida que la lucha avanzaba, el mago parecía perder su ya escasa humanidad. La piel de su rostro, grisácea, se pegaba al hueso, acentuando aún más el vacío de sus ojos, cavidades de abisal penumbra. Su túnica se volvió parte de su cuerpo, formando una especie de alas, bajo las que brotaban innumerables extremidades que compartían un solo afán. Matarlos.

Chanty, había logrado alcanzar al monstruo y tratado de acertar con su espada, pero ante tal ferocidad no le quedaban más opciones que defenderse, interponiendo su arma en el camino de las andanadas de magia elemental y los azotes de sus tentáculos.

Terk tenía razón. No podían con él, pensó, esquivando de milagro un ataque y miró a Leon, que se había levantado y estaba preparado de nuevo. No ganarían si seguían jugando a la defensiva. El mago oscuro era demasiado fuerte, si, pero no podían permitirle llevar el cauce de la batalla, no si querían salir vivos. 

Y, maldita sea, Chanty quería vivir, sentir el sol, y ver las hadas revolotear a su alrededor. Quería volver a ver a la madre de Leon, que ésta le riñera por poner a su hijo en peligro, volver a beber el coñac con el enterrador mientras le preguntaba si era cierto que había estado en el ejército.

Cayó sobre su espalda, perdiendo el aliento, chamuscada por el impacto de un hechizo, con Leon a su lado. El mago oscuro se echó a reír. – ¿Ya está? Me dijeron que darías más batalla, elfa.  Si lo único que sabes hacer es dejarte golpear, entonces harías mejor dejándote morir, ¿no crees?

Ella miró al chico, que se apoyaba en la espada, sin fuerzas ni moral. No, aquel no era un combate que pudieran ganar fácilmente, sin sacrificar nada. Tomó a Leon de la muñeca. – Aun podemos ganar. Juntos… – Inspiró. – Tenemos que esperar nuestra oportunidad.

La posibilidad de la victoria radica en el ataque, pensó. Y, sin más preámbulo, se lanzó directamente contra el mago oscuro, lanzándose un hechizo de protección. Sabía que Terk lo echaría abajo, pero tardó un instante más en lograrlo, y, para cuando lo hizo, Chanty ya había agarrado su mano, deteniéndolo. Sintió la oscuridad abrumarla, según su protección se disolvía, pero no permitió que la detuviese. No lo soltaría. Por su vida, por la madre de Leon, por todo lo que aún era bello en el mundo.

– ¡Leon! – Gritó, y el chico, viéndolo venir, salió de detrás de ella, espada por delante. Terk detuvo el arma con la otra mano, sin siquiera salir herido, pero Chanty no se había quedado sin recursos. Envolviéndose las manos con el hechizo, intentó purificarlo, entrelazando los dedos con la zarpa que había salido de la boca de Terk…

Y entonces, de su manga salió el hada que habían rescatado, Driine, con un solo brazo y recubierta de la luz característica del hechizo de Klynian.

– ¡Esto es por mi familia! – Gritó, lanzándose como un dardo contra el mago, tomándolo por sorpresa.



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En el texto hay: aventura epica, accion, medieval

Editado: 14.05.2020

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