PlatÓnico: Doble Vida

CAPÍTULO 2

–Si te denuncio irás a prisión aun cuando mi hija declare que tuvo relaciones consensuadas contigo –amenazó Luis a Lucas. –Eres diez años mayor y ella es menor de edad, por lo tanto es abuso sexual.

–Si tus intenciones fueran buenas habrías venido a presentarte como su novio. No eres un muchachito de preparatoria sino un hombre cercano a los 30 que sabe bien lo que hace y cómo manipular a una jovencita de 17. Dices que quieres casarte con ella, pero dime, ¿es por amor o solo para evitarte problemas legales? –inquirió Nancy.

–Estoy aquí dando la cara. Lo que sucedió ya no se puede cambiar y hay un bebé en camino. Mi hijo merece crecer en un ambiente familiar con sus padres. Quiero que vivamos juntos, verlo despertar, alimentarlo, bañarlo, no me cabe la idea de estar separado de él –argumentó Lucas.

– ¿Amas a mi hija? –insistió Nancy.

–Tener un hijo es una gran responsabilidad y quiero asumirla –evadió nuevamente la pregunta.

–Mamá, papá, deseo casarme, les pido me apoyen pues de todos modos lo voy a hacer pero prefiero que sea con su consentimiento –dijo Alexa–. Además Lucas es un hombre intachable y con muchas cualidades.

El aludido miró a la chica con molestia cuando dijo lo último pero para sus padres pasó desapercibido.

Por fin acordaron fijar la fecha de la boda para poco después de que Alexa cumpliera la mayoría de edad y terminara la preparatoria.

 

En los siguientes meses, Lucas aparecía cada sábado puntual como reloj a recoger a su prometida a las 10 am. La llevaba a conocer pueblecillos cercanos a Orizaba, comían en restaurantes de comida típica y luego pasaban la noche en hoteles sencillos. Eran momentos agradables. Él parecía ser de un carácter tranquilo y estable, hablaba poco, escuchaba música antigua en todo el camino y aunque sólo cruzaban algunas palabras el ambiente era armónico. Alexa descubrió que era un hombre honesto, correcto y educado en su trato a los demás, de esas personas que siempre ponían la basura en su lugar, además leía gruesos libros técnicos en inglés que sólo él entendía.

–Desde pequeño tengo un vicio, estudiar y aprender –confesó Lucas durante un viaje.

Alexa lo observaba pensando que esas eran las cualidades que quería de su hombre  ideal, por eso lo amaba y tenía la esperanza de que él se enamorara también pues había prometido que lo intentaría.

 

–Lucas, ¿por qué te duermes de inmediato en las noches y no hacemos el amor? –Preguntó Alexa en otro viaje–. ¿Por qué durante la semana no te comunicas conmigo ni respondes mis llamadas y mensajes? No hay abrazos o palabras cariñosas y eso me produce tristeza.

–La presión no funciona conmigo –Lucas adquirió una expresión sombría, como si sufriera–. No me gusta tu obsesión por mí y fue incómodo cuando me alabaste frente a tus padres. Soy un hombre que prefiere estar solo, estudiando y aprendiendo, no perdiendo el tiempo. Recuerda que lo estoy intentando, no lo eches a perder.

Alexa deseó alejarse en ese momento y permaneció callada. Más adelante él le regaló un chocolate y el viaje continuó como si nada.

 

 

Por fin llegó esa mañana de Junio en la que con un vientre abultado de 5 meses de embarazo, Alexa se unió en matrimonio a Lucas y escuchó con emoción las promesas que suelen jurarse ante el altar.

Los padres de Alexa hicieron una comida en el patio de su casa. Los invitados de la novia eran pocos: tres tías cercanas, su mejor amiga y unas primas. Su amado hermano, tres años mayor, había viajado desde la Cdmx, donde estudiaba la Universidad, para acompañarla en la boda.

Los invitados del novio eran menos. Lucas llevó a su madre, la señora Elisa, a su tía Mary, su hermana Guida y su hermano Emir.

La familia de Alexa era alegre y platicadora mientras los familiares de Lucas parecían ser reservados igual que él; estuvieron en la comida el tiempo políticamente correcto y luego se marcharon al hotel en el que se quedaban.

–Recogeré a mi esposa mañana temprano. Iremos de luna de miel –anunció Lucas a sus nuevos suegros. Se despidió de los presentes de mano y dio un frío beso en la mejilla a Alexa.

 

 

–Lucas es un hombre raro –dijo Nancy a su hija esa noche–. Se muestra amable y tranquilo pero tiene una evidente barrera con todos, principalmente contigo. Estás a tiempo de dar marcha atrás, no estás obligada a seguir con él.

–Lo amo madre –respondió Alexa.

 

Al día siguiente, Lucas apareció en un auto grande, saludó con la mano sin bajarse e indicó a Alexa que abordara el asiento de atrás. Emir bajó del carro y colocó la maleta en la cajuela.

Alexa abrazó a sus padres y hermano. Su corazón se encogió ante las lágrimas de su madre.

–Estaré bien mamá. Te prometo que me comunicaré con constancia.

 

Elisa iba en el asiento de copiloto y hacía espaciados comentarios a Lucas sobre el clima, sus mascotas o los parientes.

–Me hubiera gustado que tu tía y tu hermana vinieran con nosotros. Guida insistió en irse sola a Veracruz pero ya sabes que Mary la cuida y prefirió acompañarla.




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