Eren accedió a acudir a las frecuentes reuniones sociales de su esposa. Por su carácter extrovertido y agradable, recibía invitaciones a formar parte de equipos de fútbol, boliche, básquetbol, fiestas, idas a acampar, a pescar, a viajar, entre otras cosas. Incluso le hicieron una oferta para ser modelo en el catálogo de ropa y accesorios de una conocida tienda local. Lucrecia era sociable y fiestera. Tenía la capacidad de ir a reuniones, desvelarse y al día siguiente estar fresca y puntual en su trabajo. Lo animó a acudir a todo lugar donde fuera invitado porque estaba segura que las amistades y contactos correctos eran parte fundamental del éxito en el trabajo y negocios.
Por más de un año, Eren llenó su tiempo libre con actividades junto a esas nuevas amistades. Conoció mucha gente y no había día que estuviera solo. Quizá por ser un chico tan noble y amistoso las personas lo buscaban y se sentían a gusto con él. Poco a poco se convirtió en líder de los equipos deportivos, de música y hasta de yoga.
Con cierta frecuencia, Lucrecia debía viajar a Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Colombia y otros lugares por cuestiones laborales y le gustaba que la acompañara.
Las primeras veces, Eren vibraba de emoción por conocer esos países que tanto había deseado. Lucrecia lo llevaba a recorrer los principales sitios turísticos de cada lugar, se quedaban en los mejores hoteles y comían en los más famosos restaurantes. Todo era nuevo para él y se tomaba decenas de fotos disfrutando cada experiencia.
Sin embargo se sentía solo. Extrañaba a su abuela y al resto de su familia. Lucrecia decía amarlo pero a veces sentía que eran más socios que esposos. En el año transcurrido se había negado a que regresaran a Guatemala pues daba prioridad a sus ocupaciones, sólo viajes de trabajo. Los padres de ella y otros familiares los habían visitado en un par de ocasiones pero los de él no. Al parecer a su mujer no le pasaba por la cabeza que él también necesitaba ver a su gente. Continuaba haciendo video llamada a diario con su abuela pero necesitaba abrazarla, le estaba costando estar lejos de ella.
Cuando Lucrecia llegó esa noche, Eren le enseñó la reservación de un vuelo a Guatemala para dentro de tres días.
–Estaré en San Marcos dos semanas y luego regresaré –comentó él.
– ¡Debes cancelarlo! –Sugirió ella–. Vengo de una visita al ginecólogo y tengo dos meses de embarazo. Es de alto riesgo, por cierto, así que necesito que estés conmigo. El médico dijo que puedo seguir trabajando pero debo reducir las horas así que los siguientes meses estaré más tiempo en casa.
Eren no supo cómo se sentía con la noticia, quizá un poco temeroso al ser papá antes de los 26 años.
–Cancelaré el vuelo –dijo abrazando a su esposa–. Te cuidaré y acompañaré. Ya programaremos el viaje para cuando él bebé nazca.
Lucrecia encontró en su embarazo el pretexto perfecto para evitar intimidad con Eren. Los primeros meses redujo sus jornadas laborales pero como se sentía bien poco a poco volvió a dedicar infinidad de horas a sus actividades.
Para Eren la falta de sexo era algo difícil de sobrellevar, si a eso sumaba el hecho de sentirse solo podría decirse que no estaba satisfecho. Tenía lo que siempre deseó, incluso mucho más; su abuela ya no trabajaba pues le enviaba dinero suficiente para vivir bien y hasta para ahorrar; mandó a alguien a colocar luces nuevas en la casa de sus tíos, regaló la motocicleta y la playera a su amigo Bruno y la bicicleta al señor de las verduras. Aun así le faltaba algo. Al ver crecer el vientre de su esposa se preguntaba si era normal sentir a veces que no deseaba estar casado y añorar su vida de antes.|
Pasaron los meses de espera del pequeño Adem y llegó el día en que Eren y sus suegros llevaron a Lucrecia al hospital en plena labor de parto.
Mientras esperaban ansiosos en compañía de otros familiares, un médico se acercó y se dirigió a él.
–Su esposa tuvo que ser sometida a una cesárea y está en recuperación, se encuentra bien. El bebé nació pesando 3.6 kg y 52 cm de talla. En éste momento está siendo valorado por un cardiólogo porque muestra todos los datos de presentar una malformación cardíaca congénita. Por favor no se preocupe, más tarde le daré la información completa.
La madre de Lucrecia se puso a llorar y su esposo la abrazó acompañándola a sentarse.
Eren nunca había sentido tanto miedo, fue a una capilla y oró por la salud de su hijo tal cual la abuela le había enseñado.
Después de unos días, Lucrecia fue dada de alta pero el bebé debió quedarse en el hospital pues su salud no era buena. A diario, Eren la llevaba a que alimentara a su hijo y los observaba a través de un cristal.
En cuanto el bebé estuvo más fuerte les permitieron llevarlo a casa pero debía ser operado en un corto plazo.
Cada día durante los siguientes tres meses, Eren se dedicó por completo al cuidado de su hijo. Era un bebé frágil y tranquilo que sonreía mucho y atrapó el corazón de su padre desde el primer instante. El chico no sabía que se podía amar tanto a alguien. Velaba su sueño, lo bañaba, lo mecía, lo pegaba a su cuerpo, le cantaba, le daba sus medicamentos, no quería ni dormir por estar con él. Cuando tenía dudas hacía video llamada a su abuela y ella lo instruía en el arte de cuidar a un recién nacido.