Aunque su trabajo era totalmente de oficina, Alexa se fue incorporando a la cuadrilla de voluntarios. Eran un grupo de hombres y mujeres de diversas edades que respondían llamados en toda la ciudad e incluso más allá. Rescataban y daban primeros auxilios a gatos y perros las 24 horas. Formaban un equipo unido bajo el liderazgo de Eren. Éste les daba charlas motivantes con frecuencia, no solamente del tema de los animales sino de cualquier otro enfocado a ser mejor persona.
Por lo regular desayunaban juntos en un comedor contiguo a la oficina. Eren hacía a diario café, ponía panecillos integrales, fruta y jugo; el resto de la comida era una combinación de los platillos que llevaban entre todos, con eso se hacía un pequeño bufete donde se servían un poco de cada cosa.
Había armonía y se llevaban bien. Obviamente no faltaba de vez en cuando algún conflicto pero Eren intervenía de inmediato.
–Compañeros, estamos en un lugar cuyo propósito es hacer el bien a los animales y ésta actividad debe motivarnos a ser mejores. Muchos tenemos stress, problemas en casa o trabajo y es algo inevitable. Les pido que el refugio sea nuestro sitio de concordia, dejemos fuera los enojos, ganas de pelear, de criticar o cualquier otra emoción negativa.
Gracias a la fortaleza emocional del líder se respiraba un ambiente agradable. Durante el desayuno platicaban de diversos temas y luego ponían manos a la obra.
Eren hacía las revisiones, curaciones y operaciones con profesionalismo de manera impecable. En numerosas ocasiones, Alexa debía ir a apoyarlo ya que el resto de los voluntarios tenía demasiadas actividades. Le ayudó a poner en orden la base de datos con los expedientes de cada animalito y comenzó a fungir como su asistente.
Las únicas personas que recibían salario eran Alexa y Tomás, el chico que la había recibido el primer día y que vivía en una cabaña dentro del refugio. Éste cuidaba el lugar, realizaba labores de limpieza, jardinería y mantenimiento.
A la hora de salida, Alexa tomaba el camión con Angélica y Javier, dos voluntarios con quienes había hecho buena amistad, el trayecto era ameno y cuando recogía a Lucas Jr. en el jardín de niños llegaba contenta.
De nuevo se sentía con energía. Todo el año anterior estuvo desganada y apática. Por fortuna eso cambió, dedicaba las tardes a tomar clases de natación junto con su hijo y luego llegaban a la casa a leer, jugar y ver televisión un rato.
Se dio cuenta que ya no vivía pendiente de lo que hacía o dejaba de hacer Lucas. De hecho pasaban hasta 15 días antes de que coincidieran aun viviendo bajo el mismo techo pues continuaba marchándose antes que ellos despertaran y llegaba cuando dormían. Como siempre no se enteraba de sus actividades y horarios pero ya no le importaba.
Algunas tardes, cuando se requería, regresaba al refugio acompañada de su hijo. Había otra chica llamada Julia que también llevaba a sus dos pequeños.
En una de esas ocasiones, Eren y Lucas Jr. se conocieron y hubo conexión de inmediato. Los niños ya participaban en actividades del lugar que no eran peligrosas a su edad. Cuando terminaban, Eren sacaba un balón de futbol y jugaba con ellos hasta que no podían más; acababan cansados, sudados y complacidos. Más tarde los llevaba a sus respectivas casas en una lujosa camioneta mientras les platicaba alguna anécdota y los hacía reír por cualquier tontería que se le ocurría.
Eren era de esas personas a cuyo lado todos se sentían bien, chicos y grandes.
Alexa se enamoró de Eren a pesar de saber que era un imposible. Cada día se sentía motivada a llegar al refugio y pasar tiempo a su lado. A veces soñaba con él y al otro día al verlo tenía una sensación de cercanía que por supuesto disimulaba. Él la trataba bien al igual que a todos, no hacía distinciones ni le daba la menor señal de sentir lo mismo y por supuesto era lo mejor. Siempre mencionaba a su esposa, por lo regular eran comentarios positivos y todo parecía indicar que tenían buena relación. La señora no solía llegar por ahí y eran pocos los que la conocían.
– ¿En dónde te metes a diario? He llamado en tres ocasiones a la casa y no hay respuesta –Lucas llegó temprano esa noche.
–Estoy trabajando unas pocas horas diarias –Alexa se dirigió a la cocina para evitarlo pues su presencia le resultaba incómoda.
–Es excelente, ya es tiempo que aportes dinero a la casa, sabes que me mato trabajando y necesito ayuda –dijo siguiéndola.
–No viviré aquí por mucho tiempo –murmuró ella.
–Tú no puedes irte. No te atrevas a separarme de mi hijo. Estamos casados y eso no va a cambiar nunca.
Alexa no sintió furia o ganas de reclamar como antes, simplemente lo ignoró y se fue a dormir.
A dormir y a soñar con Eren, el prohibido, imposible y hermoso Eren.