Con el pasar de los años el amor cambia, quizá deja de sentirse ese loco enamoramiento de los primeros tiempos pero se fortalece. Las parejas se compenetran tanto que se vuelven parte del otro, se hacen amigos y familia.
Eso les sucedió a Alexa y Eren. Construyeron su amor sobre cimientos sólidos, no sobre ruinas. El tiempo que debieron esperar fue el correcto.
Cuando cumplieron tres años de casados fueron padres de una hermosa niña que complementó la felicidad que ya tenían.
Criaron a Nash y a Lucas Jr. en un ambiente de amor, armonía y respeto.
Como es bien sabido, en un matrimonio y en general en las relaciones humanas no todo es felicidad, siempre hay roces y desacuerdos pero el ingrediente principal es el amor que cuando es real está por encima del orgullo, la soberbia, el egoísmo y el enojo.
Nada en la vida es fácil, por lo menos las más valiosas como amor, amistad, familia, vida saludable, mente sana, disciplina, trabajo, por mencionar algunas que requieren siembra diaria.
Eren y Alexa continuaron su labor de llevar el refugio a varios estados de México y a San Marcos en Guatemala. Sus hijos crecieron con el ejemplo de respeto y ayuda hacia los animales.
Alexa deseaba ejercer su profesión y poner en práctica sus conocimientos así que combinó las actividades en los refugios con la administración del dinero de Eren. Invirtió en acciones de la bolsa tanto de México como de otros países y los resultados fueron sorprendentes. Algunas personas la buscaban para que les administrara sus fondos de inversión pero sólo aceptaba a un grupo reducido debido a sus muchas actividades. La prioridad siempre fue su familia.
Eren transmitió a sus hijos las enseñanzas de la abuela, esa mujer que lo había formado y le inculcó que es posible ser una persona de bien aun habiendo arrancado disparejo en la vida al ser abandonado por sus padres. Ella lo reprendió cuando fue necesario, lo apoyó en los momentos malos y disfrutó junto con él sus éxitos.
Nash y Lucas Jr. conocieron a Adem a través de las palabras de Eren y juntos acudían a poner flores en su tumba. También supieron de Lucrecia, una mujer que lo había amado hasta después de la muerte.
Los chicos amaban pasar las vacaciones en San Marcos junto a la abuela Ruth y la gran familia de Eren. De igual manera visitaban a los abuelos Nancy y Luis, al tío Alí y al abuelo Antonio.
Alguna vez y en diferentes momentos aparecieron los padres de Eren. Los recibió con los brazos abiertos y les presentó a su amada familia quien tenía mucho amor para dar. Lamentablemente y como si se hubieran puesto de acuerdo, ambos buscaban beneficios económicos así que les brindó su ayuda pero aceptó que seguían en sus procesos personales y no lo amaban. Siguió el consejo de su abuela y agradeció lo que tenía en vez de sufrir por lo que no tenía. Esa fue siempre su filosofía de vida.
Lucas Jr. convivió pocas veces con su padre a lo largo de la adolescencia y en esas ocasiones Lucas parecía tener prisa. Dejó de hablarle mal de su madre cuando le advirtió que ya no era un niño chiquito y que de seguirlo haciendo no lo vería más. Para Lucas Jr. su madre era todo y así se lo hacía ver a cualquiera que intentara decir algo malo de ella, por ejemplo la tía Mary y la tía Guida.
La abuela Elisa era un dulce y amaba infinitamente a su nieto aunque tampoco lo viera con frecuencia. El abuelo Ismael también brillaba por su ausencia. El tío Emir se había casado con una chica bastante rara y sólo saludaba a Lucas Jr. cuando ella no estaba presente así que tampoco fue parte de la vida de su sobrino. La prima Mía se convirtió en su gran amiga e incluso estudiaron juntos la preparatoria.
Nancy, la madre de Alexa, siguió junto a Luis hasta el final de sus días. Si éste cambió no se sabe pero ella no concebía la vida lejos de él y sus hijos tuvieron qué respetar su decisión.
Alí y Tomás terminaron su relación y con el tiempo el primero conoció al amor de su vida en España donde vivieron juntos varios años.
Antonio estuvo cerca de su hija y nietos hasta que la vida le alcanzó. Un hombre que había hecho daño pero que pagó sus facturas con dolor no podía más que agradecer a Dios y a la vida el haberle dado otra oportunidad.
Eren siempre deseó ser millonario y la vida se lo concedió pues recibió demasiado: una esposa maravillosa, hijos sanos, su familia, amigos, trabajo y por supuesto los millones de Lucrecia.
Lucrecia… al pensar en ella no podía evitar un dejo de tristeza; sabía que la amaría siempre como la gran compañera que fue.
Era un hombre feliz y satisfecho pero a la vez humilde y agradecido.
Cada noche antes de dormir se hincaba y daba gracias a Dios, luego abrazaba a su amada Alexa hasta que se quedaban dormidos, felices y confiados uno en brazos del otro.
Fin