PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 1

Y pensar que el coqueteo que inició en la adolescencia los tenía ahí, en el registro civil dándose el ‘si’.

Fueron contra corriente pues el padre de Nora se opuso al noviazgo apenas se enteró, sin embargo encontraron una y mil formas de verse a escondidas.

 

Omer vivía con sus padres y hermana en una modesta casa hacia la salida del pueblo de Santiago, en el estado de Nuevo León.

–Madre, cuando termine la prepa, estudiaré una licenciatura por el sistema abierto, así podré seguir apoyando a papá en el taller de soldadura.

–Hijo, prefiero que vayas a la universidad en Monterrey como tus amigos, aceptaré más ropa para costurar, sabes que tengo una clientela exclusiva.

–Lo sé mamá, pero también estoy consciente de que lo que ganamos los 3 apenas alcanza para cubrir los costos del tratamiento de mi hermanita.

Nora y él se conocieron en la secundaria. Ahí comenzaron las miraditas, las sonrisas y sonrojos pero no fue sino hasta el último año de preparatoria cuando se atrevió a hablarle. Quizá por coincidencia del destino quedaron en el mismo grupo y tuvieron que hacer equipo en varias materias.

 

 

– ¡Cuéntame detalladamente lo que hiciste hoy en la escuela! –pidió Juan Pablo a su hija.

–Pues, tomé mis clases, fui con mis amigas a la biblioteca, entrenamos vóleibol, luego comimos algo en la cafetería y nos quedamos platicando.

El único lugar donde Nora estaba a gusto y a salvo de la vigilancia de su padre solía ser la escuela. Era una chica tranquila y no tenía permitido relacionarse con el sexo opuesto. Cuando llevaba amigas a su casa, Juan Pablo les abría las puertas desviviéndose en atenciones siempre y cuando nadie del sexo masculino las acompañara.

–Sigue portándote bien –agregó Juan Pablo–. Sabes que eres lo que más amo pero debo cuidar que no vayas a hacer lo mismo que tu madre.

 

Juan Pablo trabajaba en un supermercado llevando la contabilidad en una oficina oscura rodeado de papeles y estaba bastante amargado. Había sido controlador con su esposa; la cuidaba de todo y de todos porque temía que pudiera dejarlo por otro hombre. Lo dijo tanto que terminó sucediendo. Victoria se marchó con el primer hombre que se lo propuso después de años de aguantar a su marido. Nora tenía 14 años y su madre intentó llevársela con ellos pero ésta se negó a vivir con un hombre que no fuera su padre, además amaba al suyo.

Dicen que cuando queda un vacío se intenta llenar con algo o con alguien así que Juan Pablo lo llenó con Nora.

 

 

Omer y Nora se hicieron novios en medio de un juego de la botella junto a todo el grupo. Parados al centro del círculo, unieron sus caras cinco veces contra dos que no coincidieron, por lo tanto eran cinco besos y dos cachetadas. Nora dio dos suaves golpecitos en la mejilla de Omer que más que bofetadas parecían caricias.

– ¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! –gritaban con picardía los demás.

Él dio cuatro besos suaves en sus labios.

– ¿Quieres ser mi novia? –le preguntó al oído.

–Si –contestó ella sonrojada correspondiendo al largo quinto beso entre la rechifla de sus compañeros.

A partir de ese momento inició su relación la cual debió ser a escondidas por petición de ella. No lo sabría nadie fuera del círculo de amigos. Tenían citas en horarios diferentes donde se besaban y hablaban del futuro. Así transcurrió ese último año de preparatoria.

Juan Pablo no sospechaba porque eran discretos y cuidadosos.

En las pocas oportunidades que tuvieron de estar solos y responder a su natural deseo de hacer el amor, Nora recordaba las palabras de su padre y se frenaba.

« ¡No me vayas a fallar igual que tu madre! »

Omer decidió no presionarla y esperar a que estuviera lista.

 

Juan Pablo se enteró del noviazgo de su hija después de un año. Le revisó el celular y encontró las fotos que la evidenciaban. Hizo tanto coraje que rompió en pedazos el teléfono.

–Estoy profundamente decepcionado, me mato trabajando para que estudies, no para que pierdas el tiempo de esa manera. Con seguridad planeas abandonarme igual que tu madre y también para irte con un hombre.

Desde entonces redobló la vigilancia pero a los jóvenes eso los alentó y continuaron viéndose a escondidas.

 

–Mamá, papá, ella es Nora, mi novia, la mujer con la que me voy a casar.

Los padres de Omer aprobaron la relación a pesar de saber que ella no tenía permiso, incluso les permitieron encontrarse ahí. Nora se sentía más tranquila porque sabía que era el lugar ideal para disfrutar su noviazgo ya que la familia la acogió como a una hija.

 

Fran, la madre de Omer, tenía una clienta que requería de sus servicios exclusivos con cierta frecuencia, se trataba de la señora Isabel.

Isabel vivía con su esposo e hijos en una zona exclusiva de San Pedro Garza García, en la zona metropolitana de Monterrey, NL. Su propiedad ocupaba una manzana entera. También poseían una quinta en Santiago, donde Isabel pasaba gran parte del tiempo.




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