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▪Capitulo 5▪

Brent era un viejo amigo, además de vecino. Me atrevía a decir que era el único chico decente que tenía este barrio. Solía ser una gran compañía siempre que podía, como en este caso, que aprovechaba mis tareas domésticas para venir a robarme la tarea de la semana.

Acostado, usaba mis propios útiles para hacer sus deberes. Su cabello castaño claro y se mantenía firme sobre su cabeza gracias a la gran cantidad de gel para cabello que usaba. Parecía realmente concentrado en lo que hacía. Como si no quisiera equivocarse, otra vez.

—¿Escribiste bien tu nombre? 

—Por supuesto que sí, Blair. No soy tan tonto —agregó rodando los ojos—. Que haya copiado tu nombre en mi tarea una vez no significa que lo sea.

—Gracias a ti tuve doble nota.

—Gracias a ti ahora tendré una nota.

Reí mientras cogía el cesto de ropa sucia entre manos. Brent nunca había sido bueno para hacer sus tareas, o mejor dicho, para presentarlas. Usaba cualquier excusa para justificarse y la profesora ni siquiera se detenía a escucharlo.

—Oh mierda —dijo levantando la cabeza y alternando la vista entre mi cuaderno y el suyo—. Blair, ¿tienes corrector? 

—No. ¿Qué pasó? —el chico hizo una mueca y levantó los hombros, relajado.

—Nah —agregó despreocupado—. No creo que la maestra se de cuenta que puse la fecha de la semana que pasada.

Reí mientras volvía a prestar atención en mis tareas. Separé la ropa antes de meterla en la lavadora.

Uy sí, que entretenido.

Me fijé en algunas de las prendas que destacaban. Mis blusas, mis shorts, pantalones, medias. Me detuve un momento, revisando hasta el fondo de la cesta. Una inocomidad realmente se hizo cuando me di cuenta de algo vergonzoso.

No tenía bragas.

Me golpeé mentalmente cuando recordé que ese era un de mis problemas últimamente. Mi ropa interior era limitada, puesto que siempre desaparecía sin razón aparente. Había decidido ir a comprar algunas anteriormente, pero se me había olvidado por completo el detalle de cuando no me quedaran limpias.

Escuché a Brent decir algo mientras se ponía de pie y se dirigía a la cocina, pero no le entendí. Una chispa de esperanza me alcanzó cuando me acordé de algo.

La noche anterior había dejado unas bragas en casa de Asher.

Pueden culparme de lo que quieran, de tener sexo después de una pelea, o olvidar algo importante como mi ropa íntima. Pero las prisas por regresar a dormir a casa no me dejaron pensar en si las llevaba puestas o no.

Necesitaba recuperarlas. ¡No tenía qué ponerme!

Ni siquiera esperé a recoger la ropa sucia amontanada del suelo. Tomé las llaves y mi celular y me dirigí a la entrada. De camino me encontré a Brent sosteniendo una bolsa de Doritos en sus manos

—Hey, hey, ¿a dónde vas?

—Es una emergencia, necesito salir —abrí la puerta cuando recordé algo más antes de salir—. Lily está a punto de llegar, dile que tuve que...

—Oh no, no. Yo me voy a casa.

Sonreí sin pensarlo. Había olvidado también ese pequeño detalle.

—¿No quieres verla?

—¡La última vez me lanzó una soda a la cara!

Como olvidarlo. Esa era mi soda.

—Sabes que no fue a propósito —ladeé la cabeza cerrando la puerta con él afuera.

—Me dijo "¡Toma esto, Cabrón!", segundos después una coca cola me partió la nariz.

—No eres el único cabrón al que Lily odia.

—Pero casualmente soy su ex.

—Pequeños detalles —agregué con sarcasmo. Luego caí en cuenta de otra cosa—. Oye, ¿y tu tarea?

Brent se miró a sí mismo como si intentara recordar dónde había dejado sus cosas. Lo único que traía entre manos era mi bolsa de Doritos. Gruñó en cuanto se dio cuenta.

—¿Crees que se note si no llevo la tarea esta semana también?

—La señora Molly ya ni siquiera te nombra en la lista en la entrega de deberes, ¿tú qué crees? —me burlé metiendo una mano en la bolsa.

Brent se despidió unas calles más allá. Decidió ir a terminar la tarea acumulada a su casa, donde tenía más cuadernos.

Mientras caminaba a casa de Asher, hice el amago de llamarlo algunas veces pero no contestó. Hubo un punto en el que solo salía el contestador automático, pero no le dejé ningún mensaje ni tampoco insistí más. Lo único que podía hacer era cruzar los dedos y rezar para que estuviera en casa y se hubiera quedado dormido.

No era algo que no hubiera hecho antes, y me refiero a tener una situación tan íntima con Asher. Nos conocíamos desde tantos años que era imposible no haber pasado por algo parecido. Solo que esta vez era distinto. Él ya no vivía solo.

Toqué el timbre una vez estuve frente a la puerta. Me mordía el labio inferior mientras rogaba mentalmente que fuera Asher quien abriera la puerta, o que al menos Hayes no estuviera en casa.

Por supuesto el destino puede jugarme malas pasadas siempre, y esta no era la excepción.

Unos ojos verde fabricados para la seducción me recibieron en la entrada. Hayes estaba parado observándome con esa estúpida y arrogante sonrisa pegada a su rostro. Vestía unos jeans que le quedaban de maravilla, no pude evitar fijarme en eso. Mi sorpresa no se quedaba ahí, mis ojos tuvieron el descaro de pasear por todo su abdomen, pues no traía camisa. Su cabello estaba húmedo, por lo que deduje que había terminado de ducharse.

Pudieron haberme matado en ese momento y yo solo hubiera vuelto a la vida para terminar de contemplar semejante Dios esculpido por alguien sin escrúpulos. Estaba bueno, estaba jodidamente ardiente y estaba segura que se aprovechaba de eso.

Mierda, ¿por qué mi cara empezaba a arder?

—Quién lo diría, no pensé que volverías a tocar a mi puerta tan pronto —inició él cruzando los brazos—. ¿Vienes a ver a Asher?

—Creo que es obvio que no estoy aquí por ti —respondí con un tono tranquilo.

—Pasa —hizo un ademán con la mano.

Crucé el umbral, adentrándome en el apartamento. Noté enseguida que las luces estaban apagadas, incluso las led, por lo que el lugar se veía incluso mucho más oscuro. Escuché la puerta cerrarse y casi me sobresalto.



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En el texto hay: adolescentes, humor, romancejuvenil

Editado: 10.08.2020

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