Sam.
Entré a paso firme al Soldier Field, el estadio más importante de futbol americano de Chicago. Había estado aquí un par de ocasiones antes de hoy, especialmente la última vez. Había venido junto a Kyle a resolver un par de papeles. Y hoy estaba aquí...sola. Mi noche con Katy había terminado conmigo escuchando lo idiota que era el hombre con el que discutió y lo agradecía porque no estaba para fiestas. Así que lo único que pudimos hacer fue quedarnos en mi casa y cansarnos de comer helado hasta que ella se durmió. Esta mañana había despertado con dolor estomacal y tuvo que correr al hotel por lo tarde que era.
Caminé rápidamente a la parte administrativa, tenía unos cinco minutos antes de que dieran las ocho por lo que tenía que apurarme porque correr en tacones no era una opción segura aquí, el piso de piedra no ayudaba.
¿Quién tenía de estos hoy en día?
— ¡Sam! —me giré cuando llegué a las oficinas al escuchar el grito. Los ojos verdes y muy animados de Hannah me sonrieron, su cabello rojo rizado recogido en un moño en la cima de su cabeza. Era la primera vez que la veía con gafas sobre su rostro.
— ¿Cómo estas, Hannah? —me acerqué sonriendo. Por lo menos una cara conocida por aquí.
— Oh ya sabes, mucho por aquí, mucho por allá. Pero, ¿qué hay de ti? ¿Viniste por algo en especial? —me dijo señalándome el lugar. Sacudí la cabeza y le mostré la carpeta con mi solicitud de traslado.
— Me tendrás por aquí un buen tiempo. —me reí al ver su rostro sorprendido.
— ¿En serio? —asentí. —La mejor noticia que me han dado en una larga semana.
— ¿Estás bien? —bufó.
— Intenta seguirle el trote a más de cinco jugadores de futbol americano que piensan más con su polla que con su cabeza. No he tenido un día libre en un buen tiempo. —se quejó. —¿Qué hay de Verónica? ¿Obtuvo su final feliz con el baja bragas, Hamilton? —me reí.
— Creo que me estás tomando el pelo, no me vengas a decir que no viste la nota de Donovan. —esta vez fue su turno de soltar una carcajada.
— Todo Estados Unidos vio eso, cariño. Es difícil ganarle a un anuncio como ese.
— Si, ellos están felices juntos. Son el uno para el otro. —afirmé.
— Lo supuse luego de lo que sucedió con Christopher. Me alegra ver que ellos ya se lleven bien. Y lo de Nicholas y Maya fue algo jodido para él. —la miré sin comprenderla. —Se culpa por lo que sucedió. No ha estado muy bien en los últimos meses y que decir del hecho de que lo único que parece mantenerlo cuerdo es entrenar. El entrenador estuvo a punto de suspenderlo para que se tomara unas vacaciones, Christopher amenazó con demandarlo por incumplir su contrato y al final todo se fue a la mierda. —dijo con tristeza.
— Pensé que ya estaba mejor. —recordé las palabras de Verónica. Si, perder a un ser querido era difícil, pero les estaba haciendo creer a todos que estaba bien cuando lo cierto era que estaba al borde del colapso.
— No lo está, le pedí que fuera a terapia, pero no me ha hecho caso. Dice que él no está ni de cerca de volverse loco y que le dejará la vacante a alguien que si la necesite. —atinó a decir. —No quiero tirar la toalla con él porque lo aprecio y todo, pero no es fácil de manejar. Todos estamos preocupados por su salud emocional.
— ¿No hay una política en la liga que aplique para él? —hablé recordando el reglamento.
— La hay, pero lo máximo que podríamos hacer es sacarlo del equipo, y eso sería bueno solo si el accede a ir a buscar ayuda profesional. No queremos que luego de tomar esta decisión lo que suceda sea para mal y no le ayude en lo absoluto. —asentí a manera de comprensión.
— ¿Sexy Hannah? —la mujer frente a mi cambió por completo su estado de ánimo colocándose furiosa, sus manos cerrándose en puños mientras soltaba un suspiro tal vez intentando calmarse.
— ¿Qué demonios quieres, Blake? —observé a las dos personas frente a mi confundida. Tenía que estar en un lugar en un minuto, pero no quería ser grosera con Hannah.
El hombre con ropa de deporte sonrió, su cabello negro mojado dándole un toque sexy, a decir verdad. Sus ojos marrones sonrieron en dirección a mi vieja amiga.
— Yo que tú buscaría la manera de bajar ese estrés que traes encima, cariño. —ella lo apuntó con su dedo al escuchar las palabras.
— Me vuelves a llamar cariño y te meto un lápiz por el culo, idiota. —reí un poco por su arrebato. —Sam, ¿qué harás al salir? —me encogí de hombros. —Estaré a las cinco por aquí, espérame en la cafetería y nos ponemos al día con algunas cosas sin tantas...—miró más allá de su hombro. —molestias.
— Seguro. —dije intentando contener una pequeña sonrisa. Asentí al hombre y tras darle un beso en la mejilla a mi amiga me alejé a la oficina de recursos humanos.
El lugar era espacioso, pero no gritaba "casa" como lo hacía en Boston. Fotos de los chicos cubrían las paredes a medida que avanzaba, incluso divisé la imagen de la sonrisa de Chris al pasar. Ojalá pudiera sanar algún día, se lo merecía.
— Adelante. —la voz que me respondió al tocar la puerta del que suponía era el director de recursos humanos me tomó por sorpresa. Mucho más la persona que me recibió. —¿Samantha Daniels? —asentí a la mujer tras el escritorio. Su cabello negro corto y profesional me gustó, pero la mirada en sus ojos me dio algo de miedo. Fría. Cautelosa. No se parecía a la cálida sonrisa de Garrett cuando llegaba a la oficina. —Toma asiento.
Hice lo que me pidió tendiéndole mis documentos. Anoche había revisado que todo estuviera en orden para mi traslado, pero ahora, mientras esta mujer los analizaba con detenimiento, el pavor a que alguno estuviera redactado de mala manera era evidente.
— Vienes con una muy buena recomendación. —me miró apartando sus ojos de los documentos. —Garrett no le da una recomendación a todo el mundo, mucho menos una tan perfecta. —Me había ganado mi lugar. —Me alegra mucho tenerte por aquí, Samantha.
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Editado: 11.05.2024