Sam.
Salí de la oficina de Garrett con una sonrisa. El hombre podía ser un dolor en el culo, pero lo extrañaba.
— Cielo. —me giré a la puerta por donde había salido para encontrarlo mirándome con tristeza. —¿No hay nada que pueda hacer para que regreses? —caminé de nuevo hasta él tirándolo hacia mí para un abrazo.
— Aún no tomo una decisión. Tengo un par de meses más para dar el sí definitivo o el no. Muchas cosas podrían llegar a cambiar. —dije alejándome. Asintió intentando quedarse conforme con mis palabras.
El hombre había intentado por todos los medios hacer que regresara. Incluso había llamado a las oficinas de Chicago en busca de una excusa que le permitiera tenerme de vuelta. Sobraba decir que no lo había conseguido.
— Te mereces esto y más, Sam. —me encogí de hombros restándole importancia. Había luchado mucho por llegar a donde estaba, pero no me creía más que los demás y sabía que si seguía luchando llegaría más lejos.
— Vendré antes de irme de vuelta a Chicago. —me despedí.
Pasé los vestuarios a sabiendas de que hoy los muchachos estaban aquí. Caminé hasta el campo sentándome en una de las gradas más cercanas. Bradley y yo teníamos un par de asuntos pendientes en unas horas y prefería esperarlo a volver a casa.
No podía creer que ya había pasado más de un año desde la última vez que estuve aquí. Muchas cosas habían cambiado y otras permanecían igual. Verónica tenía su familia feliz al igual que Emma. Dos de los solteros más codiciados de la NFL oficialmente estaban fuera del juego. Como pasaba el tiempo.
— Que sorpresa encontrarte aquí. —asustada me giré. Los ojos verdes de Kyle me observaban con tristeza y duda. No había rastro del hombre que dejé atrás.
— No puedo decir lo mismo teniendo en cuenta que trabajas aquí. —hablé con nervios.
Por Dios, Sam. Había hablado tantas veces con él. ¿Por qué ahora era tan difícil hacerlo?
— Claro. —rió un poco.
El silencio nos inundó.
¿Cuál era el siguiente paso? ¿Correr?
— Lo siento. —no lo miré al escuchar las palabras. Estaba tardando un poco en acostumbrarme a ellas. —Sam.
— Te escuché. —atiné a decir.
— ¿Puedes mirarme, por favor? —tragué en seco, dudosa. ¿Qué estaba mal conmigo?
Lo miré asustada. Nervios. Miedo. Duda. Ambos demostrábamos cada uno en diferentes proporciones. Sus ojos verdes eran mi lugar seguro por mucho que lo negara, pero ahora, el nervio lo tenía a mil.
— Por favor, perdóname. —mordí mi labio inferior sin saber que decir. En un movimiento rápido tomó mis manos temblorosas. Contuve el aliento por el mero toque. Miré concentrada la unión que tanto había querido sentir todos estos meses. Mi corazón latiendo desbocado en mi pecho. —Sam, yo sé que me odias, yo lo hago también. Pero no quiero que te vayas sin saber lo mucho que me arrepiento de esa noche. No tengo justificación alguna para lo que dije, me comporté como un idiota y sé que no merezco más de una mirada por tu parte, pero...
— Kyle...—lo interrumpí. Sacudió la cabeza y soltando mis manos puso sus dos pulgares con suavidad en mis labios impidiéndome seguir.
— Por favor. Déjame hablar. —asentí por el desespero en su voz. Sus ojos acuosos me llenaron de dolor. ¿Este era Kyle? Si, Sam. Era un Kyle dolido y al que se lo estaba comiendo la conciencia y las ganas de pedir perdón. —En serio que me arrepiento. No te merecías ni una sola de las palabras que dije, eres mucho mejor que yo y te mereces más de lo que yo te he dado. Te debí apoyar en tu proceso de sanar y no lo hice, mi jodida autocompasión me impidió ver que tenías razón. Yo también tenía que sanar, no solo tú. Ambos nos hicimos daño, pero tú no te merecías lo que yo hice. —terminó por decir sin dejar de mirarme.
— No pienso refutar eso, ambos sabemos que fuiste un imbécil en esa llamada. —dije dándole la razón. La herida había sanado. No tenía caso repetir el pasado y no escuchar. Y ambos parecíamos estar en la misma página justo ahora. —No tienes que preocuparte, Kyle. Entiendo tus motivos, y claro que te perdono.
Me miró sorprendido y solo pude reír.
— Oye, que no soy una perra. —me burlé al ver su rostro conmocionado. —He tenido mi cuota de malos ratos, Kyle. No negaré que fue difícil asimilar todo lo que dijiste, pero lo hice. Eventualmente comprendí que era el dolor y la furia hablando. Hay veces que nuestros sentimientos e impulsos pueden llegar a ser más fuertes que nuestras ganas de actuar de manera sensata.
— Wow. —murmuró mirándome fascinado. Sí, yo también habría reaccionado de la misma manera en el pasado.
— Sigo siendo la misma Sam, solo que ahora me concentro más en lo que realmente es importante, Kyle. Es de seres humanos equivocarse, pero es de personas maduras aceptar esos errores y superarse. —me miró con una sonrisa.
— No sé si es lo que esperas escuchar, pero...estoy muy feliz por la persona que eres ahora, me gustaba la versión anterior, pero sé que esta es la que ansiabas. —dijo entre triste y feliz. —¿Puedo hacerte una pregunta? —asentí mirándolo.
— Claro que sí. —dudó mirando sus manos sin saber cómo iniciar. Sus dientes atraparon su labio inferior nervioso. Este era mi Kyle. Era. Pasado. Por alguna razón no dolía tanto.
— ¿Aun me a...?
— ¡Sam! —su pregunta quedó en el aire cuando el grito de Bradley corriendo en nuestra dirección nos llegó. Mi corazón no iba a aguantar lo que mi cerebro se imaginaba que preguntaría. No sabía si agradecer o maldecir la llegada de mi amigo. —Johnson. —asintió hacia Kyle.
— ¿Estás listo? —dije poniéndome de pie. Bradley asintió mirando confundido entre ambos. Miré a Kyle que solo miraba a sus zapatos tenis.
— Claro. Mi auto está aquí, no tendremos que tomar un taxi. —habló restándole importancia.
— Perfecto. —me acerqué a Kyle. —Fue un placer hablar contigo, Kyle. —asintió ausente. Mis labios no aguantaron la tentación de tocar su piel y acercándome un poco más puse un beso algo largo en su mejilla casi en la comisura de sus labios. —Me alegro mucho que hayas seguido adelante y ahora seas feliz. —murmuré en su oído. Su mano tomó mi brazo cuando intenté alejarme, nuestros ojos encontrándose diciéndose todo lo que nuestras bocas no se atrevían a decir.
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Editado: 11.05.2024