Kyle.
Miré detenidamente a la mujer sosteniendo a Sofía en su regazo y mi corazón dio un vuelco. ¿Cómo había podido soportar tanto tiempo sin ella a mi lado?
Habían sido meses jodidos en donde apenas si podía sobrellevar las cosas sin derrumbarme, pero eso nos había traído aquí y ahora. La admiraba. La amaba. La adoraba. Era demasiado fuerte y había salido adelante ella sola. No me necesitaba a su lado, pero de alguna manera había logrado que me quisiera acompañándola. No sé qué demonios de bueno había hecho para ganarme su amor, pero agradecía a Dios por ponerla en mi camino.
Nuestra primera noche juntos supe que algo era diferente. No quise salir corriendo en la mañana como normalmente lo hacía luego de una noche desenfrenada de sexo. Lo normal era que bebiese hasta que el sexo pasara como un borrón por mi cabeza, luego salir de la habitación dejando a la mujer con la que había pasado la noche atrás. Nunca me importó saber si tenían ganas de otro polvo en la mañana o si quería pedir el desayuno, no me quedaba lo suficiente como para que la idea pasara por mi cabeza. Pero esa noche con la mujer a mi lado fue distinta. Por primera vez no quise tomar más que un par de cervezas antes de tomarla del brazo y llevarla a mi habitación.
Cuando sus ojos y los míos se encontraron en ese salón, me olvidé del mundo alrededor. Pensé que era solo la idea de su picardía y la mía chocando, pero cuando a la mañana siguiente puse mis ojos en la rubia envuelta en las sabanas a mi lado, solo cerré los ojos e inhalé su olor cayendo de nuevo.
La mejor decisión que he tomado en mi puta vida.
— ¿Aún no te lo crees? —se burló al despertar y cacharme mirándola con ojos de borrego. Solo pude reír y plantar mis labios sobre los suyos. A la mierda el aliento mañanero. Casi que ni habíamos dormido anoche.
— ¿Quieres repetir? —sus ojos encontraron los míos, el sueño poco a poco desvaneciéndose y siendo remplazado por el creciente deseo. Rápidamente salió de la sabana y se montó a horcajadas sobre mí. —¿Eso es un sí? —me burlé.
— Paciencia, pequeño saltamontes. —respondió en su lugar. Mi erección matutina quería explotar en mis pantalones de chándal, mucho más porque tenía su culo sobre ella.
Se inclinó lentamente presionándose contra mi bulto sonriente al ver el estado en el que estaba. Sus labios repartieron besos húmedos por mi pecho bajando hasta llegar a la pretina de mi pantalón. Enarcó una ceja en mi dirección cuando los bajó y dejó mi polla al descubierto.
Demonios. No iba a aguantar mucho, lo sabía.
— Alguien amaneció animado. —dijo divertida dando un ligero beso en ella burlándose de mí.
¿Qué carajos estaba mal conmigo?
— Samantha, haz lo que vayas a hacer de una maldita vez. —gruñí al borde. Necesitaba su boca sobre mi o mi polla enterrada profundamente en ella.
— Creo que...—se puso de pie y colocó la bata blanca del hotel sobre su cuerpo recogiendo sus cosas. —nos vemos por ahí, Kyle. Tengo un lugar donde estar.
— ¿Qué demonios...? —sonrió con suficiencia dándome la espalda y dejándome ansioso de ella.
Me aturdí un par de segundos, pero salté de la cama antes de que llegara a la puerta. Mi mano la cerró cuando la intentó abrir, las cosas en su mano cayeron al suelo cuando abrí la bata dejando su cuerpo al descubierto. La pegué a mi cuerpo, mi mano viajando más arriba de sus muslos para encontrarla empapada. Sonreí contra su cuello.
— ¿Ibas a usar tu mano para esto? —me burlé llegando a su clítoris. Se arqueó contra mi pecho mordiendo su labio inferior. —¿Es que no crees que mi boca o mi polla puedan con esto, Sam? —moví mi dedo con suavidad en ella.
— Kyle...—la giré pegándola a la pared, mi polla quedando pegada a su piel. Se estremeció contra mi mirándome con deseo.
— ¿Quieres mi boca o mi polla? —pasó su lengua por sus labios.
— Ambas. —sonreí arrodillándome y besando sus muslos.
— Buena respuesta.
— ¡Tío, Kyle! —salí de mis pensamientos para encontrar los ojos de Jake fijos en mí, su cuerpo estaba empapado por el sudor y su cara parecía un tomate por tanto correr. —¿Me acompañas por un helado? —asentí poniéndome de pie.
— ¿Chocolate? —miré a Sam, rodó sus ojos por mi pregunta. Siempre tan predecible.
— Que sea doble. —murmuró a sabiendas de que no tenía caso ponerse a la defensiva. La conocía y desde esa primera noche, el maldito chocolate había hecho parte de nuestras vidas.
— Yo quiero de pasas. —dijo Jake ignorando nuestro intercambio de miradas y tomando mi mano para luego tirar de ella en vano. —Camina, tío. —miré a Sofía, sus ojitos azules me observaban graciosos con su boquita llena de puré.
¿Cómo se comían eso?
— ¿Quieres un poco, amor? —sacudí la cabeza mostrando mi evidente falta de apetito cuando Sam me mostró el tarro en sus manos. Ella rió provocando la pequeña sonrisa desdentada de Sofía.
Me acerqué a ella y sin importarme la mano de Jake tomando la mía le planté un suave beso en sus labios.
— ¡Eso es asqueroso! —se soltó el niño de mi agarre imitando arcadas que cada vez parecían más reales. Mi chica y yo no pudimos contener las ganas de reír y esta vez sí soltamos una carcajada.
— Cuando consigas tu primera novia voy a estar allí y me voy a reír, Jake. —dije caminando hacia él.
— No voy a besar a una chica jamás. Nunca. Eso es asqueroso. —habló asqueado.
Este sería del tipo que daba espectáculos en las fiestas, lo sabía.
— ¿Le has dicho eso a tu papá? —crucé la calle con él.
— Si. —se encogió de hombros. —Se ríe de mí y luego se lo dice a mamá. —murmuró furioso. —Dicen que espere a que cumpla catorce. O menos.
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Editado: 11.05.2024