Sam.
Me desperté con el brazo de Kyle rodeando mi cuerpo desnudo en mi cama. Su aliento golpeando directo en mi cuello haciéndome sonreír. Que noche. Apenas si habíamos logrado salir del club sin tocarnos. T.J tuvo que buscar la llave de la puerta del reservado para podernos sacar de allí cuando iban a cerrar, para entonces no había rastro de los muchachos y agradecía tener el auto de Kyle en mi poder para no tener que esperar a un taxi.
Había tenido que escabullirme en su casa cuando Bradley me avisó que ya estaban en el club y rogar en silencio para que las llaves de repuesto no estuvieran en su cartera sino en la mesita de noche en donde las había dejado la última vez. Conté con suerte y las conseguí luego de veinte minutos poniendo el lugar patas para arriba.
Kyle se removió a mi lado, su brazo apretándose más contra mí y atrayéndome hacia el de manera que su entrepierna quedó fija en mi trasero mientras su aliento seguía golpeando en mi cuello. Lo sentí sonreír contra mi piel cuando sintió la presión.
— Buenos días, amor. —masculló justo en mi oído en voz baja y suave.
— Ni lo pienses. —dije saliendo de su agarre cuando lo sentí animarse en mis nalgas. Su risa llenó mis oídos cuando estuve un par de pasos lejos. —Tengo que tomar el vuelo en...—miré el reloj en la mesita de noche y chillé al ver la hora. —maldita sea, tres horas.
— Relájate, si lo pierdes te vas mañana. —habló sonriendo, mis ojos viajaron a su cuerpo desnudo en la cama cubierto apenas de la cintura para abajo por la sabana blanca. La boca se me hizo agua cuando se estiró y se incorporó dándome un buen vistazo de su perfecto paquete de ocho. ¿Cómo siquiera lo tenía?
— No puedo, tengo una reunión a las cuatro. —y apenas si había dormido un par de horas. —¿Me llevas al aeropuerto? —dije caminando a mi bolsa de viaje y colocándome unas bragas y sostén negro.
— ¿No piensas darte una ducha? —habló gracioso caminando hacia mi sin nada cubriéndose.
— ¡Aleja esa cosa de mí! —chillé yendo hasta la comoda en busca de un cepillo para el cabello. Siempre olvidaba el mío.
— No decías eso anoche. —aclaró tomando una toalla y rodeando su cintura con ella riendo. —De hecho, si no recuerdo mal tus palabras fueron ¡Oh si, Kyle! ¡Mas...! —cerró la boca cuando sintió el golpe en su pecho por parte de uno de mis tenis.
— No te burles de mí. —dije riendo.
— Me daré un baño rápido y te llevaré al aeropuerto. ¿Quieres entrar primero a lavarte los dientes? —asentí buscando mi cepillo de dientes en mi bolso. Bingo. Ese sí que no lo había dejado.
Corrí bajo si mirada atenta directo al baño y tomando su pasta dental la unté sobre las cerdas de mi cepillo. Mi cabello era un completo lio, pero tendría que mantenerse en un moño desordenado hasta que llegara a Chicago en un par de horas. La reunión de hoy era importante para todos y tenía que estar presente, de no ser así, me quedaría por lo menos hasta mañana.
Salí tras cepillarme para encontrarlo acostado en la cama con su brazo sobre sus ojos y a punto de quedarse dormido.
— ¡Amor! —se incorporó asustado haciéndome soltar una pequeña risita. —Por favor, dúchate rápido. —rodó los ojos y se levantó caminando hasta mí, su brazo enroscándose en mi cintura mientras me acomodaba en su pecho.
— Te voy a extrañar. —besó mi cabeza. —Dame unos minutos, luego te llevaré. Tranquila, el tráfico no debe estar tan jodido. —como si no conociera la ciudad.
— Apúrate. —el timbre de la casa sonó alejándome de él. —¿Esperas a alguien? —sacudió la cabeza encogiéndose de hombros. —Voy yo, ve a bañarte. —dije tomando una de mis sudaderas y colocándomela rápidamente mientras escuchaba la puerta del baño al cerrarse con él dentro.
Caminé agitada escuchando la insistencia de quien sea al otro lado de la puerta querido desgastar el timbre. ¿Quién demonios tocaba así?
Abrí la puerta, mis ojos viajando directo a la mujer con el cabello desordenado y ojos verdes furiosos cuando me vio. Hizo una mueca empujándome en su proceso para entrar al departamento como dueña y señora.
— ¿Se puede saber qué carajo haces aquí? —dije sin el más mínimo interés en ser amable. Ella no se había ganado ni de cerca mi amabilidad.
— Vengo a ver a Kyle. —sonrió con suficiencia girándose hacia mí. El vestido pegado a su cuerpo luciendo demasiado sofocante en comparación con mi sudadera. Eran las ocho de la mañana. ¿No merecía un día tranquilo?
— No te puede recibir, vamos de salida. —solté de golpe.
— Mira, zorra. —enarqué una ceja dando un paso al frente amenazante. —De verdad que eres una mujer de la calle, no sé de donde te recogió Kyle. —suspiré perdiendo la paciencia y cerrando mis manos en puños. No a la violencia, Sam. —No es de tu incumbencia, pero tengo cosas importantes que hablar con él, y para cuando termine, te enviará lejos de aquí. Espero que hayas disfrutado tu última noche con él, vagabunda. —sin poder resistirlo le crucé la cara con una bofetada provocando que chillara por mi arrebato. Como quería darle una segunda.
Levantó su rostro, furiosa con la mano sobre la mejilla golpeada, sus ojos verdes brillando con furia e ira mientras apretaba su mandíbula.
— La única vagabunda aquí eres tú. Acepta que Kyle está conmigo y búscate una maldita vida de una buena vez. —mascullé entre dientes furiosa.
— No por mucho tiempo. —sonrió bajando su mano.
— El me ama, asimílalo.
— Pero no te amará más que al pequeño que estoy por darle. —las palabras salieron de su boca como cuchillos lanzados directamente en mi pecho impidiéndome hablar.
— ¿Qué dijiste? —por inercia miré su vientre plano deseando haber escuchado mal. Esto debía ser una maldita broma. Metió la mano en su bolso y cuando la sacó me tendió un papel. Lo tomé con miedo dándome cuenta de que no se trataba de una simple hoja en blanco. Era una jodida prueba de embarazo con un gran "positivo" en la parte superior.
#935 en Novela romántica
#381 en Chick lit
amor dolor romance, amor dolor humor odio mentira, celos dolor desamor tragedias problemas
Editado: 11.05.2024