Sam.
Dos meses después.
Repasé nerviosa y ansiosa el resultado en mis manos por tercera vez en cinco minutos. La mujer a mi lado me observó a la expectativa con una sonrisa en el rostro esperando mi reacción. Demonios. Positivo. No sabía cómo sentirme. Miles de emociones en un solo momento, mi mano viajando por instinto a mi vientre plano en un intento de buscar algún indicio que me permitiera corroborar la información en el papel.
No lo había.
De no ser por las constantes nauseas en el último mes y que de una manera u otra mi irregular periodo ya había tardado más que un par de semanas como siempre hacía, no se me habría pasado por la cabeza la idea de un pequeño creciendo dentro de mi...o pequeña.
Las lágrimas se arremolinaron en mis ojos mientras por alguna razón el alivio y la felicidad me inundaba. Un bebé. Nos habíamos olvidado del maldito condón una sola vez en su cumpleaños. En su momento lo dejé pasar y no me tomé la pastilla al día siguiente por las emociones de saber que iba a tener un hijo con Penélope. Necesitaría de una ecografía para confirmar lo que ya sabía. Mi sorpresa para él había terminado convirtiéndose en un grato regalo para mí. No podía ocultar que a pesar de que este bebé no fuese planeado, era una bendición para mí.
Enmarqué mi rostro entre mis manos permitiendo soltar las lágrimas de felicidad. Hannah me abrazó mientras caían dejándome encontrar un poco de estabilidad conforme pasaban los minutos. No sabía cómo lo tomaría Kyle, tal vez no era el mejor momento teniendo en cuenta lo que sucedía con Penélope, pero yo no cabía de la dicha y la emoción. Un niño o niña crecía dentro de mí.
Desde meses atrás cuando tanto Emma como Verónica formaron su propia familia, un ligero tirón se instaló en mi cada que las veía. Era envidia por ello. Anhelaba un par de niños llamándome mamá mientras corrían en mi dirección. En su momento, no imaginé que lo mío con Kyle tendría oportunidad alguna, pero conforme pasaron los meses y nuestra relación se hizo formal y estable, el sueño de formar una familia con el paso del tiempo se había incrementado. Y aquí estaba. Lo tenía a menos de seis meses.
— Díganme que esas son lágrimas de felicidad. —levanté mi cabeza sonriéndole a una Katy con tres cafés en sus manos llenas. Asentí mientras las lágrimas seguían cayendo y ella chillaba soltando lo que traía en las manos y corriendo hacia nosotras. —¡Vamos a ser tías! —chilló emocionada apretándome en un abrazo. —sus ojos pasaron a la mujer en la recepción mirando el charco marrón en el suelo. —Lo limpiaré. —la chica soltó una carcajada y tomó el teléfono.
— ¿Cómo te sientes? —la voz de Hannah sonó ansiosa temiendo por mi reacción.
— Feliz. —dejé escapar mientras volvía a mirar el papel en mis manos sin dejar de repasar el resultado. No me lo creía aún. Este bebé no tendría nada de lo cual preocuparse.
— Y nosotras estamos emocionadas por ti. —soltó Hannah alejándose un poco. —¿Cuándo se lo dirás a Johnson? —me encogí de hombros y saqué mi celular. No era buena idea hacerlo por llamada.
— Tengo miedo. Sé que este bebé no llega en el mejor momento para él, tendrá que lidiar con Penélope y un niño de tres meses cuando el nuestro llegue. ¿Cómo demonios lo va a tomar? No tengo ni idea.
— Bueno, si Johnson no tiene los pantalones para hacerse cargo de las dos ocasiones que no se puso el gorrito, sabes que Verónica, Hannah y yo estaremos encantadas de obligar a ese niño a jugar futbol o de proteger a esa niña de los bastardos que se le acerquen. —la seriedad en la voz de mi pelinegra amiga me hizo sonreír. —Además de que Josh en secreto está esperando saber ese resultado. —sonreí. Su hermano había sido el que me había dado la posibilidad de hacerme una prueba de embarazo cuando en medio de nuestro desayuno había salido como alma que lleva al diablo directo al váter en tres ocasiones.
— Por alguna razón no quiero que mi hijo se convierta en un prostituto como tu hermano o que mi hija le tenga miedo al mundo por la caja de cristal en donde la pondría. —dije riendo.
— Como si con su madre no fuese a tener suficiente. No llevas ni diez minutos haciéndote a la idea y no has apartado tu mano de tu vientre. —sorprendida por sus palabras miré a mi blusa y tenía razón. No lo había hecho. Te amo, pequeño o pequeña. Y tenía la esperanza de que su padre estuviese igual de emocionado que yo con la noticia.
— Viajaré a Boston hoy. —miré a Hannah. —¿Puedes decirle a Amara que me ausentaré y que es algo de vida o muerte? —dramaticé. Mi contrato terminaría en un par de semanas, y con esto, mis deseos de regresar a Boston habían aumentado.
— No es como si pudiera decirte nada. Accediste a que prolongaran tu contrato durante dos meses más porque no habían conseguido a alguien capacitado para ocupar tu lugar.
Asentí. No se lo había dicho a nadie más que a las chicas, pero había declinado la oferta del puesto que me ofrecía la liga en Chicago. No quería estar más tiempo lejos de mis amigos y de Kyle. Dos meses más habían sido mi límite para dejar el cargo y ellos habían estado de acuerdo.
Cuando llegué a Chicago tras el momento con Penélope, tuve la leve idea de quedarme, pero cuando Kyle me llamó en esa ocasión utilizando a su amigo como vía de comunicación, ya yo había tomado una decisión. Kyle y yo nos amábamos. Y lo conocía. Un niño no lo haría atarse a Penélope, pero sí que temía que la mujer fuese a reaccionar de una manera equivocada ante los constantes rechazos de Kyle.
Él había preferido no contarme, pero luego del escándalo que nuevamente le había formado en las instalaciones, había sido inevitable que no me enterara de sus arrebatos, además de que la muy perra me había llamado para amenazarme. Lo único que me alegraba era que mi hombre ya se había hecho a la idea poco a poco de un nuevo miembro en su corazón, aunque no había dejado de lado la idea de hacerle una prueba de paternidad cuando el pequeño naciera. Iba a ser un niño. En tres meses, Kyle tendría a su hijo en sus brazos.
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Editado: 11.05.2024