Kyle.
Tres días después.
Mis ojos se sentían pesados mientras que el dolor solo aumentaba a medida que intentaba moverme. Carajo. Me dolía hasta el alma.
Fue difícil acostumbrarse a la luz de la extraña habitación en donde me encontraba, pero poco a poco abrí los ojos permitiéndome escanear el lugar. ¿Qué demonios estaba haciendo en una maldita habitación de hospital?
Los sucesos de ayer volvieron a mi como una ráfaga de imágenes que quería sacar de mi cabeza. Esa maldita perra se había burlado de mí. Se estaba mofando con ese hombre de lo patético que era por responder por un niño que no era mío y lo intentaba convencer de que no abriera la boca. Perra. Maldita. Iba a pagar por esto. De no ser por el niño en su vientre habría pensado en hundirle la carrera, pero no lo haría.
Me había dolido, mucho más de lo que podría pensar. Me había hecho a la idea de un pequeño niño en mis brazos y en menos de un minuto me lo habían arrebatado. Esa mujer no tenía perdón. Jugar con su propio hijo no lo tenía.
Me subí a la camioneta de Thomas y lo último que recordaba era mi mirada al frente y el sonido de un claxon. La oscuridad había venido luego de ello. ¿Eso había sido ayer? ¿Hoy? Carajo. Dolía todo.
Y le debía una puta camioneta a mi hermano. O eso creía.
— Señor Johnson. —una mujer me observaba con una sonrisa desde la puerta. La miré confundido. —Soy Eva, su enfermera. —asentí no tan convencido. Quería salir de aquí. ¿Dónde estaba Sam?
— C-claro. —carraspeé. Mi garganta se sentía rasposa y seca.
La castaña sonrió y caminó hasta llegar al lado de mi cama y tomando un vaso con un pitillo me lo puso en los labios. Tomé poco a poco sabiendo que tragar de golpe solo haría que me doliera más.
— Le avisaré a la doctora Williams que ya despertó. Han sido tres días demasiado difíciles para su familia. —aturdido aparté mi boca de la pajilla.
— ¿Tres qué? —solté incrédulo. Esto debía ser una maldita broma.
— Días. Su esposa está fuera y sé que le encantará saber que ya despertó. —¿mí qué?
— Claro. —dije confundido.
— Ya regreso. —asentí algo ausente.
¿Cómo demonios había pasado tres días en coma? ¿dormido? Qué se yo. Intenté incorporarme a pesar de los malditos cables en mí y tirando del oxígeno en mi nariz lo arranqué. Odiaba los malditos hospitales.
Miré alrededor y no había nada más que un sofá que a leguas se notaba lo incomodo que era y una puerta que parecía el baño. Miré hacia abajo...que no sea lo que estoy pensando. Maldita sea. Tenía una maldita sonda metida.
Si los muchachos me vieran así...sería el maldito chiste del equipo.
— Kyle Johnson. —miré la puerta reparando a la pelinegra con mis ojos. La sonrisa en su rostro intentando darme la comodidad que no tenía. —Soy Elena. —asentí. No que me importara mucho, quería salir de aquí, incluso aunque por algún motivo el rostro de la desconocida se me hacía familiar.
— ¿Cuándo me puedo ir? —sus ojos azules brillaron con gracia.
— Sam dijo que dirías eso. —entrecerré mis ojos hacia ella. — Vaya, parece que tengo tu atención.
— ¿Dónde está mi novia? —mascullé viéndola caminar hacia mí.
— Fuera. Probablemente debe estar soltando el aire del alivio junto a tu familia y amigos. Llevan tres días yendo y viniendo de dos en dos preguntando por ti. La sala de espera está llena y ni una amenaza los ha sacado. La administración del hospital se dio por vencida cuando los Boston Devils aparecieron completos aquí, incluso los muchachos del Chicago Warriors se han pasado. —jodido Rick y Chris.
— ¿Puedo ver a mi novia? —dije frustrado.
— Supuse que eras intenso, pero no tanto. —se burló.
— ¿Te conozco? —ella rodó los ojos.
— Soy amiga de Sam, Emma es mi mejor amiga. ¿Ahora si puedo hacer mi trabajo? —sonrió para nada molesta. Asentí y me relajé. Más le valía a esta mujer dejar que mis padres y Sam pasaran una vez que ella saliera.
Los treinta minutos más frustrantes los pasé junto a esta mujer y sus preguntas que llevaban a la misma conclusión. Me sentía bien y de no ser por el maldito hecho de que me dolía cada hueso del cuerpo ya habría salido de aquí sin importar que la bata que traía le mostrara mi culo a medio hospital.
— Tienes que pasar la noche. —suspiré frustrado. —Las pruebas que te harán tomarán todo el día así que tendrás que soportarlo si quieres salir de aquí pronto. ¿Entendido? —asentí. —Voy por Sam. —sonrió.
— ¡Al fin! —grité haciendo esfuerzo y contrayéndome del dolor después ganándome una mirada de reprimenda por su parte. La mujer rodó los ojos, tomó su planilla y salió dejándome solo.
Me recosté cerrando los ojos por un par de minutos, no sabía cómo sentirme. Debía agradecer por estar vivo, y lo hacía, pero aun sentía el vacío por perder algo que nunca fue mío. ¿Cómo me había encariñado tan rápido con ese bebé?
Un chillido me hizo abrir los ojos para encontrarme con la mirada acuosa de la mujer que tanto amaba mientras llevaba sus manos a su boca. Las bolsas bajo sus hermosos ojos marrones me arrebataron el alma. Había estado sufriendo por mi culpa.
— Ven aquí, hermosa. —no lo pensó dos veces y corrió hacia mi rodeándome con sus brazos y apretándome con fuerza. Contuve el gemido de dolor que amenazó con salir y rodeé su escuálido cuerpo de vuelta. Carajo. Como amaba esta mujer.
— Sabia que despertarías. Yo...—su voz se perdió entre las lágrimas mientras se alejaba y presionaba sus labios contra los míos en un casto beso. —Te amo tanto.
— Y yo a ti. —dije rodeando su cuello con mi mano. —Lo siento.
— Lo importante es que estás bien, Elena dijo que tendrían que hacerte un par de exámenes pero que te darían de alta mañana. —sonrió limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano.
— Quiero salir de aquí. —tomé su mano entre la mía e hice un ligero puchero. —Sácame de aquí.
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Editado: 11.05.2024