Poder y justicia

Capítulo 19

Lucrecia

 

 

La fiebre no me permitió dormir aquella noche. Tampoco el miedo a morir. Dasyra permanecía despierta a mi lado. Las ojeras ya eran notables en su bronceada piel y tenía el ceño fruncido. Permanecía en silencio a pesar de lo mucho que le gustaba hablar y distraerme con sus mil anécdotas. Estaba preocupada. Su mirada era como un libro abierto. Podía leer cada uno de los sentimientos que sentía y los pensamientos que llegaban a su mente.

La tormenta nos acompañó en aquella triste noche. Ambas rezamos para que sobreviviera hasta el alba.

Cuando los primeros rayos del sol alumbraron la alcoba, alguien tocó la puerta.  Era la mestiza. Helia y Dasyra comenzaron a hablar en un dialecto que no conseguía entender. Mientras, acaricié la pequeña venda que tenía alrededor de uno de mis dedos, donde me mordió su rata. En parte me aliviaba sentir dolor, no como ocurriría con mis piernas.

Entonces escuché la voz de una mujer que no supe identificar. Una anciana cruzó el umbral de la puerta. Era como ver a una Dasyra entrada en años. Su tez era más oscura, sus ojos de un azul casi celestial y su melena rizada y blanca descansaba en uno de sus hombros entrelazada en una trenza. Nuestras miradas se cruzaron y pude sentir una especie de chispazo en mi pecho.

Intenté sentarme pero Dasyra insistió que siguiera tumbada. Agradeció a Helia el acompañar a su abuela hasta la habitación y la mestiza abandonó el lugar. La anciana se sentó en el filo de la cama y me miró de nuevo a los ojos, mientras Dasyra nos observaba de pie.

—Mi nombre es Ilyana Lovaris, curandera y sanadora de Versalia. Es un placer conocerla princesa Melania —se presentó con un perfecto galo. Tenía un acento que no supe identificar.

—El placer es mío.

—Nuestro señor ha permitido mi estancia en palacio hasta que se recupere, princesa. Creo que mi nieta se lo comunicó.

—Siento que se me está escapando la vida minuto a minuto —pronuncié con un hilo de voz. Noté que Dasyra sollozó durante unos segundos.

—Por eso estoy aquí, princesa. Mi labor va ser volverla a hacer andar. —La mujer mantuvo la calma a diferencia de la joven fae—. Con su permiso, voy revisar su cuerpo.

Asentí. Se puso de pie y entonces apartó las sabanas que me tapaban para observar mis piernas. Ilyana mantuvo la mirada y las recorrió con paciencia. Su expresión era seria y cuando pensé que iba a mirar a su nieta a modo de crítica silenciosa, me volvió a mirar a los ojos. Sostuve la mirada para conseguir descifrar algo en ella. Eran los mismos ojos que los de Dasyra. Un libro totalmente abierto que me permitía leer lo que ocurría dentro. Y algo no iba bien.

—Dasyra, ¿que tratamiento le has estado proporcionando a nuestra señora?

Se mantuvieron hablando galo, me imaginé para que entendiera todo y no me asustase. Dasyra le explicó los mismos procedimientos que me había comentado así semanas atrás. Entonces la anciana suspiró y me volvió a mirar.

—Mi nieta preparó un tratamiento perfecto para un ser humano. Es una medicina muy tradicional que se suele aplicar en recién nacidos faes y otras criaturas de bajo rango mágico. Cuerpos que no podrían resistir tratamientos más fuertes. —La escuché con atención—. No obstante, bajo mi criterio considero que debemos cambiar el tratamiento a uno más normativo.

Entonces la reacción de Dasyra me sorprendió.

—¡Pero abuela! Su cuerpo está muy débil y…

—Con el tratamiento de hierbas no sobrevivirá. —El silencio posterior fue devastador. Entonces volvió a mirar mis piernas.— La infección se ha propagado—. Entonces, levantó mis faldas para observar mi vientre, lo palpó con sumo cuidado—. ¿Está orinando sangre, cierto?

Dasyra asintió y miró a un lado. Yo me mantenía como mera espectadora. Me sentía demasiado cansada como para intentar dialogar más de la cuenta.

—Eso quiere decir que la infección ya se ha propagado hasta los riñones.

—Pero ella es humana, abuela. Su cuerpo si…

—Confía en mí, Dasyra. Hay más posibilidades de que sobreviva al tratamiento mágico.

—No lo entiendo, ¿como puedes estar tan segura de que sobrevivirá?

Entonces la anciana me miro de nuevo. Aquel brillo en sus ojos mostraba esperanza, pero también podía atisbar algo de respeto por su parte. ¿Por qué? Estaba moribunda. Mi gloria y mi presencia no resplandecían con su luz habitual. Me estaba apagando. ¿Por qué sentir tanto respeto hacia mí?

—Igual puede parecerle algo duro que estemos teniendo esta conversación con vos delante, mi señora, pero le puse de única condición a nuestro amo: que vos debía saber todo detalle sobre su estado y el riesgo que conlleva el tratamiento. No quiero ser yo quien tome ninguna decisión por vos. Ni yo ni nadie, es mi filosofía como médico. Me imagino que estará cansada, pero veo en su mirada su perspicacia natural y sé que sabrá elegir con sabiduría.

La miraba directamente a los ojos. El silencio fue notable los minutos posteriores. Pude notar a Dasyra algo incómoda. En cambio Ilyana se mantenía neutral, mirando. Cogí aire y fuerzas para decir las siguientes palabras:

—Dasyra, sal de la alcoba un momento.

Ambas quedaron sorprendidas. No obstante, la joven fae no se opuso a mi orden y abandonó la sala. Ilyana no paraba de mirarme y esperar a que hablase.

—Necesito sinceridad extrema a lo que voy a comentarte, Ilyana Lovaris.

—Haré todo lo que esté en mis manos para ayudarla, mi señora.

Cogí aire.

—Desde que he llegado a este palacio, he descubierto que existen formas de vida nuevas, como vosotros los fae. He experimentado en mis carnes bastante indiferencia por parte del resto de Oréades del palacio y por un momento llegué a pensar que se debía mi condición tanto humana como de enfermedad. Pero desde que vi su mirada posarse sobre mí, unas segundas sospechas han surgido en mi mente.



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En el texto hay: edad media, reinas y princesas, brujas

Editado: 28.12.2022

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