Hijo del ocaso del caos que causo,
infesto opuesto del río del que nazco.
El hallazgo, melodía del último párrafo,
en el día que caía sucumbía lo impensado.
El alba al vacío me guiaba.
La bahía como lava irrumpía como balsa
que al mar se lanza, al alma alza y el sol alcanza
a pintar olas que solas al cielo le danzan.
Las sombras siembran asombro en ciervos,
cuervos serenan en locos cuerdos.
No concuerdo con quienes refunfuñan que los recuerdos
sólo rencor enseñan en señales como espectros.
Llevo llantas rotas porque no importa,
si la vida es corta eso nada aporta,
el tiempo se acorta. Mi piel soporta
el fuego que me quema hasta el frío que me corta.
Sentir
la luna sangrar,
oír
el fuego.
Partir
al ojo del mar
y mirar
al huir.
La melodía y el humo comienzan a maridar,
lo malo del día esfumo y empiezo a amar y dar.
La melancolía al mar irá, inmersa el alma herida
como brida cierra sus puertas sin dejar salida.
Se va mi voz y quedo sin saliva,
el rastro del rostro arrastro cuando arruinó su vida.
Con ilusiones en subida voy hacia arriba,
mi letra se arriba, mi meta ya sumida.
Asumida, la realidad lastima,
el autoestima arruina al corazón en mil ruinas.
Arrima a mi naturaleza bañada en recina,
reclina el climax de una noche de neblina.
El clima de una tarde de llovizna
que tiñe de serenidad hasta la última brizna
diluvia entre los sauces saciados de nostalgia,
regia rugía como cauce la libertad que le urgía.
Sentir
la luna sangrar,
oír
el fuego.
Partir
al ojo del mar
y mirar
al huir.