Unos milímetros lo separaron del infierno
aunque se limitó por quienes pararon a socorrerlo.
La luz entró y su voz se cerró en el cuaderno,
vio el libreto y liberó todo hasta corroerlo.
Mililitros de amor y dolor esparcidos en cemento
el segmento entonó en tonos negros,
él se mintió y su mentón se reintegró
y se metió al manso manto que sangró.
Se montó en un montón de agrios milagros,
asume en todo el lodo el monstruo que desintegró.
Su mentor, el motor que amamantó el peligro,
aumentó y amontonó todo lo que malogró.
Logró despegar y dejar atrás lo que abrió la herida
comenzando a despejar y alejar lo que derrumbó su vida.
Comenzó a imaginar ver llorar a la mujer más querida
y decidió narrar y mostrar la pesadilla sumergida.
Suspira ira que inspira el día a día
y aspira a virar hacia la paciente salida.
Respira y mira la agobiante caída,
aspira maría soltando lo que ardía.
Ansia sanar y demostrar que valía
sin vaciar sus horas en oraciones vacías.
Asimilar lo real y volar en las vías,
encriptar y borrar el daño que producía.
Me salvó la compañía
de los que me seguían
y enseguida me guían
hacia la poesía.
Y aunque parecía
un ser sin energía,
la inercia me subía
hasta mi propia cima.
A Nano, San y Gina