La belleza de una lágrima radica con el sentimiento con el cual es provocada. Una verdadera lágrima se goza cuando en ella liberas una emoción que te lleva a experimentar un sin fin de sensaciones.
Que bellas son las lágrimas pero a la vez son tan frágiles, así como llegan se van y aunque liberas un pesar quedas con esa sensación de soledad, cada segundo muere una lágrima ya sea en el hombro de un amigo, en los brazos de una madre, en la tumba de un familiar, en tu suéter favorito, en tus propias manos. No importa donde sea, lo que de verdad importa es que aunque sea una vez has llorado, has derramado lágrimas por ese sentimiento el cual puedes ponerle muchos nombres: felicidad, tristeza, impotencia, nostalgia y en casos muy extremo rencor.
Recuerda que el llorar no es signo de debilidad si no de que ya has aguantado mucho y necesitas liberar todo eso que te agobia, y es ahí donde la verdadera fortaleza se muestra con la verdadera naturaleza de una lágrima.