Yo no quería matarla,
pero el Sol saludaba el horizonte,
y su tenue fuego comenzaba
a arañar el alba.
Y yo no quería matarla,
pero ahí ella estaba,
vestida de joyas
y de gitanas.
No quería matarla,
pero me le acerqué
y saqué mi daga,
la clavé en su torso
y me atreví a mirarla,
tomé su doliente cadáver
y lo tiré en las llamas.
Y yo no quería matarla,
pero si no era mía,
pues tampoco
de ninguna otra alma.
Editado: 23.09.2018