Poemas invisibles | Drarry

Capítulo 2

– ¡Oye Malfoy! ¡Espera! –gritó Harry el día siguiente, cuando vio al Slytherin a lo lejos junto a sus amigos, caminando hacia el comedor– ¡E-Espérame! –el rubio finalmente lo había oído y se había volteado rodando los ojos.

– ¿Y ahora qué quieres? –dijo con fastidio.

– Necesito hablar contigo –miró a Zabini y Parkinson– a solas –Malfoy resopló, pero aceptó. Sus amigos los dejaron solos para ir a sentarse en la mesa de Slytherin.

– Que sea rápido –Harry asintió y lo llevó a un lugar más apartado de la entrada del comedor para tener privacidad.

– Mira... quería decirte que me siento halagado por tus sentimientos y todo eso, pero... a mí no me pasa lo mismo contigo. Y sé que somos enemigos y nos odiamos, pero creo que podríamos dejar la rivalidad a un lado y comenzar de cero como amigos y...

– Aguarda un segundo, ¿de qué mierda estás hablando Potter? –interrumpió Draco, que miró a Harry como si de repente le hubieran crecido serpientes en el pelo cuando comenzó a divagar sin sentido.

– De las cartas y los regalos que me enviaste, por supuesto –aclaró él. Malfoy comenzó a carcajearse, divertidísimo por lo que había dicho y Harry parecía más confundido que nunca.

– ¿Qué es tan divertido? –cruzó los brazos esperando que el otro se dejara de reír– ¿Terminaste?

– Potter, ¡esa es la cosa más ridícula que me han dicho en la vida! ¿Seguro no tienes fiebre? Porque estás delirando –Malfoy llevó una mano a su frente para sentir su temperatura y Harry se sonrojó furiosamente– Uff parece que sí tienes –siseó burlesco.

– ¡No estoy delirando idiota! –quitó la mano de su cara y buscó en su bolso el sobre que tenía guardado desde ayer– Esto lo escribiste tú y estaba dirigida para mí, no puedes negarlo, Malfoy, lo leí. Y también leí la primera carta que me enviaste –agregó como una ocurrencia tardía. Draco frunció el ceño.

– Yo no te escribí nada, Potter –escupió con dureza– ¿Quién te hizo creer que yo me enamoraría de alguien como tú? –se burló él, soltando una risa amarga– Ni siquiera puedo verte en figurita, ¿y crees que te voy a andar escribiendo cartitas de amor? ¡Por favor! Jamás me rebajaría a ese nivel –y sin esperar una respuesta, dio media vuelta y se marchó.

– ¿Y? ¿Qué te dijo? –interrogó Ron cuando Harry se sentó entre él y Hermione.

– Me lo negó todo, ¿puedes creer? –respondió, comenzando a servirse el almuerzo.

– ¿Decirle a quién qué cosa? –preguntó la castaña sin comprender– ¿Me perdí de algo?

– Harry cree que fue Malfoy quien le escribió esas cartas y le envió los regalos –explicó Ron. Hermione abrió los ojos totalmente sorprendida.

– ¡Pero eso es absurdo! –exclamó.

– ¡Es lo que yo le dije! –acordó él– Pero tiene la idea fija de que es Malfoy.

– ¡Es él! ¡Estoy seguro! –insistió Harry.

– Pero Harry, estamos hablando de Malfoy, el mismo que te hizo la vida imposible durante más de seis años, ¿cómo puedes pensar por un segundo que él te escribiría una carta confesándote su amor? No tiene ningún sentido –reflexionó Hermione.

– Esta carta –le mostró el sobre que todavía tenía entre sus manos– se le cayó ayer cuando me salvó de caerme de las escaleras y cuando la leí, vi que iba dirigida a mí, ¿qué más pruebas necesito? –les explicó Harry.

– Déjame ver las cartas –Harry sacó la otra de su bolso y las entregó a ambas, no con poca vergüenza. Hermione las leyó y las comparó– Las dos tienen la misma caligrafía y el papel en que fueron escritas es idéntico. Tal vez sí es él –confirmó ella con asombro.

– ¿Lo ves? Te lo dije Ron.

– ¿Y ahora qué vas a hacer? –preguntó el pelirrojo, resignado. Harry se desinfló.

– No lo sé, creo que voy a seguir insistiendo hasta que lo admita.

– ¿Y qué pasa si lo admite? –indagó Hermione.

– Pues, supongo que le ofreceré una tregua o algo así.

•••

– ¡Longbottom y Potter! –bramó el profesor Snape– ¡Treinta puntos menos para Gryffindor!

Estaban en clases de pociones trabajando con los ingredientes de una nueva poción. Snape iba recorriendo mesa por mesa, vigilando las preparaciones de cada uno. Harry no daba más del cansancio, había tenido que rehacer la suya por segunda vez porque se había echado a perder la mezcla. No era su culpa que Snape no supiera enseñar cómo preparar correctamente una estúpida poción.

En su tercer intento, había agregado sin darse cuenta tres medidas de pasta venenosa de Streeler en lugar de dos. Cuando tuvo que dejar calentar la mezcla durante quince segundos, el caldero de Neville había explotado de imprevisto, lo que asustó a toda la clase. Harry corrió rápidamente a ayudar a su amigo a levantarse del suelo y ver que estuviera bien, olvidando que su poción seguía hirviendo en el fuego, y un par de minutos después, su caldero explotó igual que el de Neville.

– ¡Me harté de ustedes dos, par de inútiles sin cerebro! –reprendió el profesor– A partir de hoy, ambos van a tener un compañero que los supervise constantemente –los observó con furia– Y tú también Weasley –Ron lo miró sin entender nada.

– Pero profesor, ¿yo qué tengo que ver?

– Aunque no hayas explotado nada, también eres un inútil desastroso, así que te asignaré un compañero –el pelirrojo resopló molesto por el insulto– Ahora váyanse de una vez –los tres chicos comenzaron a irse junto al resto de sus compañeros– Ustedes tres no.

•••

– ¡No puedo creer que me pusieran con Parkinson! –se quejó Ron el lunes siguiente, entrando al salón de pociones. Eran los primeros en llegar– ¿Por qué a Neville lo emparejaron con Hermione? No es justo.

– Ron, peor es estar con Malfoy –el pelirrojo asintió en comprensión.

– Cierto, podría haber sido peor para mí, al menos Parkinson no me mira como si estuviera estreñida –se burló de la suerte de su amigo. Harry le golpeó el brazo y Ron se rio aún más.



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En el texto hay: amor lgbt, harco, drarry harco

Editado: 18.02.2022

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