Pensaba en tu dulce presencia,
pero solo hallé tu corazón obscuro
que con violencia, y sin conciencia,
invocaba un seguro conjuro.
Tú solo juegas
a los dados
como estrategas
sacrificando a sus ganados.
Tu altiva mirada
canta jubilosa
en infinita jornada
e ira minuciosa.
El ruido de tu victoria
es incansable,
pero esa euforia
ya no me es indispensable.
Serenamente
mi navío emprende el viaje
de forma permanente
avizorando un nuevo peregrinaje.